Con el perdón de Jennifer Arias, flamante presidenta de la Cámara, sus familiares no han cometido errores sino delitos y lo mismo se aplica para el presidente del Senado
Difícil entender a la clase política colombiana. Cuando está en el mayor nivel de desprestigio en medio de una campaña que elegirá nuevo presidente de la República y senadores y representantes que conformarán el nuevo Congreso, hace todo lo posible por acabar de dañar la pésima imagen que tiene entre sus potenciales votantes.
Nada menos que poner al frente del Legislativo dos personajes cuyas historias familiares y actitudes solo refuerzan esos anti valores que este país debe desterrar.
Porque con el perdón de Jeniffer Arias, la flamante presidenta de la Cámara de Representantes, lo que sus familiares han cometido no son errores sino delitos y lo mismo se aplica para Juan Diego Gómez, presidente del Senado.
¿Son suicidas los partidos políticos o sencillamente son tan prepotentes que creen que pueden seguir haciendo lo que les conviene sin beneficio de inventario?
La respuesta la tenemos todos y cada uno de los colombianos.
Pero además, tanto el Partido Conservador como el Centro Democrático creen que estas decisiones no los afectan sino que por el contrario los ayudan porque esa parte del país que los apoya, claramente minoritaria por fortuna, tiene esas características que nos avergüenzan al resto de los colombianos que somos la mayoría.
El presidente Duque puede sentirse cómodo con esa representación de su partido y del otro que pertenece a la coalición de gobierno, es la pregunta del millón. Ese tipo de apoyos, con perdón y sin ánimo de ofender a nadie, son una vergüenza.
La pregunta que está en el aire es si no había nadie más para poder cumplir con los acuerdos políticos que según los miembros del Congreso, son sagrados.
Se les acabaron los nombres de aquellos que no tienen entre sus familiares personas con semejantes prontuarios, es una pregunta que flota en el aire.
¿Tenían la necesidad de exponerse a esa reacción negativa, que con razón han tenido muchos colombianos frente a esta elección de mandatarios del Congreso? Por qué aquellos con vidas menos cuestionadas no se consideraron para estas posiciones.
Frente a esa pregunta surgen dos posibles respuestas.
Una que no puede ser real porque en ese caso apaguen y vámonos: es que no había personajes distintos. Por el bien de estos partidos esto no debe ser así. Lo más probable y para los colombianos esto es demoledor, es que a estos partidos les importa un comino lo que piense el resto del país.
Sobrados, arrogantes convencidos que llegaron para quedarse de manera que pueden hacer lo que les parezca y punto. No sorprende esta actitud porque es la que se observa en la mayoría de quienes están en el poder hoy en día en este pobre país.
Pero si esta es la razón es bueno recordarle a estos partidos y a esos sumisos de la política que agacharon la cabeza y votaron por estas personas, que la soberbia tiene desesperado a la mayoría de los colombianos.
La cuenta de cobro vendrá, ¿cuándo? no sabemos, pero vendrá y el termómetro será precisamente las elecciones.
Imposible que los colombianos se traguen este sapo y sigan arrodillados ante una clase política que afortunadamente con excepciones, da vergüenza. Ojalá esta última elección de mandatarios del Congreso sea la gota que necesitábamos para replantear la política colombiana.
Nos vemos en las próximas elecciones y ojalá los colombianos tengamos conciencia de que no podemos seguir quedando ante el mundo como un país donde los negocios ilícitos no son un impedimento para ejercer el poder político en Colombia.
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