No son los personajes los que crean la historia sino la historia la que se encarna en protagonistas accidentales. Hoy que Estados Unidos está incendiado, ¿en qué queda Trump?
Lo que el actual presidente de los Estados Unidos representa es el momento histórico que discurre y que deriva de los antecedentes que lo precedieron. Es inconducente el argumento ‘contrafactual’ de suponer lo que habría pasado de no haber sucedido lo que sucedió y desarrollar debates al respecto. La historia se justifica por sí misma y es la única explicación válida de los acontecimientos. Es útil que la volvamos una abstracción al analizarla con propósitos de entender mejor lo que estamos viviendo, pero no tiene mucho propósito o utilidad especular sobre lo que pudiera haber sido diferente.
Si él no existiera algo parecido estaría reemplazándolo.
En ese sentido no son los personajes los que crean la historia sino la historia la que se encarna en protagonistas accidentales.
No fue Hitler el que creó un movimiento histórico al convertir a Alemania y a los alemanes al nazismo sino varios factores coincidentes que configuraron unas condiciones que encontraron en el führer quien las expresara y canalizara: entre ellas las obligaciones humillantes impuestas por el tratado con el cual se terminó la Primera Guerra Mundial; la crisis económica y la hiperinflación posterior al gran crack; el crecimiento del partido comunista; incluso el poner en boga la visión del superhombre nietzscheano; todo esto creó en el espíritu del ciudadano alemán la búsqueda de una propuesta que le ofrecía un mundo mejor al que vivía.
¿Como es el caso de Trump?
Estados Unidos apenas comenzaba a recuperarse de la crisis financiera del 2018 y había perdido el poder que tenía sobre todo el planeta; no solo en términos políticos y militares ya no era el gendarme del mundo, sino en términos de potencia económica y tecnológica cayó a ser uno más de los actores protagónicos (China, la Unión Europea, Japón, Rusia, compartían el escenario).
La ciudadanía estaba hastiada de los políticos y deseaba acabar con ellos. Lo que Vargas Llosa llama “La civilización del espectáculo” se imponía en el mundo y la aparición televisiva de Trump en su programa con su ‘¡despedido!’ encarnaba lo que aspiraban los americanos hiciera su presidente.
Las redes sociales remplazaban a los medios convencionales y Trump se identificó con esa transición, atacando y despreciando a los medios y multiplicando su presencia en las redes.
El pueblo americano estaba en estado depresivo colectivo por la pérdida de ventajas sobre el resto del mundo y lo que deseaba era alguien que les prometiera retornar a esa posición.
“America First” es en algo equivalente a lo que fue la reivindicación de la raza para el nazismo.
Pero hoy que los Estados Unidos está incendiado ¿en qué queda Trump?
Ante todo, no logró el liderazgo esperado. No toda la nación americana se identificó con él. Por el contrario, creó una partición que difícilmente se podrá subsanar.
Ha acudido a buscar el ‘enemigo externo’ pero con resultados ambiguos tanto en cuanto al beneficio para el país como en cuanto la solidaridad y respaldo de la ciudadanía.
Con China la guerra comercial ha sido negativa; y las posiciones geopolíticas y enfrentamientos que ha inventado (con Irán, con Venezuela, con Siria, con Afganistán) poco le han resultado.
Se cuestiona incluso si en realidad está gobernando, tanto en el sentido del tiempo que a ello le dedica -puesto que su presencia en ruedas de prensa y Twitter enfrentando a los periodistas es la actividad que la ciudadanía ve-, como en cuanto a su programa como gobierno -puesto que de éste nada se conoce sino reacciones agresivas a circunstancias coyunturales-.
Por ninguna parte aparecen condiciones de estadista y tiene algo de caricaturesco su comportamiento como de niño de colegio reduciendo a ataques personales con apodos a sus contrapartes.
El desastroso manejo de la pandemia le disminuyó notablemente la posibilidad de reelección y lo que representa la gran incertidumbre es de una parte de cómo reaccionará ante el riesgo de perder, y, como ha hecho hasta ahora, hasta dónde atropellará cualquier limitación convencional y violentará el orden nacional y/o mundial para lograr imponer sus convicciones; y de otra parte lo que significaría su eventual e indeseable- triunfo.
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