En medio de la emergencia, el gobierno en lugar de actuar con celeridad para proteger a las empresas que ocupan a 6.200.000 personas, decidió optar por salvar al sector financiero que en 2019 obtuvo ganancias por $ 93 billones con recursos propios y de terceros.
La mayor liquidez inyectada a la economía ha sido acaparada por los bancos sin ninguna garantía de que los recursos serán colocados para quienes los necesitan para sobrevivir. Las empresas colombianas, según dice Acopi, no necesitan créditos sino subsidios directos.
Como si fuera poco, el gobierno aprobó el Decreto 558, que permitirá a los fondos privados desencartarse de 20.000 pensionados que pasarán a Colpensiones, pagándoles con $ 5 billones en títulos de deuda pública y privada que han perdido 22 % de su rentabilidad en los últimos tres meses.
A esta medida se suma la que adoptó el Banco de la República, que intervendrá en el mercado de TES para “ofrecer cobertura contra el riesgo de desvalorizaciones fuertes”, es decir, que pagará la diferencia de la pérdida de los tenedores de estos bonos; ¿adivinen quiénes son? obvio, los banqueros y sus fondos de pensiones, poseedores del 29,4 % del total de TES emitidos.
Cada tanto, la vida humana se ha visto amenazada por gérmenes, virus y guerras. La ambición de riqueza y poder que caracteriza al mundo moderno, ha establecido que la historia de las interacciones entre distintos pueblos esté mediada por la conquista, las epidemias y el genocidio, como lo describe el geógrafo Jared Diamond.
En tiempos en que parece que los únicos incólumes de la emergencia son los voraces banqueros, se debe mantener la esperanza en que la alta capacidad de relacionamiento social humano siempre ha prevalecido de manera positiva, y lo seguirá haciendo, como se ve en las acciones recientes de colaboración científica y humanitaria.
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La columna escrita por Mario Valencia no representa la línea editorial del medio. Mario Valencia es profesor universitario y director de Cedetrabajo
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Con coronavirus y sin coronavirus todos a Colpensiones
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