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La encrucijada del hambre – Editorial El Medio Magdalena

La encrucijada del hambre – Editorial El Medio Magdalena La realidad que enfrentan miles de personas en Barrancabermeja es someterse al aislamiento obligatorio para prevenir el contagio o salir a la calle a buscar alguna fuente de ingreso para superar las necesidades que afrontan, hambre, deudas, recibos por pagar.

 

Es una realidad que nuestro distrito como gran parte del país está formado por trabajadores independientes de variadas características, empresarios y emprendedores, profesionales, técnicos, tecnólogos, bachilleres, hasta personas sin educación formal, pero que dependen de lo que producen día a día para sobrevivir.

 

El vendedor ambulante y el dueño de un almacén están en la misma crítica situación, por cuenta de la cuarentena están sometidos a un régimen que les impide generar ingresos para la subsistencia.

 

Algunos son más afortunados que otros, cuentan con algún ahorro o acceso algún mecanismo de crédito de consumo, que les permite tener más tiempo de holgura y despreocupación.

 

Pero para todos, el tiempo pasa inexorablemente y la incertidumbre avanza.

 

Frente a esta situación ¿qué pueden hacer miles de personas y sus familias? Es una verdadera encrucijada que pasa por obedecer o subsistir.

 

Es una simplificación peligrosa y hasta caprichosa, pero los hechos día a día muestran que es el dilema diario de cada vez más personas. Ignorar esta realidad social es entender mal a la gente.

 

Cada día más personas cuelgan trapos rojos, el símbolo de la necesidad.

 

Además, aumentan los reportes de vías cerradas por comunidades reclamando ayuda alimentaria. Estigmatizar a las personas que incumplen la cuarentena no resuelve nada y si termina por desdibujar y deshumanizar una realidad social, la inestabilidad económica de la población.

 

Las medidas de control para mantener la cuarentena son indispensables, pero deben ser aplicadas pensando más en la necesidad humana de sobrevivir que en la aplicación precisa de la norma.

 

Multas y otras sanciones económicas en estos tiempos deben ser el último mecanismo de represión. Las consecuencias económicas de estas semanas tendrán repercusiones en el futuro inmediato, y asumir esas penalidades solo agravarían la situación, precaria de por sí, de muchas personas.

 

El uso de la violencia tampoco es la mejor manera de lidiar con esta situación, en medio de una crisis sanitaria no se aporta a las difíciles circunstancias ocasionar nuevas afectaciones a la salud.

 

Por el momento es fundamental que se recurra al dialogo permanente que permita conocer la situación real de las comunidades y buscar formas de resolver los problemas que existen.

 

Los esfuerzos públicos y privados por llevar alimentos y recursos a los más necesitados se han quedado cortos y no llegan a todos los que lo necesitan.

 

Una sociedad marcada por la desigualdad en el ingreso, con altos niveles de informalidad, pobreza y desempleo no puede ser fácilmente atendida y requiere un esfuerzo inmenso en términos económicos de parte del Estado y también de aquellos que cuentan con recursos.

 

Este año no es para pensar en ganancias, dividendos, inversiones o ejecuciones.

 

Es momento de que el Estado a nivel nacional, articulándose con los departamentos y municipios, junto con las grandes empresas y bancos asuman una gran cuota de sacrificio y establezcan una renta básica universal para a población.

 

En esta encrucijada la solución no es enterrar la cabeza en la tierra y esperar que todo pase sin mayores consecuencias. No es momento de tomar decisiones tibias o inocuas, como las medidas de ampliación de créditos o nuevas líneas de préstamos, diferir pagos, cancelar desconexiones o desalojos, y otras similares. La entrega de mercados y dinero hasta el momento ha sido útil pero insuficiente.

 

Es momento de un verdadero gesto de liderazgo en crisis del gobierno nacional, que de la mano de los gobiernos territoriales y la empresa privada asuman una verdadera inversión social, que vuelque el presupuesto de la nación, los territorios y los privados en beneficio de toda la población, sin importar el estrato o el lugar donde vive.

 

No hay que olvidar que hay una pobreza que vive en barrios de estrato 3, 4 y 5. Está oculta, pero que se agudiza cada día más de cuarentena.

 

A los ciudadanos de este país en este momento poco les importa las inversiones en economía naranja o en la pavimentación de las vías.  Eso puede esperar, porque primero esta sobrevivir, la vida en condiciones dignas es la principal responsabilidad del Estado y de las empresas.

 

 

El tiempo pasa

 

Lamentablemente el tiempo pasa y no se ven gestos a la altura de la situación, y mientras tanto, miles de personas se deben arriesgar para buscar cómo sobrevivir. Esto no es retórica, ya las calles del país muestran esa realidad.,

 

El mejor destino de los recursos es ayudar a los que lo necesitan para alimentarse y sobrellevar la angustia de la pandemia.

 

Es momento de hablar de inversión social de verdad, con acciones rápidas y contundentes. Las restricciones se alargan en el tiempo y las comunidades cada vez más están en situación de vulnerabilidad.

 

La cuarentena y el posible aislamiento preventivo inteligente se han convertido en una verdadera prueba de supervivencia de la población, ante la disimulada pasividad del Estado.

 

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