Algunos personajes de la política local se han nombrado a sí mismos como «jueces y jurados de lo público», y desde esa falsa posición de «superioridad moral» dictan sentencias sobre el resto de la población.
Sin guardar ningún tipo de compostura reparten calificativos, señalan responsabilidades, insinúan trasgresiones de forma indiscriminada, buscando siempre un «protagonismo» no fruto de su labor profesional, sino de su capacidad para dividir y disociar.
De este tipo de personajes hay un ejemplo peculiar.
Uno de ellos es un abogado, que ha sido candidato a diferentes cargos en varias elecciones, pero no ha logrado cautivar a los votantes, pues aunque cuenta con capacidad oratoria, lamentablemente, no genera confianza ni entre sus más cercanos correligionarios.
El abogado de marras se ha auto promocionado como un «defensor del medio ambiente», pero sus intentos legales han resultado en reiterados fracasos, los que han generado más problemas que los que supuestamente «buscaba solucionar» y sus irresponsables salidas profesionales han provocado graves daños ambientales que ha tenido que sufrir toda la comunidad.
El problema grave que se presenta con este «ambientalista» es que debido a sus fracasos jurídicos, ha buscado siempre culpar a otros de sus errores, intentando, quizás, salvar su «imagen» y responsabilidad, pero logrando el efecto contrario, pues su credibilidad ha bajado a niveles muy penosos.
Algunos analistas políticos en Barrancabermeja —quienes me comparten sus opiniones— me han comentado que en las pasadas elecciones para alcalde, las torpes «orientaciones» llevaron a un candidato a hacer una serie de anuncios desafortunados, llevando a generar confusión y hasta rechazo, particularmente de los habitantes del corregimiento El Centro, que —lógicamente— se sintieron afectados por sus propuestas absurdas.
Lo peor del asunto es que hace pocos días, esas mismas orientaciones fueron desechadas, justamente, por el excandidato a la alcaldía asesorado en la campaña pasada. Fue tal el cambio de opinión del excandidato a alcalde, que públicamente reversó su punto de vista, dejando atrás los consejos del pasado y asumiendo una nueva posición ante la opinión pública.
Lo que demuestra que el «abogado ambientalista» no solo falla en asuntos legales sino en asuntos políticos, es decir, no solo no logra el favor popular sino que tampoco logra dar asesorías políticas certeras y útiles, perjudicando terriblemente a sus «asesorados».
Lamentablemente también hay una doble moral en este tipo de personas, pues sin ningún problema reparten juicios y descalificaciones sin considerar las profundas contradicciones que traen a cuestas sus hipótesis, las cuales, posteriormente, ignoran y callan sin vergüenza alguna.
Ya hemos visto demasiados casos en que, con base en una denuncia, no necesariamente fundamentada y menos bien intencionada, este ambientalista acaba “demostrando” la supuesta culpabilidad de quienes no comparten sus caprichos jurídicos y muchas veces sin pruebas, argumentos o derecho de defensa termina «condenando» a sus víctimas al escarnio público, que además de ser una situación dolorosa es irreversible, y que no solo afecta directamente a su opositor sino también recurrentemente a toda su familia.
Este autodenominado «adalid del medio ambiente» se siente además en la libertad de encajarnos como nuestras las conclusiones que ellos —a su antojo— piensan y atribuyen, como la de decir, por no pensar igual a él, que «estamos al servicio de los intereses de quienes destruyen el medio ambiente».
Nada más falso e injurioso.
Son «ambientalistas» con funciones y atribuciones de instancia judicial, de manera que pueden acusar, investigar, juzgar, condenar y sentenciar a cualquier persona, sin que medien las más elementales normas de un debido proceso.
Es cierto que en sociedades como la nuestra, donde la justicia tarda y con frecuencia nunca llega, un ambientalista serio puede prestar un servicio invaluable, sobre todo en la parte acusatoria y eventualmente en la probatoria, pero hasta ahí, porque pasando esa raya estarían atribuyéndose indebida e irresponsablemente funciones que son propias del poder judicial.
En Barrancabermeja es normal ver «ambientalistas» (al mejor estilo de Cantinflas) impartiendo justicia igual a un juez de la república.
Sin embargo, lo que públicamente le achaca a los demás lo vive él en su propio partido, pues, pertenece a una organización política que participa en un gobierno que en campaña se comprometió en «NO permitir el fracking» y ya gobernando viene generando las condiciones para que el fracking se dé, precisamente, en Barrancabermeja y el Magdalena Medio.
También, no tiene una posición clara sobre la minería en los páramos o la defensa de los parque nacionales naturales ante proyectos hoteleros. Es decir, se proclaman «ambientalistas» pero su partido político participa de un gobierno abiertamente en contravía de la defensa del medio ambiente.
Como si fuera poco, el ambientalista de marras se da golpes de pecho por valores y principios religiosos, pero su organización política hace parte de un gobierno que niega el conflicto armado, ignora a las víctimas, está acabando con el acuerdo de paz, plantea reformas laborales y pensionales que buscan empobrecer más a los trabajadores, por solo mencionar unas pocas cosas. Y nuestro «ambientalista» a pesar de tener semejante carga encima, en un acto de pura impostura y falsedad, se atreve a criticar a sus semejantes.
Precisamente, la Biblia —que me imagino es el libro por excelencia de nuestro «ambientalista»— dice en Lucas capítulo 6, versículos del 37 al 42 lo siguiente:
No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.
Definitivamente hay quien no MIRA la viga en el ojo propio.
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RAUL ANDRES ARDILA, es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL. Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]
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