La disminución del cromosoma “Y”, que implica la desaparición de los machos, cambia la lucha contra el ‘machismo’, y explica la inclusión de diferentes tendencias sexuales como realidades de la naturaleza
En mis épocas escolares se repetía el cuento de que por cada hombre existían 7 mujeres, y automáticamente el chiste de ‘en donde están las que me corresponden’.
La prueba de que esto debería llegar a ser verdad suponía estar en un pasaje de la Biblia (o tal vez de Nostradamus) que predecía que llegaría el momento en el que por escasez de machos estos tendrían que subirse a los árboles huyendo de la persecución de las hembras.
Sin llegar a esas cifras, la estadística sí ha dicho que el número de mujeres es levemente mayor que el de hombres (muy marginalmente).
Pero en algún comentario de prensa vi recientemente que según el estudio de alguna universidad (que no recuerdo) la presencia del cromosoma Y parece estar disminuyendo. Con la explicación de que la hembra se caracteriza por su conformación con dos cromosomas X (o sea XX) y el macho por un XY, la disminución del cromosoma Y implica un proceso de desaparición de los machos.
Esto tiene varias coincidencias o aspectos interesantes, además de confirmar las predicciones arriba mencionadas.
La lucha contra el ‘machismo’ deja de ser un proceso heroico adelantado por un ‘feminismo’ belicoso en búsqueda de la liberación de una población oprimida, y se enmarca mejor dentro de la simple evolución de la historia de la humanidad que responde al discurrir del tiempo con los cambios que esto produce.
Igual la inclusión de las diferentes tendencias sexuales como realidades de la naturaleza y no como perversiones morales encuentra una explicación: si desaparece el género masculino no queda sino un género que no podría categorizarse, pues para ser femenino o incluso neutro requeriría serlo por contraste con otras categorías o géneros. Si desaparece el hombre, dentro del código binario también deja de existir el sexo femenino.
La reivindicación del movimiento LGBT no solo tendría el soporte científico de que todos tenemos genes femeninos y masculinos y la prevalencia de unos u otros determina nuestras tendencias, sino que al desaparecer la diferencia de género es con las diferentes proporciones de estos que se configura un amplio abanico sexual de la especie. Se cumple aquella recordada frase de que ‘ni hombre con hombre, ni mujer con mujer, sino todo lo contrario’.
Según la teoría de la evolución darwinista, la necesidad crea el órgano. El ser humano para defender la continuidad de su especie acudió a la multiplicación de las posibilidades cuando cada individuo para perpetuarse buscaba instintivamente la garantía de la mayor cantidad posible de descendientes. Esta necesidad no se ve hoy y la realidad muestra que las nuevas generaciones no tienen esa angustia. Será la selección y no la explosión demográfica el instrumento para asegurar la preservación de la especie humana.
Así las cosas, no se sabe si se acabará el machismo, pero por sustracción de materia; ni si sería deseable – y quien sabe si posible- que con la eventual disminución de la reproducción se congele o reduzca el crecimiento demográfico y se acabe el proceso inercial de depredación que los humanos estamos realizando sobre el planeta.
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