En su propósito de enviar un mensaje cometió un gran error Iván Márquez. Un comunicado de 11 páginas no se lo lee prácticamente nadie. Ni, por lo largo (32 minutos), es trasmitido por los medios televisivos o incluso por la radio.
Queda en manos de los comunicadores dejar en la mente del público lo que les parezca o les interese de lo dicho por el guerrillero (lo que más ‘venda’).
Sabiendo que de ninguna manera habría buena disposición para hacer una presentación de lo que pretendía decir, fue un gran error el creer que al desarrollarlo con mucha retórica podría alcanzar mejor la audiencia que busca.
Y no mejoró nada el adobarlo con epítetos y calificativos que producen rechazo sin trasmitir mejor los argumentos; por el contrario, mueve más las pasiones -que en su mayoría son negativas para él-, al mismo tiempo que aleja la posibilidad de reflexión sobre el contenido de lo que dijo.
Porque, independientemente de lo creíble que sean sus palabras, lo que dice proponer corregiría lo censurable del pasado (no más secuestros; sus enemigos no son los militares y policías, sino las oligarquías opresoras; la idea no es tomarse el poder sino propiciar una Constituyente con el pueblo; los ‘vacunados’ serán los narcotraficantes).
Y si sin los calificativos intentamos evaluar lo que en ese texto se describe, se puede reconocer que casi todo es cierto y/o válido.
Lo es el recuento de los diferentes incumplimientos del Estado a lo largo de la historia; y la forma en la que los insurgentes que a él se han sometido acaban siendo eliminados; y la manera en la que han terminado las pocas oportunidades que ha tenido de prosperar la oposición al sistema; e incluso lo atropellado y cuestionado del proceso que llevó al Acuerdo de Paz.
Y por supuesto los aspectos que hacen de nuestro país un modelo de atraso social, de injusticia e inequidad con el cual nuestra dirigencia parece considerarse a gusto sin intentar un verdadero cambio.
Quienes sí lo leyeron para pronunciarse con objetivos diferentes a movilizar la ‘opinión pública’ en contra de los alzados (ni con búsqueda de dividendos electorales) y con más responsabilidades en relación con el Acuerdo mismo y al propósito de la Paz, se pronunciaron en una forma más constructiva y ponderada.
El escrito de los negociadores del Acuerdo Humberto de la Calle y de Sergio Jaramillo (“sin olvidar en ningún momento la responsabilidad primordial que le cabe a Iván Márquez y sus compañeros por estos hechos, recordamos que una y otra vez le dijimos al Gobierno Nacional que sus ataques permanentes al proceso y los riesgos de desestabilización jurídica que conllevaban, podría llevar a varios comandantes a tomar decisiones equivocadas”), así como la entrevista dada por el garante o veedor del mismo, el expresidente Mujica (“Es probable que la otra alternativa que ofrecen es la cárcel, y eso equivale a que resistan”) son bastante más serenos y más acordes con lo que significa y lo que está detrás de la decisión tomada por los nuevos rebeldes.
En resumen, la diatriba de Iván Márquez reivindica las razones de siempre para alzarse en armas, pero además achaca tanto al gobierno Santos como al gobierno Duque el haber frustrado el proceso de Paz en el cual dice que creyó.
Pero si bien el contenido de la declaración puede ser en términos generales válido, el error más grande fue la conclusión que derivó: ninguna torpeza más grande que en base a eso volver a levantarse en armas contra el Estado.
En parte porque no existe ninguna posibilidad de éxito para tal empresa; en parte porque logró el efecto contrario al buscado, ya que motivó la solidaridad contra él y no contra los opositores del Acuerdo, los cuales se beneficiarían para hacer proselitismo político y para además seguir con la idea de ‘hacer trizas’ lo acordado (según declaraciones de Álvaro Uribe).
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