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¿Hay o no hay Acuerdo de Paz? – (Por: Juan Manuel López C)

¿Hay o no hay Acuerdo de Paz? – (Por: Juan Manuel López C) Se da una evidente contradicción entre lo que quedó formalizado en el Acuerdo de Paz y la interpretación de quienes se oponen a él, poniendo en duda su naturaleza.

 

No hay duda de que existe polarización en el país. Pero esta no es alrededor de concepciones de lo que es el Estado, o del orden político, o del sistema económico o de modelos desarrollo; no es respecto a eso que se llamaría la alta política, donde se explican las divergencias entre nuestra alta dirigencia.

 

(Por supuesto que es la simple ambición del. poder, y por supuesto que al respecto la pregunta de ‘¿el poder para qué?’ se repetiría automáticamente, pero no es eso el interés de este artículo).

 

Las partes que hoy se encuentran distanciadas o incluso enfrentadas tienen un tema concreto que motiva la animosidad entre ellas. Y ese tema es el Acuerdo de Paz.

 

Pero si bien las discusiones se desarrollan alrededor del contenido de este, la verdad es que es en cuanto a su naturaleza donde no coinciden.

 

Un acuerdo de paz es por definición la forma en la cual concluye un conflicto armado entre dos partes enfrentadas.

 

Su origen puede ser, como en nuestro caso, una insurrección o rebelión armada como manifestación de un conflicto social, pero lo que determina lo que es un acuerdo de paz no es lo que lo que antecede sino lo que marca, o sea el fin de una relación que no había logrado expresarse sino por la vía de las armas y que a partir de ese momento crea una situación diferente de la anterior.

 

Al igual y como complemento del Derecho Internacional Humanitario que no hace distinción entre las partes porque trata solo de humanizar el conflicto, con un Acuerdo de Paz lo esencial se concreta en finalizar el conflicto.

 

Lo destacado del nuestro es que para ello se creó la JEP, una jurisdicción con ese único propósito, la cual no supone ni tiene por qué incluir otros elementos de conflicto social o de violencia como temas de narcotráfico, de género, de discriminación, de representación política, etc.

 

Eso es lo esencial de lo que se suscribió.

 

La forma o los mecanismos como se concreta esa terminación sale de la negociación, y es lo construido para implementar ese propósito.

 

Puede incluir toda clase de compromisos si así lo convienen. Y el que existan aspectos no cubiertos por lo pactado también es normal puesto que es imposible contemplar todo el universo de la problemática que deriva de una situación nueva; pero lo que queda en lo pactado no solo es lo que constituye la obligatoriedad para las partes; es ante todo la concreción del deseo y el propósito que permitió llegar al resultado que se buscaba.

 

En nuestro caso eso fue el fin del levantamiento armado, pero para eso se acompañó de unas condiciones respecto a los insurgentes y también respecto a los cambios por los cuales lucharon.

 

Por eso a todo lo firmado con las Farc, elevado a la Constitución, depositado ante el Comité Internacional de la Cruz Roja y la Organización de las Naciones Unidas, tiene que reconocérsele con toda la fuerza y características de un “Acuerdo de Paz”

 

Infortunadamente una interpretación diferente se presenta para atribuir a lo suscrito otra naturaleza.

 

Según esta, se niega la existencia de un conflicto armado; lo que teníamos era un bandidaje organizado que se combatió como se debe hacer con los delincuentes; el acuerdo no es tal, sino un acto de sometimiento ante una derrota militar de la guerrilla; sus miembros son ‘el Mal’  y son solo terroristas, mientras ‘el Bueno’ por definición es el Estado representado por los ‘héroes’ de las fuerzas armadas, al cual unas pocas ‘manzanas podridas’ no le quitan esa calidad.

 

Se da una evidente contradicción entre lo que quedó formalizado y esa interpretación que se pretende.

 

Es un caso típico de ‘los árboles no permiten ver el bosque’ pero porque hay intereses que así sea.

 

Lo grave es que la vehemencia y la intensidad con la cual actúan los defensores de esta errada interpretación parece haber puesto en duda su naturaleza.

 

Y parece que han logrado mediante controversias sobre determinados puntos del contenido de lo acordado dejar en entredicho tanto el propósito como el resultado pactado, al punto que aún más grave es que quienes al negociarlo le dieron esa naturaleza (Santos, De la Calle, Jaramillo, Mora, Naranjo) no la defienden, y son otros los debates que se ventilan por actores motivados por otros intereses.

 

 

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