Los sindicatos son esenciales para que haya empresas realmente democráticas, sin ellos lo que hay es una hegemonía económica y política que en ocasiones se convierte en tiranía empresarial.
¿Por qué en las empresas tenemos que tolerar tantas restricciones a la democracia?
¿Por qué a los empresarios no les gusta el ejercicio de la democracia en la empresa?
En el trabajo pasamos más de un tercio de nuestras vidas, en el trabajo encontramos sentido de nuestra vida, y creo que vale la pena intentar responder estas preguntas.
Parece extraño hablar de la democracia en las empresas. Ha existido la idea de que son espacios de lo privado, en los que opera es el derecho privado y los derechos de los propietarios. La democracia llega hasta las puertas de la empresa, decía Norberto Bobbio. En las compañías los empresarios hacen las normas, las juzgan y las ejecutan. Concentran todos los poderes y eso en política tiene un nombre clarísimo. Así lo advirtió recientemente la profesora Karena Caselles quien profundiza su tesis doctoral en este tema.
A pesar de la crisis de los sistemas democráticos, de los partidos políticos, de la incredulidad en la política y de los políticos, a todos nos gusta la democracia. Los ciudadanos ya no están dispuestos a ceder sus derechos políticos, de ahí la indignación que recorre el mundo, millones de ciudadanos que sienten que su derecho a decidir su vida, la de sus comunidades y Estados, ha sido vaciado.
Se nos ha vendido el sueño, desde hace 200 años, que la democracia es un “valor universal” como lo menciona Norberto Bobbio o que la democracia es un “sin fin” como lo reclama Boaventura de Souza Santos. Una idea de democracia que va mucho más allá del derecho a votar cada cierto tiempo para la renovación del poder político o la toma de decisiones. Una visión amplia de la definición como la que desarrolló Estanislao Zuleta que no la concebía solamente como “un torneo electoral con reglas claras y protección formal de las minorías”. Para el intelectual colombiano no hay democracia sin posibilidades materiales reales para todos. Tampoco hay democracia sin participación y la democracia o es deliberativa o no es democracia. Ya lo había citado aquí: “no hay democracia sin diálogo”.
Noam Chomsky por su lado, afirma que las empresas son totalitarias y profetiza que: “al igual que otras formas de totalitarismo tuvieron que desaparecer, igual tiene que ocurrir con las tiranías privadas. Tienen que ser puestas bajo control público.”
Lo normal en una empresa colombiana es que no haya diálogo social. A veces se escucha a los trabajadores sobre temas técnicos y no más. Y en los pocos casos en donde existen organizaciones sindicales la empresa es clara en oponerse a hablar más allá de la negociación colectiva y sobre temas laborales, lo demás les aterra, afirman que rechazan la ambición del sindicato de coadministrar la empresa. No hay respeto por derechos civiles y políticos básicos, no hay tolerancia por la diferencia, se tiene la intención de eliminar al que disiente. Un trabajador que tiene la iniciativa de crear un sindicato es inmediatamente despedido. Se hizo viral en estos días un video donde un empresario humillaba a una trabajadora porque le había hecho un favor a un compañero[1]. Eso es inadmisible en una democracia donde somos iguales ante la ley, al menos.
El presidente Duque en el congreso de la Confederación General del Trabajo, celebrado en septiembre del año pasado, señaló que creía en el empresariado que compartía con los trabajadores las utilidades, pero también que les permitía hacer parte de sus juntas directivas y reivindicaba su aporte al desarrollo de las empresas.[2] Nada de ese discurso presidencial se consagró en el plan de desarrollo, ni en la política pública del Ministerio del Trabajo. Bastaría un decreto para que en las empresas que controla el Estado, eso se materializara. Otra promesa incumplida. Demagogia.
La Jurisprudencia laboral tampoco ha ayudado mucho al tema. Han considerado legítimos los abusos del despido sin justa causa, por ejemplo, cuando detrás hay una causa que amerita el respeto por el debido proceso. Recientemente se ha permitido el despido de trabajadores en situación de discapacidad sin permiso del Ministerio del Trabajo. Se ha tolerado la trasgresión a la libertad de expresión o de asociación y no se promueve el derecho de los trabajadores a participar en las decisiones que los afectan.
Una huelga la ven como un pecado mortal y una traición a nuestro benévolo empresariado y no como un mecanismo de presión válido para la defensa de los intereses de los trabajadores.
Los sindicatos son esenciales para que haya empresas realmente democráticas. Existen como derecho humano fundamental (Arts 38 y 39 de la Constitución) y se crean para que los trabajadores sean escuchados y sus problemas atendidos. Por pedir democracia en las empresas es que los sindicatos han sido perseguidos y decenas exterminados, como lo acaban de decidir la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Consejo de Estado, al condenar al Estado por la desaparición y muerte de un sindicalista en Puerto Nare y por la alianza creada entre paramilitares, servidores públicos y políticos para acabar un sindicato de trabajadores al servicio del municipio de Amagá (Antioquia).
La lucha de los sindicatos es política. Es una lucha por la distribución de la riqueza y del poder político. Por la equidad, por el respeto de las libertades y los derechos democráticos. Cuando el sindicato no existe, no hay poliarquía en la empresa. Hay una hegemonía económica y política que en ocasiones se convierte en tiranía empresarial.
Las empresas consideran que se pueden lucrar con el trabajo humano a cambio de una contraprestación precaria. Por eso la propaganda sobre los emprendimientos tecnológicos más exitosos esconde iniciativas antidemocráticas que buscan lucrarse del trabajo humano, sin reconocerlo como trabajo, sin pagarlo, saltándose la ley.
Ojalá la Corte Constitucional nos ayudara a modernizar las relaciones laborales en el país. Que el derecho a la democracia en la empresa lo incluya en sus sentencias, sentencias como la C-934 de 2004[3] donde la Corte obligó a la consulta con los trabajadores para la aprobación de los reglamentos internos de trabajo en las empresas que posteriormente se hizo ley.
En conclusión, necesitamos más democracia en las empresas, si creemos en una sociedad más justa y pacífica. Eso también requiere la renovación de contenidos de la negociación colectiva por parte de los sindicatos, de apertura mental y modernización para saber qué hacer con esa democracia que reclamamos, una que incluye a todos los trabajadores.
[1] https://twitter.com/gener_usuga/status/1130708044743102464?s=19
[2] https://id.presidencia.gov.co/Paginas/prensa/2018/180912-Palabras-del-Presidente-Ivan-Duque-en-el-Decimo-Congreso-de-la-Confederacion-General-del-Trabajo-CGT.aspx
[3] “La participación, entonces, surge no solo como derecho de aquellos de los trabajadores sino como un deber de los patronos y de las autoridades que de una u otra manera tengan incidencia en el campo laboral. En esa medida, la participación conlleva a que se les otorgue a los trabajadores escenarios de discusión, de debate y se les dé la oportunidad de tomar parte en asuntos propios de la empresa y que vayan dirigidos a establecer las reglas de juego que ha de guiar la relación laboral.”
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