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A propósito de Venezuela

A propósito de VenezuelaPor: Henry Sanabria Vega

 

Difícil la situación del hermano pueblo de Venezuela, pero al contrario de lo que la mayoría hoy pregona, creo que la situación de ese país tiene sus causas que provienen de mucho atrás.

 

Desde la «cuarta república», cuando una clase dominante, rica y poderosa, (como la de aquí)  humilló al pueblo (exactamente como la de aquí) que en su mayoría se levantaba, todos los días,  a trabajar para sobrevivir (como la mayoría aquí).

 

Mientras esa clase dominante de Venezuela robaba, saqueaba al Estado (exactamente como la de aquí)  sin «Dios ni Ley»,  porque la ley era de ellos,  ellos eran los que investigaban, ellos eran los que juzgaban, (tal y como sucede aquí).

 

Entonces,  dice la historia,  llegó  un “loco”  —según algunos— que se apropió de toda la frustración del pueblo venezolano, que no solo les habló de una esperanza, sino que ya en el poder, desde el Palacio de Miraflores, con sus llamadas “misiones”, le dio a los pobres de Venezuela lo que la clase dominante, arrogante, déspota, mafiosa y ladrona (como la de aquí),  nunca —en más de cien años— le dio a los pobres de allá.

 

Ese «loco» llenó los barrios populares de centros de salud totalmente dotados, médicos en las comunas pobres (como las de aquí), mercados a precio de costo, acceso a educación gratuita y casas dignas, y no «las cajas de fósforos» de las que se ufanan y sacan pecho los políticos de aquí.

 

Pero ese “loco” empezó no solo a hablar, sino a soñar con una Latinoamérica «toda roja», pero además soñó con un  Banco del Sur,  en vez del FMI o el Banco Mundial, soñó con un canal de Noticias del SUR (Telesur) en lugar de CNN (que es de Estados Unidos).  El «loco» soñó con una agremiación de los países del SUR, en lugar de la OEA.

 

Todos esos sueños, que el “loco” empezó a hacer realidad desde el momento mismo de su posesión sobre la moribunda constitución de la «cuarta república», molestó, enardeció —y como dice mucha gente en Barranca— «emputó» a toda la clase dominante venezolana, que se siente con el derecho de dominar al resto de ciudadanos, como «descendientes de los dioses» y comenzó —contra Chávez— un plan para entorpecer, por todos los frentes, a la revolución Bolivariana.

 

Los países dominantes, se unieron contra Chávez, acompañados por los presidentes latinoamericanos lacayos, arrodillados siempre al imperio más devastador de toda la historia de la humanidad y junto a la “clase alta” venezolana,  desplazada,  huérfana del poder, iniciaron el saboteo más grande que se ha visto por estas tierras:  bloqueo económico, acompañado de un terrorismo mediático sin precedentes.

 

Murió Chávez  —que era muy inteligente y siempre terminaba negociando con esos ricos venezolanos para que la economía no se le cayera—   y quizás el más grande error del comandante, fue dejar como sucesor a Nicolás Maduro Moros, un hombre fiel, forjado en el sector sindical de choferes de buses urbanos en Venezuela, quizás con preparación para guerrear contra los empresarios un pliego de peticiones laborales, pero de lejos e incapaz de manejar las complejidades de un país latinoamericano, y mucho menos, en medio de esa poderosa jauría que seguía empecinada en sacarlo a sombrerazos.

 

Parece que lo han conseguido.

 

Sé muy bien que con esta columna, me van a caer encima, diciéndome «castro chavista», pero quiero dejar en claro que NO soy defensor de Maduro, ni «izquierdista», ni «mamerto», ni «guerrillero», ni «castro chavista», ni «comunista», ni nada parecido a todas las anteriores.   Simplemente, veo como pasa lo mismo que pasaba antes de Chávez y la mayoría de la población subyugada solo ansía parecerse a esos que nos exprimen.

 

Mientras nosotros —la inmensa mayoría de colombianos— nos levantamos a mirar cómo, día a día, nos rebuscamos para sobrevivir, mientras los de allá arriba nos roban, descaradamente, porque ellos —«ladrones de fina corbata»— no hay Dios, ni ley, porque, precisamente, tienen comprada la Ley (cartel de las drogas, doctor cianuro, fiscal anticorrupción corrupto, jefe de fiscalía Investigado, ex presidente paramilitar, etc.).

 

No quiero decir con esto, que quiero para Colombia un gobierno como el de Chávez y menos como el de Maduro, pero es hora que los colombianos despertemos y tomemos con seriedad nuestro derecho a escoger nuestros gobernantes, más allá de un «tamal», una «teja», un «sancocho» o «20 mil barras» a cambio de un voto.

 

¿Cuál es el camino que vamos a elegir? … o seguimos sometidos y aplaudiendo a nuestros verdugos o elegimos a los mejores que de verdad transformen nuestra sociedad para bien.

 

En nuestras manos está la solución.

 

 

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HENRY SANABRIA VEGA es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL.  Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]

 

 

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