Más allá de las lealtades partidistas y de los sectarismos electorales, todo el mundo dice que Humberto De La Calle es el mejor candidato, que tiene mucha experiencia, que es un hombre correcto, que su seriedad es proverbial, que tiene el País en la cabeza.
Entonces, apoyémoslo para que sea presidente de la República.
¡Quien entiende a los colombianos! Por lo menos siete millones de votos de los dieciséis que, cuando menos, se consignarán en la primera vuelta, son votos no amarrados, sueltos, de opinión.
De esos, por lo menos cinco millones de personas tienen la mejor opinión de De La Calle, lo consideran una persona competente, capaz de gobernar bien a los colombianos, honrada, sin inhabilidades, franco, comprometido con nuestro destino de realizaciones, paz y justicia.
Les falta decidirse y eso es lo que deben pensar en las próximas semanas.
Lo cierto es que De La Calle es mucho más que todo lo acabado de mencionar. Pocos saben, por ejemplo, que fue Magistrado de la Honorable Corte Suprema de Justicia y que desempeñó con altas calificaciones el cargo de Registrador Nacional del Estado Civil.
Varias veces fue Ministro y desempeñó la Vicepresidencia de la República hasta cuando decidió renunciar.
También fue Embajador y estando al frente de la representación colombiana en la OEA, como presidente del Consejo Permanente, promovió y construyó la Carta Interamericana.
De La Calle fue factor propiciatorio de la expedición de la Constituyente de 1.991. Fue el único representante del gobierno en la Gran Asamblea y al término de su valiosa gestión el expresidente Alfonso López Michelsen lo congratuló diciéndole al País que había nacido una nueva estrella en el firmamento político de la República.
Todos sabemos que esa Constituyente fue el acontecer político más importante de siglo XX. El más grande hasta ahora del siglo XXI y durante los últimos 53 años, es el Acuerdo de Paz con las Farc, del cual fue el protagonista más sobresaliente.
Le falta ser presidente de la República, para bien de todos.
Porque, De La Calle, no es arbitrario, no almacena odios, rechaza el sectarismo y condena el autoritarismo, ha sido y es hombre de paz, de conciliación, de entendimientos, como los que necesitamos en estas horas de extremismos.
Es una persona profundamente honrada con autoridad para defender a los colombianos de la corrupción, que inunda todos los espacios, que carcome, que pudre.
De La Calle es hombre de familia junto con Rosalba, tienen hijos bien formados, bellísimos nietos, todos aman a Colombia. El tronco de esta familia tiene el compromiso fiel de mejorarla, de salvarla.
¿Qué esperamos? Un demócrata como De La Calle, con un programa tan bien estudiado, con tanta claridad conceptual y mental, serio, responsable, requiere el impulso realizador de los que lo respetan y aprecian.
Miremos a De La Calle con seriedad y buen juicio. Sin duda es el mejor y es un deber cívico llevarlo a la Presidencia. ¡Así sea!
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