Podemos ser católicos, evangélicos o ateos. También podemos ser liberales o conservadores, en el sentido genérico de las palabras. Según la Constitución somos un Estado laico, con libertad religiosa y tenemos un sistema político democrático. Pero una cosa es la religión y otra bien distinta es la política.
Con ocasión del debate sobre el referendo para definir aspectos de la adopción de niñas y niños abandonados, en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes, surgieron conceptos que dividieron la opinión de los miembros de esta célula legislativa y los criterios partidistas.
Lo mismo pasó entre los ciudadanos, que asumieron posturas diversas y contradictorias posiciones. La discusión del asunto se volvió debate de interés nacional, como pocas veces, lo cual permitió identificar a Tirios y a Troyanos más allá de su filiación política o de su indoctrinarismo.
Lo democrático y constitucional es rechazar la discriminación. Por eso no es viable permitir a unos adoptar y a otros no. Pero, como lo dije en el debate general del Senado, no resulta dable convocar a las mayorías para que opinen sobre los derechos de las minorías.
De ahí lo sofístico del argumento del Centro Democrático cuando manifestó que apoyaban la realización del referendo porque es un instrumento de participación ciudadana, pero de realizarse irían en contra de la pregunta.
A veces el debate llegó a la intolerancia y se tornó religioso, lo que es absurdo. La Biblia es el libro que inspira a toda la cristiandad y sus enseñanzas y principios son directrices para el buen vivir y elementos prácticos para la convivencia, aún en la diferencia.
Cuando fui Gobernador de Santander firmé una ordenanza por medio de la cual se adoptó la celebración del Día de la Biblia, que ha tenido continuo cumplimiento y ofrecido excelentes resultados en materia de libertad e igualdad religiosa.
Es peligroso exacerbar el radicalismo religioso, como ocurrió en la época de la violencia durante el siglo pasado, con catastróficas consecuencias que seguimos sufriendo. Jesús no discriminaba, era amable, paciente y tolerante y, como lo dijera Juan, no juzgaba a la gente, sino que quería ayudarla a conocer a Dios y todo lo que hacía era porque amaba a las personas.
Viudos y viudas, solteros, divorciadas, que todos puedan adoptar. Lo mismo las parejas homosexuales que han sido reconocidas por el constitucionalismo y cada día tienen mayor aceptación social, como debe ser. Todas y todos pueden ofrecer amor y dar bienestar a miles de niñas y niños desamparados, lo cual es democrático, liberal y cristiano.
No es conveniente avanzar en las rencillas teológicas ni utilizar a Jesús para enfrentar a los colombianos. “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.
En la política confrontemos tesis, busquemos sanamente el apoyo ciudadano, abramos espacios de tolerancia, propiciemos la paz y veamos la mejor manera, cada quien, con su camiseta y sus propuestas, de darle a todas las familias un mínimo digno de confort, bienestar y convivencia. Es obligación de todos.