Por: Jaime Calderon Herrera
El título de esta columna bien pudiera ser el de una novela rosa, pero no lo es, pues tanto La Preciosa como La Escondida son los nombres de dos minas que en los últimos días acabaron con la vida de casi una treintena de colombianos.
Se nos ha enseñado que nuestro suelo es rico a más no poder. También nos dijeron de la ingenuidad de nuestros aborígenes que cambiaron oro por espejitos. Sabemos igualmente de la crueldad de los foráneos que nos conquistaron y de la venalidad de los criollos que se beneficiaron con la independencia.
Esa es nuestra tragedia: riqueza mineral, riqueza en biodiversidad, pero pobreza tecnológica y pobreza moral.
Somos el segundo país del mundo en biodiversidad y el primero en tenencia de páramos. Estos ecosistemas son escasos en el mundo y el 60% están ubicados en nuestro territorio. Su importancia radica en que al estar situados en el trópico a más de 3.000 metros de altura, reciben todo el año luz de excepcional calidad, lo que les permite desarrollar vegetación, convirtiéndose en hidro-reguladores, pues las bajas temperaturas disminuyen la evaporación y las plantas la retienen.
Cualquier afectación a un páramo afecta a casi cinco mil especies de plantas, a setenta mamíferos, a 154 aves y a cerca de 80 anfibios.
Si en el subsuelo de un páramo hay oro, plata o cualquier mineral de valor, no es buena noticia. Los mineros extranjeros, atraídos por el alto precio del oro, querrán extraerlo a cualquier costo, y como antaño traerán espejitos, y como antaño encontrarán ingenuos y venales dispuestos a colaborarles. Dirán que la tecnología moderna soluciona cualquier problema, como las tabacaleras que hasta hace poco tiempo anunciaban las bondades de fumar cigarrillos.
No creo que haya que llegar al extremo de la ecolatría, pero si hoy el gobierno ha cedido parcialmente 22 páramos, y es indiscutible el daño ambiental irreparable que hace la minería a cielo abierto, tiene razón quien escribió que la aplanadora minera viene disfrazada de locomotora.
Según la Greystar, la mina de California tiene una reserva de 7.7 millones de onzas de oro y 2.3 millones en plata.
El anterior gobierno concretó una política de exenciones tributarias para inversionistas, concedió más de 1.600 licencias mineras, logrando pasar de un millón de hectáreas tituladas, a 8.5 millones de hectáreas, restando por autorizar otras 40 millones. Es decir, esperan convertir casi la mitad de Colombia en una mina que atraiga 4 mil millones de dólares en esta década.
Es hora de solicitar enérgicamente el esclarecimiento de todos los aspectos de la aplanadora minera, incluyendo los supuestos beneficios económicos y el precio a pagar por ellos.
Y saber que el oro se vende para vanidades superfluas de la humanidad.