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Enemigo Íntimo

Sample ImagePor: Jorge H. Silva Besil

Algunos celebran el final del periodo del Presidente Álvaro Uribe el próximo 7 de agosto, como si fuera un triunfo democrático y el fin de una pesadilla. Una gran mayoría despide al notable presidente con honores nunca antes recordados para mandatario en America Latina. Sin embargo, lejos de estas dos posiciones, considero que la figura de Álvaro Uribe Vélez acaba de iniciar su influencia en la sociedad colombiana, y con ella, en las altas esferas del poder publico. Lejos de una meditación frívola sobre el gran poder clientelista y burócrata que causan ocho años de poder casi absoluto, rayando en lo monárquico, la influencia del próximo ex presidente, será una sombra constante, alta y sobre todo fuerte, que perseguirá a todos aquellos que quieran postular a la primera magistratura, pero sobre todo, para el entrante presidente electo Juan Manuel Santos.

Según muchos analistas durante las pasadas elecciones presidenciales, Juan Manuel Santos era el candidato oficialista del uribismo, y representaba la continuidad de su liderazgo y pensamiento político y social. De hecho, sin el Presidente Uribe a su lado, jamás en su vida pública, Juan Manuel Santos hubiera conseguido un arrasador triunfo en las elecciones y haber sumado el apoyo de la mayor parte de movimientos y partidos políticos. Sin embargo, y tan solo a meses de la elección, el panorama no es tan candido, jovial y continuista como se podía pensar antes de las elecciones.

Durante los últimos días del presidente Uribe, el electo Santos, ha guardado una somera pero importante distancia en el comportamiento público, que ha generado alguna sorpresa en los más ortodoxos uribistas, y los más cercanos al presidente electo. Los recientes hechos del gobierno saliente, y su extraña presentación ante el foro de la OEA, siendo contados los días para terminar su periodo, y los notables avances de la diplomacia de Santos ante los gobiernos de Venezuela y Ecuador, son claros síntomas de una enfermedad que seguramente crecerá con el paso de los meses y que traerá consiguió verdaderos calosfríos entre las fuerzas políticas. Cuando el presidente electo manifiesta que no puede opinar ante el nuevo conflicto colombo-venezolano, como quiera que el periodo del presidente Uribe termina el 7 de agosto, es una forma de decir con simpleza, respeto y margen, que no da la espalda al gobierno, pero que tampoco lo apoya, buscando cambios a partir de su posesión.

Con lo anterior, quiero significar que el gran contendor del Presidente Santos, y sus políticas, en especial las relaciones internacionales, será el ex presidente Uribe, que lejos de estar en el plano de los ex presidentes, se convertirá en la piedra en el zapado, en el enemigo intimo de la nueva administración, siendo el factor disociador de la tan mencionada unidad democrática.

No estoy sugiriendo un rompimiento total entre maestro y mentor, tampoco una pantalla entre colaboradores e ideólogos, pero sí se observaran diferencias notables, criticas acidas, y porque no, que el gran contradictor de Santos sea el propio Uribe, tanto por diferentes formas de entender el Estado, bien por lucha de egos y talentos disímiles. Un fracaso en el gobierno Santos, bien podría ser capitalizado por Uribe, para buscar un nuevo periodo en la casa de Nariño.

En todo caso, es importante recomendar prudencia, que el futuro ex presidente Uribe tome su rol de estadista en uso del buen retiro y se quede en el ubérrimo, emergiendo temporalmente para visitar Medellín y dar conferencias en las Universidades nacionales y extranjeras, dejando al futuro Presidente Santos en la libertad de gobernar. 

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