Por: Horacio Serpa Uribe
Nicolás Castro está en la inmunda, como dicen hoy los jóvenes en su jerga irreverente. Preso en la cárcel La Picota, de Bogotá, se encuentra a la espera de que un juez le resuelva su situación jurídica, luego de que un fiscal lo acusara de instigamiento a delinquir. Su delito: crear, supuestamente, una página en Facebook bautizada “me comprometo a matar a Jerónimo Uribe”.
Ríos de tinta han corrido por el error de este estudiante universitario de clase media alta, al que le pareció divertido navegar por la red y sumarse a una página que manifestaba el desprecio por un hijo del Presidente, más como una reacción juvenil e irresponsable, que como un acto criminal.
La histeria de algunos medios llevó a que las autoridades nacionales buscaran ayuda de la Interpol y el FBI para hallar al culpable del ilícito. La respuesta fue contundente y hoy Nicolás está viviendo el infierno.
Ser parte de esas comunidades no es un delito de lesa humanidad. Pedir años de cárcel para Nicolás es un exabrupto. No se lo merece. De ser así la mitad del país estaría tras las rejas por escribir en los chat de los medios tantas barbaridades contra Piedad Córdoba o los dirigentes de la oposición.
Años de cárcel se merecen criminales como HH, el jefe paramilitar que en las audiencias de justicia y paz reveló que en Urabá asesinó, en un solo año, a más de mil personas. Pero HH solo pagará ocho años de cárcel, algo así como tres días de prisión por cada campesino muerto, descuartizado y cremado.
Pero por su error, para Nicolás están pidiendo años de prisión y un escarnio público peor que el que han padecido los jefes paramilitares, que hasta hace pocos días eran vistos como celebridades con quienes las familias más respetadas de este país fijaban audiencias, celebraban fiestas y hacían negocios. Y les financiaban sus matanzas.
Este es un país hipócrita. Mientras unos piden para Nicolás, la pena máxima, otros claman que los asesinos de más de 25 mil colombianos salgan pronto de prisión sin haber reparado a sus víctimas, ni haber dicho toda la verdad.
Hay mucho de paranoia y esnobismo en este caso. Nicolás ya le pidió excusas a Jerónimo por andar molestando en Facebook. Con eso debería bastar para estar libre. Nicolás, también, rechazó un acuerdo que le propuso la Fiscalía porque debía declararse culpable.
El país debería dejar en paz a Nicolás y asumir con mayor vigor otros debates más importantes. Como la necesidad de crear nuevamente el ministerio de la Justicia, revocar la mayoría de los decretos de la emergencia social, castigar a los responsables de la podredumbre del DAS y su entrega al paramilitarismo, y encontrar caminos para la paz.
Entiendo la molestia de Jerónimo. Sé que nunca debieron crear semejante página en Internet. Pero ya es hora de cerrar este episodio y permitir que Nicolás vuelva a la Universidad, que es donde debe estar y no en una cárcel. Mantenerlo cautivo es mucha injusticia.