Por: Rodrigo Báez Vallejo
Nuestra sociedad actual está plagada de estereotipos, personajes y como dicen los sociólogos de ahora “tribus urbanas”. Están los eternos “gomelos” (que se subdividen según la edad), los yuppies, los lobos, los corronchos, los bacanes, etc. Pero hay dos que siempre han existido y estarán protagonizando por siempre todos los escenarios sociales, económicos y culturales: Los buenavida y los arribistas.
Casi siempre el que hace parte del primero pertenece adicionalmente a otros grupos y su proveniencia puede ser diversa, no necesariamente tiene que ser de familia adinerada, pero pareciera que si porque es de buen gusto natural, innato, siempre le ha gustado las cosas de buena marca, originales; pero por su calidad y su good will. El arribista no, el arribista es de origen humilde o en su defecto de origen arribista, es decir, sus padres y abuelos ya habían venido tratando de demostrar pertenecer a una clase social sin serlo, y por eso este tipo de arribista lo es sin intención, el tipo siempre ha estado engañado. Le gusta las cosas “de marca” (como él mismo diría) pero a diferencia del buenavida el arribista las compra sin saber por qué, y casi siempre las compra chiviadas y ojalá que se vea la marca (chaquetas con letreros grandes atrás, se compró toda la colección de las camisetas Ralph Lauren que traían el caballito grande, etc). El arribista es fanático número 1 de las cosas con la combinación más peligrosa de todas: BARATO Y LOBO.
El arribista cuando se sube a un taxi OBLIGATORIAMENTE debe sentarse en la parte posterior derecha del vehículo, y si es una Dacia no lo toma. El buenavida le da pereza movilizarse en taxi y prefiere arreglar todo para que no le toque hacerlo así le toque esperar que pase el pico y placa sin importar el descuadre en sus citas.
El arribista cuando llega a un sitio público lo hace arrugando la cara para parecer molesto por algo (por lo que sea), saluda al mesero por su nombre y si no lo conoce pregunta por el que conoce (o a veces no lo conoce, sólo lo simula e inventa un nombre) y luego pregunta por el administrador o propietario. El buenavida cuando llega casi siempre conoce a alguno de los clientes, y es a él quien los meseros lo saludan por su nombre y no le molesta si no le dicen ingeniero o doctor o si la mesa que regularmente usa está ocupada.
El arribista llega a una fiesta con el regalo más caro de la lista sin ser tan cercano. Él cree que siempre lo más caro es lo mejor, esto lo aplica con el licor, la ropa, los regalos, etc. El buenavida muchas veces no va a las fiestas si no es tan cercano, y cuando lo hace ya le habían dicho que por favor no llevara regalo, sin embargo él lo lleva, uno no tan costoso pero lo compró pensando en el gusto del agasajado.
Es curioso, pero el arribista a veces tiene más dinero que el buenavida. Casi siempre el arribista es una versión mejorada del lobo o es un ex-lobo. El arribista es socio de algún club y siempre que va pasa alguna vergüenza. El buenavida no, él va porque lo invitan. El buenavida tiene buen carro, buena casa y dentro de ella artículos de excelente calidad y marca, no importa si está endeudado. El arribista es común verlo con un Audi o BMW pero modelos ochenteros, apartamento super bien ubicado pero del tamaño de su autoestima y dentro de él los muebles y comedor antiquísimos pero no los cambia por “su valor sentimental”.
El celular del buenavida es último modelo y de una marca reconocida. El del arribista es marca “guachuguachu” pero (como diría él) “tiene todo lo que tiene el último Blackberry”. El arribista muestra sus accesorios para que le vean la marca grande que lleva plasmada. Al buenavida le preguntan por sus accesorios y casi siempre le tienen que preguntar por la marca, pues no se ve a primera vista. El arribista juega golf con ropa y palos de las marcas más caras así no tenga idea alguna el por qué lo son y además juega pésimo y a nadie le gusta jugar con él, excepto porque paga la cuenta en el hoyo 19. El buenavida juega golf muy bien, además lo disfruta, puede jugar en bermudas, relajado (él si sabe para qué es que se juega) pero se le nota la clase desde el primer swing. El arribista envidia al buenavida y lo imita con frecuencia, obviamente fracasando en su intento. Al buenavida le parece gracioso el arribista.
El arribista cuando habla de política siempre tendrá afán por demostrar su afinidad por el capitalismo, la propiedad privada y la plusvalía, por ende se declara uribista, republicano y antichavista a los cuatro vientos. El buenavida es parco frente al tema en público, y en privado se ríe de ello.
Con la mujer arribista pasa algo muy particular. Se pone más en evidencia porque hace todo lo que el arribista hombre pero multiplicado por dos. Usualmente sale con hombres igual de arribistas, pero cuando le va bien logran enamorar a un tipo bien (que no conoce de dónde viene ella) y ahí es donde la embarra. Se transforma, para sorpresa de sus antiguas amistades quienes la conocen de años atrás, habla de viajes, ropa, amistades influyentes, dinero; sin que nadie se lo pregunte y ahora resulta que ya no sale donde antes lo hacía, ni con quien solía hacerlo, ni toma lo que siempre tomaba. Es extremadamente fácil de identificar y su conducta resulta chocante al comienzo pero risible al final.
El buenavida y el arribista se esmeran por trepar en la escala social. Lo que pasa es que el buenavida puede cambiar de carro, de casa, de ropa, logra buenas y nuevas amistades sin desechar las de años atrás; pero nunca cambia su ESENCIA, que al final es lo que más nos identifica a todos, más que la cédula, nuestro apellido, nuestra cuenta bancaria o nuestra tarjeta de presentación.