El fenómeno de periodistas que trabajan al servicio de mafias políticas es un tema preocupante y complejo que afecta profundamente la credibilidad de los medios de comunicación y la salud democrática de una sociedad.
Estos periodistas, en lugar de cumplir con su deber de informar de manera objetiva y honesta, se convierten en herramientas de propaganda y manipulación al servicio de intereses corruptos.
Las mafias políticas suelen buscar controlar la narrativa pública para proteger sus propios intereses y perpetuar su poder.
Para lograrlo, compran periodistas mediante diferentes métodos, como la corrupción económica y política. Estos periodistas, en complicidad con estos grupos, publican noticias y reportajes que favorecen a sus patrones, distorsionan la realidad o difaman a los oponentes de estas mafias.
El Presidente no se refería a todas las periodistas. Ellas son unas poquitas y saben quiénes son, porque lo son. El país también lo sabe porque ya no nos mienten más. El engañar con estos titulares es precisamente lo que se critica del trabajo de los medios de comunicación. https://t.co/hNrcd62sEk
— Wally. (@MeDicenWally) September 2, 2024
El impacto de este tipo de periodismo es devastador.
La confianza del público en los medios se erosiona, y la desinformación se propaga, creando un entorno en el que es difícil para la ciudadanía discernir la verdad. Además, la manipulación mediática puede influir en elecciones, políticas públicas y en la percepción que la sociedad tiene de su propia realidad, perpetuando la corrupción y debilitando las instituciones democráticas.
En algunos casos, los periodistas que colaboran con mafias políticas pueden hacerlo por ambición, beneficiándose económicamente o escalando posiciones dentro del círculo de poder. Independientemente de las razones, la participación en estas prácticas es una traición a los principios éticos del periodismo y a la confianza que el público deposita en ellos.
El término «muñecas de la mafia»
El término «muñecas de la mafia» es a menudo utilizado para describir a periodistas, o más comúnmente a mujeres, que colaboran o están vinculadas de alguna manera con mafias políticas y del narcotráfico. Este término tiene connotaciones profundamente problemáticas y peyorativas, que van más allá de la simple descripción de una conducta, y se adentra en el terreno de la deshumanización y la estigmatización.
En primer lugar, el uso de la palabra «muñecas» tiene implicaciones sexistas, ya que reduce a las mujeres a meros objetos de manipulación, sin autonomía ni voz propia.
Implica que estas mujeres, en lugar de ser agentes con libre albedrío, son simplemente figuras decorativas que están a merced de las mafias, lo que niega su capacidad de tomar decisiones, independientemente de cuán condenables sean estas.
A pesar de las diferencias que pueda tener con algunas periodistas, jamás haría una insinuación como la que hizo el presidente, y nunca lo haría porque he sido víctima de ese tipo de violencia, sólo por tener OnlyFans. He sido apartada de muchos espacios profesionales, políticos…
— Julieta (@LaJulietaMM) September 2, 2024
Además, el término refuerza estereotipos de género que presentan a las mujeres como débiles, sumisas y manipulables, lo cual es injusto y contraproducente para cualquier análisis serio de su participación en actividades ilícitas.
El término “muñecas de la mafia” puede ser contraproducente en el debate público, ya que en lugar de fomentar una discusión sobre las causas estructurales que llevan a algunos periodistas a involucrarse con mafias, se enfoca en una culpabilización simplista y en la demonización de las personas involucradas.
Es fundamental abordar el problema desde una perspectiva que considere tanto la responsabilidad individual como las dinámicas de poder que subyacen a estas relaciones corruptas.
Combatir este fenómeno requiere un esfuerzo concertado de varios actores.
Los medios de comunicación deben reforzar sus políticas de transparencia y responsabilidad, mientras que la sociedad civil y las organizaciones de derechos humanos deben vigilar y denunciar cualquier caso de corrupción periodística.
Por su parte, el Estado tiene la responsabilidad de garantizar la libertad de prensa y proteger a los periodistas que trabajan de manera independiente, asegurando que no sean víctimas de represalias por parte de estas mafias.
Aunque la intención detrás del término «muñecas de la mafia» fue la de criticar la colaboración de ciertos periodistas con mafias políticas y del narcotráfico, su uso es problemático debido a sus connotaciones sexistas, deshumanizantes y simplificadoras.
Como mujer, como abogada y como periodista de muchos años de experiencia, no me siento aludida por las palabras del presidente @petrogustavo en su discurso sobre las chicas de la mafia.
— Maria Niny Echeverry (@Marianiniecheve) September 1, 2024
Por dos razones: quienes se sintieron aludidas sacaron de contexto el enunciado del Pte y…
Es más constructivo y justo referirse a estos periodistas de manera que se reconozca su responsabilidad sin recurrir a términos que perpetúan estereotipos y desinformación.
Finalmente, la prensa que trabaja al servicio de mafias políticas representan una grave amenaza para la democracia y el bienestar social. Es vital que la sociedad en su conjunto tome conciencia de este problema y trabaje para erradicarlo, promoviendo un periodismo libre, honesto y comprometido con la verdad.
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