Por: Jairo Andrés Amaya García
Esta es la historia de una ciudad petrolera que conozco que está marcada por la lucha y también por la violencia.
Este pueblo ha tenido que soportar de forma heroica, conflictos de todo tipo, luchas sociales, luchas impulsadas desde la extrema izquierda y desde la extrema derecha. También luchas territoriales y por negocios ilegales, pero adicionalmente ha tenido que soportar el flagelo de la corrupción.
Gobiernos nefastos, gobiernos corruptos que ayudaron a crear ‘una forma de vida’ que fue adoptada por muchas personas, grupos de personas que se protegían, unos a otros, con tal de asegurar el beneficio personal, buscando el beneficio mutuo.
— ¿Cómo?
Llenando los bolsillos con dineros municipales.
Y así funcionaron como una aceitada maquinaria para robar y así trabajan para hacerle oposición al gobierno de turno que no se acomode a sus intereses.
Esta ‘forma de vida’ no ha permitido el avance de aquella ciudad.
La idea es que «el tipo deja trabajar», «el tipo deja que yo gane algo», «con el tipo si se puede hacer billete» y la peor de todas: “el tipo roba pero deja robar».
Esa visión de la vida pública tiene un nombre: El Tunebismo.
El Tunebismo es el estilo de gobierno preferido por muchos en aquella ciudad. Preferido por los parásitos que creen que la única forma de trabajar es a cosillas del gobierno.
Pero lo más asombroso es que El Tunebismo se transforma, se camufla, sufre una metamorfosis severa.
Cuando está en el poder lo primero que hace es silenciar voces, no importa cuántas sean, el dinero alcanza para todo y silenciar a quien denuncia es su hobbie favorito.
El Tunebismo, a peso de dinero, ha creado una especie de ‘farándula criolla’, bien reconocida, que ayuda a sostener la imagen en aquella urbe. Viven de la apariencia ‘demostrando’ el progreso de la ciudad que sólo ellos viven…
El dinero se lo gastan sin ningún pudor.
Estos mismos individuos, bien reconocidos en todos los bares de la ciudad, también sirven para ‘indignarse’ y acusar al gobierno de turno —que no sea Tunebista— de las fechorías que ellos, normalmente, hacen cuando están gobernando.
Las fotos en la torre Eiffel de París o en la Quinta Avenida de New York son bastante comunes entre los Tunebistas, pero se ofenden y se rasgan las vestiduras cuando otros apenas van a Cartagena o Santa Marta.
El Tunebismo despilfarra el presupuesto municipal en proyectos inservibles, en otorgarles contratos a familiares de candidatos a la Alcaldía para que de ahí financien sus campañas. El Tunebismo contrata a destajo para acallar a tantos como pueda.
Obviamente la ciudad sufre y al final de cada gobierno Tunebista el hueco fiscal se vuelve enorme y el desarrollo es igual a 0 (cero), pero las familias y amigos del Tunebismo siguen felices.
Es una forma de vida y existencia parasitaria.
El discurso en defensa de la ciudad sólo le sirve para mostrarse ‘amigo’ de la gente, cuando solo quiere asegurar el voto ciudadano que es lo que alimenta al Tunebismo y así seguir enquistado en el poder.
El Tunebismo es dirigido por alguien a quien llaman ‘El Tunebo’, personaje que en esa ciudad petrolera ha repetido tres (3) veces su alcaldía con resultados nefastos para la empobrecida ciudad.
Paradójicamente, Tunebista que se respete tiene casa propia y buen carro, de camionetas Toyota o de marcas tan costosas como un Audi.
El Tunebismo tiene sus cosas, es estratega, sabe y entiende que su imagen en algún momento puede ser dañada con tanto escándalo y prepara gente de sus más íntimas entrañas. Utiliza gente joven, con discurso honesto, que toma la bandera de la ‘anti corrupción’ para engañar a incautos y con mala memoria.
En esa ciudad actualmente gobierna un contrario al Tunebismo, alguien que ha recibido todo el ataque del Tunebismo en diversas formas, con resultados negativos en sus pretensiones de recuperar el poder.
Ojala aquella ciudad logre desterrar de una buena vez al Tunebismo, su forma de gobernar y que jamás permitan su regreso al poder.
Esta gran ciudad ha superado las ‘guerras de la izquierda’ y las ‘guerras de la derecha’, pero sólo le falta una victoria más, sepultar de una buena vez al Tunebismo.
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JAIRO ANDRÉS AMAYA GARCÍA es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL. Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]