Por los mismos días en que estalló el escándalo por el artículo del New York Times que denunciaba el regreso de los falsos positivos mediante directrices trazadas por la comandancia del Ejército, y se conocía del bochornoso ocultamiento que hizo Semana de esa misma información, se supo también de una carta que más de 260 intelectuales de Colombia y el mundo le dirigieron al presidente Iván Duque, donde le expresan su preocupación por el “sistemático derramamiento de sangre” y advierten que “desde los lugares de poder gubernamental y los medios de comunicación, se incita a una escalada de odio y violencia que rompe la poca paz alcanzada». (Ver carta).
Así es, y lo que viene ocurriendo con ciertos medios de comunicación encierra un mensaje preocupante. La salvación moral de la nación debería descansar sobre estos como vigilantes del poder y en función de evitar sus abusos, pero con frecuencia cada vez mayor a algunos -de los más poderosos- se les ve practicando precisamente lo contrario.
Digámoslo a calzón quitado, asistimos a la prostitución del periodismo en manos del gran capital. Un segundo ejemplo lo constituye el otrora diario más representativo de Colombia y el más liberal, El Tiempo, hoy en manos de un banquero a quien mucho le sirvió la oficiosa colaboración que desde la Fiscalía General le brindó su exempleado Néstor Humberto Martínez para sacarlo impune en el caso Odebrecht, pero dejó por el piso su credibilidad como periódico.
En medio de la desazón que producen los principales medios en manos del capital financiero, una señal de que no todo está perdido la da la última columna de Daniel Coronell, donde critica a la misma Semana que le publica sus columnas, apuntando su afilado estilete sobre el director, Alejandro Santos Rubino. Según Coronell la revista “emprendió un camino más relacionado con la conveniencia política que con el deber periodístico”, y según Santos desde su cuenta de Twittter “siempre defenderemos la libertad de expresión, aún la de los columnistas que critican a su casa editorial. Actuamos con rigor y responsabilidad y jamás hemos engavetado -ni engavetaremos- investigaciones periodísticas de interés público”. En todo caso, Coronell puso el dedo en la llaga cuando señaló que Semana “privilegió su relación con el gobierno sobre su deber de informar a los ciudadanos”.
Ahora bien, señalar la mayor responsabilidad en el director del medio es buscar el ahogado río arriba, pues los periodistas están sujetos -o si se quiere maniatados- a los intereses políticos y económicos de los dueños, y “donde manda capitán no manda marinero”. Falta ver en qué estarían pensando Felipe López o sus nuevos socios, los Gilinski, cuando prefirieron ponerse del lado del gobierno al no publicar la información. En tal sentido, me atrevo a pensar que donde Coronell ve una conveniencia política, se percibe más bien la búsqueda de una utilidad económica, en cuanto a que semejante “ayuda” podía verse compensada a futuro con la presentación de la respectiva cuenta de cobro.
Lo preocupante es que con tal tipo de prácticas la polarización ha terminado por contagiar al periodismo, ubicando a los medios en dos bandos: los amigos del gobierno… y los otros. Estos últimos, o sea los independientes, requieren del más decidido apoyo colectivo, pues luchan a brazo partido para no convertirse en meretrices del poder político y/o económico. Entre ellos todavía brillan con luz propia los nombres de El Espectador, Noticias Uno, La Silla Vacía o Las 2 Orillas, aunque dando una batalla desigual, en consideración a que “poderoso caballero es don dinero”.
Hablando de los periodistas que privilegian su relación con el gobierno, está lo que el pasado lunes 27 dijo el director de Blu Radio, Néstor Morales, contra Daniel Coronell: palabras más palabras menos, que “el que las hace las imagina”, y que por qué cuestiona a la revista que le dio trabajo pero nunca cuestionó al gobierno de Juan Manuel Santos, y preguntaba si eso sería porque “le dieron un noticiero gratis». Morales está en libertad de opinar sobre un colega suyo, pero hay temas en los que quizá debería declararse impedido, en su condición de “primer cuñado de la nación”. Sea como fuere, Coronell lo puso en su sitio cuando le enrostró una copiosa serie de publicaciones críticas que hizo contra -y durante- el gobierno de Santos. (Ver trinos).
Mejor dicho, nunca antes como ahora estuvo en mayor riesgo la libertad de prensa. El modo atrabiliario como reaccionó el gobierno -en cabeza del canciller y el ministro de Defensa- contra uno de los diarios con mejor reputación internacional, sumado al temerario señalamiento que le hizo la senadora María Fernanda Cabal al periodista Nicholas Casey y que obligó a su salida del país para proteger su integridad física, exige adoptar medidas de choque en defensa del periodismo (y de la verdad, en últimas).
La urgencia del momento es tratar de impedir que se siga ‘perrateando’ el ambiente, y en tal dirección lo ideal sería conformar un frente unido de medios independientes que cada cierto tiempo monitoree el estado de la nación, vele por el cumplimiento de las normas que hacen posible el respeto a los derechos humanos y las libertades públicas, y haga pronunciamientos que sirvan como mecanismo de presión, en particular sobre el gobierno de Iván Duque, que desde muy temprana hora comenzó a mostrar sus garras hacia la imposición de un modelo autoritario que llegó a comprar lealtades (“todo hombre tiene su precio”, decía don Vito), a trabajar para los ricos y a restringir libertades. Todo ello amparado en que cree contar con la tácita aprobación de Donald Trump, y sin desconocer la eficaz colaboración que ha recibido de una soterrada alianza entre la DEA y la Fiscalía, sobre todo a la hora de armar montajes para hacerle daño al tribunal de justicia transicional conocido como JEP.
En este contexto, la invitación es a que El Espectador lidere la iniciativa aquí expuesta. Don Fidel, hable ahora o calle para siempre.
DE REMATE: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas”. Atribuido a George Orwell.
Respuesta del director: Cada medio es libre de ejercer el periodismo como mejor le parezca y su audiencia será la que lo juzgue. Yo respondo por El Espectador, donde he sido libre para ejercer el periodismo en el que creo. Pero no espere de mí que lidere una suerte de gremio de medios independientes para que todos sigamos una misma línea de acción. También tengo diferencias netamente periodísticas con muchos medios independientes –y no creo que yo tenga más razón que ellos, no, simplemente que lo haría diferente–. Creo más en la pluralidad de voces y de estilos, para que sean los ciudadanos los que seleccionen y premien con su confianza a quienes les parezcan mejores.
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