A Duque le tocará lidiar tres frentes: a Petro en las calles, a Uribe respirándole en a la nuca, y al Congreso sin partidos.
Al igual que el discurso de posesión de Santos donde dijo que tenía en el bolsillo ‘las llaves de la paz’, el electo presidente Duque fue muy enfático en que su propósito será la unión de todos los colombianos. Esto bien interpretado debe entenderse como que no pretende continuar con la polarización sino por el contrario combatirla.
Y esto a su turno implica que no reforzará las actitudes peleoneras de Álvaro Uribe.
Pero esto no corresponde a una ‘traición’ o ‘deslealtad’ sino a un acto de realismo o de civismo pues es lo que una sociedad -y en este momento especialmente la nuestra- necesita.
La polarización o desunión que busca acabar no es la de tendencias de izquierda y derecha que las debe entender como la esencia de la democracia. Lo que ha dividido al país es el enfrentamiento prácticamente personal entre el expresidente Álvaro Uribe y su sucesor Juan Manuel Santos.
Esta confrontación se articuló alrededor del tema de los acuerdos de paz de La Habana, hasta focalizarse en dos puntos. Estos los concretó la futura vicepresidente (¿vicepresidenta?) en que era inaceptable que los guerrilleros pasaran de la guerra al Congreso sin cumplir antes ningún requisito; y que la Justicia Especial para la Paz debía ser ajustada para que las obligaciones que se contemplaban para el movimiento armado como tal -entrega de recursos, cumplimientos de los principios de verdad y reparación, abandono del narcotráfico como conexo con el delito político , etc.- fueran también aplicables individualmente y su incumplimiento se reflejará en sanciones penales.
Pero seguramente el Dr. Duque entiende que comenzar un gobierno buscando imponer una línea que divide al país en dos es contraproducente, especialmente si de verdad su objetivo es acabar la polarización.
Aunque la trayectoria del Dr. Duque no muestra ninguna experiencia en liderazgo político o en ejercicios administrativos, sí muestra que si algo no es torpe.
Y además el conocimiento que sí tiene es el del Congreso y de los congresistas.
Por un lado, sabe que la mermelada que necesitaría para sacar un proyecto que requiere votos no comprometidos como los del Congreso que fue elegido (el Centro Democrático sacó solo el 20 %) sería infinita.
Por otro lado, debe evaluar que las reformas constitucionales por la vía de Actos Legislativos no se pueden sacar en menos de dos legislaturas, o sea que tendría el desgaste de más de un año antes de poder cambiar algo de los acuerdos. Como además como principios generales de Derecho existen el de favorabilidad en el campo penal y el de no retroactividad, los cambios propuestos serían inocuos o inaplicables. No habrá ni trizas ni ajustes de fondo para los acuerdos.
Para no defraudar totalmente a Uribe y los uribistas es probable que la idea de ‘una sola Corte’ sí la defienda puesto que tiene aceptación por diversos sectores, más en la rama de la Justicia que de la política.
Pero más allá de los temas que fueron a la coyuntura electoral, lo que recibe el nuevo mandatario es un país en crisis. Crisis económica porque así se presente como un ’repunte’. La verdad es que las proyecciones mismas de crecimientos del PIB de menos del 3.5 % en el promedio de estos tres años es una catástrofe y más cuando ésta se debe al desmantelamiento, del sector productivo (industria, manufactura, agricultura). Crisis social, cuando todas las reformas –de las Pensiones, de la Educación, de la Salud, etc.- están pendientes y se ha fijado como objetivo del Estado sólo el crecimiento económico sin atacar directamente el desempleo y la desigualdad (donde tenemos el poco honroso puesto, de estar entre los más altos del mundo). Crisis de la Justicia con el agravante de que no se proponen reformas para atender el problema del ciudadano sino reestructuraciones en la cúpula donde entre ‘choques de trenes’ y contaminación por la relación con los órganos políticos la han paralizado. Crisis política con la desaparición de los partidos, y la privatización de los contratos como fuente de financiación de las campañas.
En fin… Duque sabe que los diez millones de votos no son suyos, sino unos de Uribe y otros contra Petro.
Le tocará lidiar tres frentes: a Petro en las calles (puesto que su oposición en el Parlamento será sólo de discursos ya que no cuenta bancada ni con muchas simpatías); a Uribe respirándole en el cuello (puesto que aunque sostengan que tanto el nuevo presidente como el ex comparten el propósito de evitar que aparezca como un gobierno ‘en cuerpo ajeno’, Uribe nunca renunciará a un protagonismo de primera línea); y al Congreso donde no existen partidos ni tiene él ascendencia o liderazgo sobre nadie y la ‘gobernabilidad’ depende de la compra voto por voto.
No hay motivos para el optimismo que pregonan….
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