Por: Horacio Serpa Uribe
La elección de Juan Manuel Santos y Angelino Garzón como Presidente y Vicepresidente de la República ha creado un nuevo clima político marcado por la distensión, el comienzo del fin de la polarización política y la expectativa de que habrá cambios profundos en algunos temas vitales de la agenda nacional e internacional de Colombia.
El primero de esos temas tiene que ver con el restablecimiento de la confianza en las relaciones internacionales con el vecindario, afectadas durante los últimos años por el distanciamiento personal de los presidentes Uribe, Chávez, Correa, Morales y Ortega, originado en el alineamiento carnal de nuestra diplomacia con Estados Unidos, en la era Bush, y por el tema de las bases militares en la era Obama.
En buena hora, las cosas parecieran comenzar a tomar otro rumbo con Ecuador, después del bombardeo colombiano a la región de Angostura para cazar a Raúl Reyes y cortarle la cabeza a la diplomacia de las Farc. El Presidente Correa parece dispuesto a venir a Bogotá a la posesión de Santos y no se descarta que Chávez haga lo mismo. 500 mil empleos perdidos en los últimos tres años, como consecuencia de ese agrietamiento de las relaciones con los vecinos, dan fe de lo costoso que ha sido este episodio.
Es urgente recuperar el camino de la integración latinoamericana. Colombia no puede aislarse del continente, por razones económicas, políticas y estratégicas. Necesitamos ratificar que somos parte del continente y que nuestros pies y nuestras esperanzas están en América Latina.
La tarea que tiene por delante la designada Canciller María Ángela Holguín es enorme. Ella tiene el talente y la capacidad para acometer la tarea, y cuenta con el liderazgo del presidente electo, que ha anunciado una política exterior para el desarrollo y la integración. Y ha explicado que nunca se repetirán los bombardeos a ningún otro país y que trabajará para la integración y el entendimiento con todo el mundo.
El otro tema vital es el establecimiento de una vigorosa política de derechos humanos, que nos permita superar la crisis humanitaria que nos afecta, como consecuencia de un conflicto armado interno inagotable, que protagonizan paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes.
Cuatro millones de desplazados, miles de fosas comunes, desaparecidos, líderes de oposición, sindicalistas y dirigentes de ONG amenazados y exiliados son el resultado de un país cruzado por la barbarie.
El Presidente electo y su vicepresidente tienen en sus manos una responsabilidad histórica: crear condiciones para que el mundo mire a Colombia como un país respetuoso de los derechos humanos, en donde nadie sea asesinado ni perseguido por hacer oposición o defender la democracia.
La agenda internacional tiene mucho que ver con los derechos humanos. Los TLC con Europa, Canadá y Estados Unidos están supeditados a resultados tangibles en ese campo. En Colombia tiene que ser posible la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas, y tiene que surgir una nueva oportunidad para la paz. Son los retos del mandatario electo.