Por: Horacio Serpa Uribe
En los últimos cuarenta años los colombianos no habíamos tenido la oportunidad de votar en paz. Lo hicimos el pasado domingo en la primera vuelta de las elecciones presidenciales más cortas y atípicas que se recuerden. Unas elecciones marcadas por el fervor de los jóvenes, los debates televisivos y las encuestas.
Conocidos los resultados electorales es evidente que las encuestas fallaron y son perdedoras. No vaticinaron las cifras finales, invisibilizaron a los candidatos “menores” que luego dieron la sorpresa, aumentaron el clima de polarización y llenaron de falsas expectativas a los ganadores de la segunda vuelta.
La realidad demostró que quien lideró durante más tiempo las encuestas resultó debajo del ganador por más del 25 por ciento. El triunfalismo inicial que le dieron los sondeos, la falta de experiencia en cuestiones electorales y errores de comunicación, frenaron la ola verde que muchos llamaron un tsunami.
A pesar de la abultada diferencia entre los dos ganadores de la jornada, habrá segunda vuelta, un logro destacado para el nuevo partido que hace apenas tres meses no existía como opción de poder, ni amenazaba a los líderes más experimentados.
Haberlo logrado es una hazaña para una organización que ha convocado la participación de las nuevas generaciones y se perfila como protagonista de la política en la década que comienza.
Otro resultado es que el Partido de la U se consolida, en desmedro de organizaciones electorales con más de 160 años de historia, con una larga tradición y hondo arraigo popular. El liberalismo y el conservatismo hoy están en cuidados intensivos. Ya tendrán tiempo para reponerse. Cambio Radical emerge con un nuevo liderazgo. Y el Polo sigue su batalla por asegurar un lugar digno para la izquierda democrática.
Otro fenómeno fueron los debates televisivos que facilitaron el acceso de los aspirantes a los hogares. Las debilidades de unos y las fortalezas de otros, se evidenciaron. Ello, sumado a la guerra sucia y el miedo, permitieron el reacomodamiento de los electores, muchos de los cuales decidieron su voto en el último momento.
A pesar de los logros del Mandatario saliente, cuya autoridad política se ratificó con los resultados, es grande la tarea que tendrá por delante el nuevo Presidente, porque son muchos los problemas que requieren acción urgente.
La solución del conflicto armado, la corrupción, el desempleo, la crisis humanitaria, el déficit fiscal, el colapso de la salud, la prórroga del proceso de justicia y paz y la integración latinoamericana, son temas urgentes.
Faltan tres largas semanas para definir el destino colectivo. Una decisión histórica. No hay lugar a equivocaciones.
En política lo único cierto es lo que ya pasó. Y como en los partidos de fútbol, el resultado solo se conocerá cuando suene el pitazo final. Cuando ello ocurra, la nación tendrá que reconciliarse y sanar las heridas dejadas por el proceso. No podemos seguir el camino de la polarización, ni el de los odios partidistas. Invito a pensar el voto y decidir en paz.