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Cuando Mockus habla sobre la filosofia del «Todo Vale» se refire es a esto:

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Vía Libre
El legado de Uribe
Por: Renson Said Sepulveda

Se va Álvaro Uribe y deja un país devastado en todos los aspectos: en lo político, en lo económico, en lo ético, en lo social. Desde el Manual elaborado en Casa de Nariño para desprestigiar (y amenazar) a periodistas, sindicalistas y magistrados de la Corte Suprema, hasta las ejecuciones extrajudiciales a nombre de la Seguridad Democrática. De Uribe queda el uribismo,  que es una nueva forma de hacer política a través de la doctrina del señalamiento según la cual todo el que esté en contra del gobierno es terrorista. También deja un país con una línea de pobreza que alcanza el 62 por ciento, el aumento de la economía informal y el desplome rotundo del sistema de salud. Hoy es más ancha la brecha que separa los ricos de los pobres. Con Uribe los ricos se volvieron más ricos (recuerden ustedes quiénes fueron los beneficiarios del programa de Agro Ingreso Seguro) y los pobres tocaron el fondo de la miseria. Un país pobre es más fácil de manipular, como lo ilustra el manejo que se le dio en estas elecciones al programa de Familias en Acción y a la compra de votos y a la venta de puestos. Y con esto pasamos a la compraventa.

Habábamos de lo político y de lo económico, en este gobierno. Y ¿la ética?  Desde sus tiempos de Gobernador de Antioquia Álvaro Uribe está acostumbrado a ponerle precio a todo. ¿Cuánto vale Fabio Valencia Cossio, que fue uno de los primeros políticos colombianos en señalar que Álvaro Uribe era un paramilitar? Vale un ministerio. Uribe sabe cómo cerrarle la boca a sus contradictores. A Horacio Serpa lo calló con una embajada. También sabe vender cosas: desde su propia conciencia a las mafias locales que lo apoyan hasta la soberanía nacional que vendió al gobierno de los Estados Unidos a través de las bases militares que deterioraron las relaciones diplomáticas y económicas con América Latina. Compró una mano cercenada y respaldo político con consulados y embajadas. A su bancada le decía que votaran rapidito la reelección antes de que cayeran presos. Todo tiene un precio para Uribe porque se mueve bajo la moral traqueta de pistolero de barrio. Luego del escándalo del programa de Agro Ingreso Seguro se supo que sus beneficiaros fueron los mismos que aportaron significativas sumas de dinero a la campaña reeleccionista de Uribe Vélez.  Es perverso: intentó convertir a los universitarios en una red de sapos a sueldo. La delación del crimen debe ser un acto cívico. Uribe buscaba socavar la ética y mandar el mensaje a la juventud que de que no hay que denunciar a los criminales como deber ciudadano sino a cambio de plata. Esa lógica fue la que desembocó en las ejecuciones extrajudiciales que se conocen con el eufemismo de “falsos positivos”. Militares que, por cobrar una recompensa, secuestraban y luego descuartizaban a jóvenes desempleados de varias regiones del país. Fueron más de 2200 crímenes y se encontraron fosas comunes con más de dos mil personas enterradas: el registro macabro más grande la historia.

Todo esto llevó a descomponer la sociedad. A polarizarla. A dividirla entre uribistas y antiuribistas. Entre amigos del Estado y terroristas. Entre el bien y el mal. Entre el yin y el yang. También acabó con los partidos políticos y dio paso a la creación de carros de basura electorales como el PIN o el partido de la U que, en su tiempo, se opuso de manera descarada a que sancionaran a los parapolíticos investigados.

Nos quedó la parapolítica, la yidispolítica, la narcopolítica, la mafiocracia. En fin. Álvaro Uribe destrozó a Colombia en todos los aspectos. Y para que el país se siga derrumbando desde sus propios escombros nos deja de regalo a Juan Manuel Santos.

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