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Colombia no puede ceder ante los magnicidas: la democracia no se paraliza por miedo

No podemos permitir que el asesinato o la amenaza logren lo que no se puede en las urnas o en el debate público. Si renunciamos a los procesos democráticos por miedo, entonces no solo habrán vencido los violentos, sino que habremos institucionalizado su forma de hacer política.

En momentos de profunda incertidumbre y amenaza, los pueblos tienen dos caminos: ceder al miedo o resistir con esperanza. Colombia enfrenta hoy uno de esos momentos decisivos

Las voces que claman por detenerlo todo —el Congreso, las marchas, las sesiones del Consejo Electoral, el concierto de la esperanza e incluso la Consulta Popular— no buscan preservar la democracia, sino frenarla. Y esa es una concesión que el pueblo colombiano no puede permitirse.

El atentado contra el senador Miguel Uribe no puede convertirse en la excusa perfecta para institucionalizar el miedo como forma de gobierno. 

Por el contrario, debe ser un llamado a fortalecer los mecanismos democráticos y a demostrar que ni las balas ni la intimidación podrán decidir el rumbo del país. Colombia no puede seguir cediendo ante los magnicidas institucionales ni ante los determinadores de crímenes políticos que buscan, por medio de la violencia, desestabilizar el sistema y paralizar los avances sociales.

La Consulta Popular 

La Consulta Popular, propuesta como una herramienta para recuperar beneficios laborales que le fueron arrebatados al pueblo durante gobiernos anteriores, representa hoy mucho más que una medida política. 

Es un símbolo de resistencia democrática y de justicia social.  Abandonarla bajo el pretexto de inseguridad sería no solo ceder ante el miedo, sino validar el uso del terror como arma legítima de presión política.

Ahora quieren suspenderlo todo: la actividad legislativa, las movilizaciones populares, los espacios culturales, la expresión ciudadana y el ejercicio directo de la democracia. 

¿Para qué? 

Para que el miedo se apodere de las instituciones, para que los sectores armados o con poder criminal impongan la agenda nacional. Pero la respuesta a esos intentos no puede ser el silencio ni la pasividad. Debe ser más democracia, más participación, más unidad y más conciencia.

La verdadera solidaridad con las víctimas de los magnicidios, las amenazas y las intimidaciones, no se expresa con la inacción. Se expresa con coraje cívico

Si el Congreso deja de trabajar como gesto simbólico, también lo hará el pueblo

Pero si el Congreso se mantiene firme, el pueblo sabrá seguirlo. La parálisis institucional como muestra de duelo es válida por un momento, pero la parálisis prolongada solo beneficia a quienes desean perpetuar el caos.

No hay mayor homenaje a las víctimas de la violencia política que avanzar hacia una democracia real, profunda y participativa. 

Frenar la Consulta Popular es entregarle la victoria a quienes han recurrido al crimen para frenar el cambio. Por eso, hoy más que nunca, es necesario multiplicar la esperanza. Convertir el dolor en acción, la indignación en propuesta, el miedo en movilización.

Colombia no puede aceptar que los crímenes políticos se conviertan en mecanismos de veto

No podemos permitir que el asesinato o la amenaza logren lo que no se puede en las urnas o en el debate público. Si renunciamos a los procesos democráticos por miedo, entonces no solo habrán vencido los violentos, sino que habremos institucionalizado su forma de hacer política.

Este es el momento de decidir: o se cede al miedo o se construye una nueva historia. El llamado es claro: sigamos adelante. Por la vida, por la democracia, por el país que merecemos.


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