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El Fracking y la Política: ¿Por qué algunos candidatos lo promueven a pesar de su daño ambiental?

Es momento de exigir compromisos claros y acciones concretas frente al fracking, porque el futuro del país no puede seguir hipotecándose en nombre de intereses privados ni de promesas de desarrollo que destruyen lo que más deberíamos proteger: nuestra tierra, nuestra agua y nuestra vida.

A pesar de la creciente evidencia científica sobre los efectos nocivos del fracking, es preocupante observar cómo algunos políticos en campaña no solo lo minimizan, sino que lo promueven activamente.

Este fenómeno genera inquietud, especialmente cuando esas tesis son bien recibidas por líderes del sector financiero y económico, quienes – al igual que algunos candidatos – parecen ver en esta técnica extractiva más una oportunidad de negocio que una amenaza ambiental.

El fracking, es una técnica utilizada para extraer gas y petróleo no convencional mediante la inyección de agua, arena y químicos a alta presión en el subsuelo.

Sus consecuencias medioambientales han sido ampliamente documentadas

Contaminación del agua subterránea, emisión de gases de efecto invernadero, deforestación, pérdida de biodiversidad, afectación a la fauna y flora local, e incluso sismicidad inducida.

Cada uno de estos impactos representa una amenaza directa al equilibrio ecológico y a la salud de las comunidades cercanas.

Paradójicamente, los políticos que promueven el fracking suelen estar alejados tanto de los entornos rurales como de la ciencia ambiental. No son activistas, ni científicos, ni habitantes de zonas afectadas.

¿A qué obedece el respaldo al Fracking?

Su respaldo a esta técnica obedece, en muchos casos, a intereses económicos, alianzas con grupos de poder y compromisos con sectores industriales que ven en el fracking una fuente de ingresos a corto plazo.

La urgencia por mostrar crecimiento económico y atraer inversión extranjera parece tener más peso que la necesidad de proteger el patrimonio ambiental del país.

Preocupa especialmente el entusiasmo con el que algunos sectores financieros reciben a los candidatos pro-fracking.

Estos encuentros, más que discusiones técnicas o ambientales, son vitrinas para convencer a los inversores de que Colombia aún puede ser un destino rentable para la extracción de hidrocarburos, a costa de sus ecosistemas.

Este enfoque economicista ignora las advertencias de científicos y ecologistas sobre la inviabilidad a largo plazo de seguir apostando por energías no renovables.

El fracking agrava el problema del calentamiento

El fracking no solo agrava el problema del calentamiento global al liberar metano —un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono—, sino que también retrasa la transición energética hacia fuentes limpias y sostenibles.

Cada pozo de fracking es un paso más lejos de las energías renovables y un paso más cerca de la crisis climática.

Ahora queda la pregunta

Resulta legítimo preguntarse si realmente vale la pena sacrificar nuestros recursos naturales, nuestra biodiversidad y nuestra seguridad hídrica por una promesa de desarrollo económico que, en el mejor de los casos, será efímera.

¿No deberíamos, en cambio, redoblar esfuerzos en innovación, investigación y desarrollo de energías limpias como la solar, eólica o geotérmica?

¿Que responden los verdes y los independientes?

Ante esta situación, es urgente que sectores políticos como la bancada del Partido Verde y el Grupo de Independientes, que en su momento respaldaron a figuras como Claudia López —hoy promotora del fracking—, aclaren su postura.

¿Seguirán apoyando a políticos que traicionan principios ambientales?

¿Respaldarán a personajes como el ex ministro Mauricio Cárdenas, que ha defendido públicamente esta técnica?

La ciudadanía tiene derecho a saber si los discursos ambientalistas son coherentes o meramente estratégicos en tiempos de campaña.

Es momento de exigir compromisos claros y acciones concretas frente al fracking, porque el futuro del país no puede seguir hipotecándose en nombre de intereses privados ni de promesas de desarrollo que destruyen lo que más deberíamos proteger: nuestra tierra, nuestra agua y nuestra vida.


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