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Respuesta a Faustino Asprilla entre patear balones y patear la verdad – Por Juan Rico

Hoy, el país no necesita ídolos con rabia. Necesita ciudadanos con conciencia y con mucho conocimientos. Usted puede ser uno de ellos. O puede seguir siendo parte del coro de la ultraderecha que llora por el poder perdido de la violencia. La pelota está en su cancha.

Faustino Asprilla, más conocido como “El Tino”, ha decidido cambiar el balón por el megáfono, y el gol por el insulto fácil. A falta de argumentos, se ha lanzado a la plaza pública como un gladiador sin espada, pero con mucha saliva. 

Y no una saliva cualquiera: una cargada de ignorancia, clasismo, nostalgia por el autoritarismo, y una profunda confusión entre hablar cuatro idiomas repitiendo como un loro y entender un solo país. 

Porque hablar como loro el inglés, el italiano, el portugués y el español no da autoridad moral para destilar odio ni para incitar al pueblo contra la democracia. 

No, señor Asprilla, no se necesita hablar como un loro en muchos idiomas; se necesita hablar pensando críticamente de manera auténtica. Colombia no necesita más bocones, necesita voces responsables.

¿Quién lo autorizó a convertirse en el vocero de la ultraderecha nostálgica que idolatra a Álvaro Uribe Vélez como si fuera un prócer de la humanidad cuando en realidad es un símbolo de lo peor del poder en Colombia

¿Quién le entregó la vocería para señalar con el dedo tembloroso de la furia a un presidente elegido democráticamente, como si el Estado de Derecho fuera un juguete roto?

Tino, usted hizo historia en las canchas con la ayuda de muchos de sus compañeros de juego. Lo reconocemos. Puso el nombre de Colombia en alto con sus goles que logró con la ayuda de sus compañeros de equipo porque usted no jugó solo. 

Pero la gloria deportiva no se traduce automáticamente en visión política. Que usted haya sido un buen jugador, que hizo goles con la ayuda de sus compañeros, no lo convierte en un pensador, ni mucho menos en un referente de verdad. Porque la verdad se construye con hechos, no con rabietas de micrófono.

Dice usted que Uribe “tenía pantalones”. 

¿A qué se refiere? ¿A gobernar con las botas manchadas por la sangre de los falsos positivos? ¿A imponer un modelo de seguridad basado en ejecuciones extrajudiciales que dejó más de 6.400 jóvenes inocentes asesinados para engordar estadísticas? ¿Es eso tener pantalones, Tino?

Con Uribe, el que era pobre y vivía en zonas marginales no solo terminaba “preso o muerto”, como usted dice —quizás sin entender la gravedad de sus propias palabras—, sino que a menudo no hacía falta que hubiera hecho nada. 

Bastaba parecer sospechoso. Bastaba ser joven, ser campesino, no tener cómo defenderse. ¿Eso es para usted sinónimo de respeto? ¿Eso es lo que usted añora?

Usted, que tuvo la suerte y se le dió la oportunidad de viajar, de vivir en Europa, de recibir contratos millonarios, hoy viene a decirle al pueblo trabajador, al campesino, al maestro, al joven universitario de Colombia, que lo que necesita es otro Uribe

¿Sabe usted cuántas comunidades fueron desplazadas por paramilitares que actuaron bajo la sombra de aquel régimen? ¿Cuántos líderes sociales fueron silenciados a bala por defender el derecho a la tierra y la vida?

¿Eso es gobernar con “huevos”? ¿O es gobernar con fusiles?

Dice usted que hoy “el que roba es premiado”. Curioso. ¿Dónde estaban sus declaraciones cuando estallaron los escándalos de Agro Ingreso Seguro, donde los subsidios del gobierno uribista fueron a parar a los bolsillos de ricos terratenientes? ¿Dónde estaba su indignación cuando la Yidis-política compró conciencias en el Congreso para aprobar la reelección de Uribe?

¿Dónde estaba su patriotismo cuando se conocieron las chuzadas del DAS a periodistas, opositores, magistrados? ¿No fue eso usar el Estado para el espionaje ilegal y la persecución política?

¿Y qué me dice del hermano del expresidente, Santiago Uribe, procesado por sus presuntos vínculos con el grupo paramilitar Los 12 Apóstoles? ¿Qué opina usted del primo de Uribe, Mario Uribe, condenado por parapolítica?

Tino, si va a hablar de corrupción, que es mal de la clase política de Colombia tanto de la derecha como de la izquierda, hágalo completo. Hable de todos. Mire para todos lados. 

No venga a limpiar con su camiseta sudada un prontuario que los colombianos conocen bien, y que la historia no olvidará.

Usted dice que “Petro es un error que hay que corregir”. Pues le recuerdo que Petro fue elegido por más de 11 millones de colombianos que se cansaron del país para pocos, del país de los fusiles, de los favores políticos, de los contratos amarrados. 

Fue elegido por jóvenes que soñaban con la educación gratuita, por mujeres que luchan por igualdad, por campesinos olvidados, por indígenas silenciados, por obreros explotados.

Petro es presidente porque representa una Colombia que ustedes —los ignorantes nostálgicos del pasado— no pueden entender. Una Colombia que no come cuento de “orden y autoridad” mientras ve cómo la violencia y la desigualdad se camuflan bajo esas palabras huecas.

Petro no ha destruido a Colombia. 

Está intentando reconstruir lo que quedó hecho trizas después de décadas de abandono estatal, clientelismo, represión y saqueo. Y sí, es cierto, hay errores. Nadie lo niega. 

No ha podido gobernar ni pasar sus reformas porque Colombia es un país que no hay conciencia política, no hay amor de patria, y está lleno de gente ignorante como usted. 

Pero una cosa es gobernar con errores, y otra con cinismo

Petro ha propuesto la reforma agraria más ambiciosa en décadas. Ha intentado llevar salud a las regiones más olvidadas. Se ha enfrentado a las mafias del poder sin arrugarse.

¿Eso es ser populista? ¿O es tener el coraje que tantos otros no tuvieron?

Su tono, señor Asprilla, es el de quien se siente dueño del país. Como si por haber sido ídolo deportivo ahora pudiera dictar cátedra sobre dignidad y gobierno. 

Pero el pueblo, el verdadero pueblo, ese que no viaja en jets privados ni se toma selfies con botellas de champaña, sabe distinguir entre el ídolo y el demagogo.

Usted no representa al pueblo trabajador. Usted ahora representa a una clase que se incomoda cuando los de abajo suben. Que se asusta cuando un líder popular habla de igualdad. Que se aterra cuando un presidente le dice a los banqueros que también deben aportar.

Porque claro, es más cómodo un presidente que obedece a Washington, que le guiña el ojo al capital financiero, que calla ante las injusticias mientras todo parece en orden en la televisión.

Pero Petro no vino a perpetuar el simulacro. Vino a tratar de cambiarlo. Y eso duele. Especialmente a quienes se acostumbraron a mandar sin tener que rendir cuentas.

A los resentidos de Petro no les falta nunca la referencia a Venezuela. 

Como si comparar a Petro con Chávez o Maduro fuera suficiente para desacreditarlo. Pero eso es una pereza mental que ya no convence. Petro ha sido crítico del autoritarismo venezolano. Ha defendido el pluralismo, la prensa libre, las elecciones, incluso cuando le juegan sucio.

Comparar a Petro con Maduro es como comparar a Gaitán con Rojas Pinilla. No cuadra. No es honesto. Es una falacia. Y usted, Tino, debería saberlo, pero usted es un ignorante.

Si la gasolina ha subido, ha sido porque el sistema de subsidios heredado era insostenible. Si la inflación aprieta, es un fenómeno mundial. Pero el hambre en Colombia no la inventó Petro: lleva décadas enraizada en la falta de acceso a la tierra, en el despojo, en el modelo extractivista.

Petro no inventó los problemas. Está intentando resolverlos. Y eso, para algunos, es imperdonable.

Faustino, Colombia necesita debates, no linchamientos. Necesita ideas, no gritos. Usted puede tener una opinión, como todos, y es respetable. Pero tenga también la decencia de informarse, de leer, de aprender, de entender que un país no se maneja a punta de rabia.

Deje la demagogia para los cantantes de rancheras. Deje el odio para los políticos fracasados. Usted aún tiene la oportunidad de elevar su voz con sensatez, de contribuir al país desde el diálogo, no desde el exabrupto.

Porque si hay algo que Colombia no necesita hoy, es otro “hombre fuerte” que crea que la solución a todo es usando la violencia, la bala, el castigo, la represión.

Lo que Colombia necesita es justicia social, verdad, memoria, educación, y dignidad. Y eso, con respeto, no se aprende en una cancha. Se construye con compromiso. Con pantalones, sí. Pero no para intimidar, sino para sostener el país con ideas firmes.

Faustino, su historia está escrita en los estadios. Brilló. Nos hizo celebrar. Pero en la historia política, no todo se gana a punta de patadas. Aquí se gana con ideas, con propuestas, con respeto por la Constitución y el pueblo que vota.

Hoy, el país no necesita ídolos con rabia. Necesita ciudadanos con conciencia y con mucho conocimientos. Usted puede ser uno de ellos. O puede seguir siendo parte del coro de la ultraderecha que llora por el poder perdido de la violencia.

La pelota está en su cancha.

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Juan Rico es un docente profesional, educador, escritor y divulgador de la educación global que puede ser ubicado en Facebook como juan.rico.1989 

Fuente: Juan Rico en Facebook 

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