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Cubrimiento del Metro: ejemplo evidente de parcialidad y falta de rigurosidad periodística

El hecho de que la prensa tradicional haya decidido ignorar las anomalías y falencias del metro elevado no solo afecta la calidad del debate público, sino que también pone en riesgo la viabilidad de la obra a largo plazo. El llamado es a exigir un periodismo más crítico, independiente y riguroso, que no solo se limite a replicar discursos oficiales, sino que investigue a fondo las implicaciones técnicas, económicas y sociales de este proyecto

El cubrimiento mediático que los medios tradicionales de comunicación en Colombia han dado al metro elevado de Bogotá ha sido un ejemplo evidente de parcialidad y falta de rigurosidad periodística. 

Mientras que proyectos impulsados por el gobierno central de Gustavo Petro son sometidos a un escrutinio extremo, el metro de Bogotá parece estar blindado de cualquier crítica, convirtiéndose en un tema intocable para la prensa hegemónica.

Desde hace más de cinco años, el proyecto del metro elevado de Bogotá ha estado plagado de retrasos, sobrecostos y falta de estudios técnicos rigurosos. 

A pesar de ello, la narrativa promovida por los medios ha sido la de un apoyo incondicional, bajo el lema «Nada detenga este sueño de ver a Bogotá con metro«. 

Este eslogan, más propio de una campaña publicitaria que de un análisis periodístico serio, ha servido para ocultar los problemas estructurales del proyecto.

Uno de los aspectos más preocupantes es la falta de control y supervisión independiente. 

La prensa tradicional ha optado por reproducir el discurso del alcalde Carlos Fernando Galán sin cuestionamientos, ignorando el alto impacto ambiental y social que tendrá la construcción de un metro elevado en plena Avenida Caracas, una zona de alto tráfico y densidad urbana. 

La ciudadanía ha sido quien, a través de redes sociales y otros espacios, ha asumido el papel de veedora ante la inacción de los medios.

Las preguntas que la administración distrital debería responder no han sido planteadas con la rigurosidad que ameritan. 

¿Por qué insistir en un metro elevado en la Caracas, una vía que ya cuenta con TransMilenio, en lugar de un sistema subterráneo con mayor capacidad y menos impacto urbanístico? 

¿Cuáles han sido los estudios técnicos que justifican esta decisión? 

¿Por qué aún no se tiene claridad sobre el costo final del proyecto? 

Estas son cuestiones fundamentales que la prensa debería estar investigando y cuestionando con mayor profundidad.

El caso del deprimido de la Calle 72 es un ejemplo claro del sesgo mediático

La concejal Heidy Sánchez ha señalado reiteradamente que el 25 de enero de este año se configuró el quinto incumplimiento en la entrega de esta obra clave para el desarrollo del metro. 

Sin embargo, los grandes medios han optado por ignorar este hecho, minimizando su impacto en el cronograma general del proyecto.

En contraste, cualquier irregularidad en los proyectos impulsados por el gobierno central recibe una cobertura extensa y negativa. Cada retraso, cada dificultad técnica, cada aumento en los costos es motivo de titulares y análisis críticos. 

Este doble rasero demuestra que la prensa hegemónica no está cumpliendo su papel de contraloría social de manera imparcial, sino que responde a intereses políticos y económicos específicos.

El periodismo tiene la responsabilidad de ser un contrapoder, de investigar y exponer los problemas de las grandes obras públicas sin importar quién esté a cargo. 

Sin embargo, en el caso del metro de Bogotá, los medios han optado por convertirse en canales de propaganda, limitándose a reproducir comunicados oficiales y publirreportajes que presentan una visión sesgada de la realidad.

Ante esta situación, es la ciudadanía quien ha tenido que asumir el rol que los medios han abandonado. 

A través de redes sociales, debates públicos y espacios alternativos de comunicación, han surgido voces críticas que exigen mayor transparencia y rendición de cuentas en la ejecución del metro elevado.

Si bien es innegable que Bogotá necesita con urgencia un sistema de transporte masivo eficiente, ello no justifica la falta de control sobre un proyecto de esta magnitud. 

El hecho de que la prensa tradicional haya decidido ignorar las anomalías y falencias del metro elevado no solo afecta la calidad del debate público, sino que también pone en riesgo la viabilidad de la obra a largo plazo.

El llamado es a exigir un periodismo más crítico, independiente y riguroso, que no solo se limite a replicar discursos oficiales, sino que investigue a fondo las implicaciones técnicas, económicas y sociales de este proyecto. 

Solo así se podrá garantizar que el metro de Bogotá sea una obra verdaderamente funcional y beneficiosa para la ciudad, y no simplemente un símbolo construido a costa de la falta de transparencia y el silencio cómplice de los medios.


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