La llegada al poder de Gustavo Petro ha dejado al descubierto la verdadera cara de los tibios, también conocidos como centro-derecha. Estos actores políticos, en su habitual postura aparente, votaron por un cambio, pero un cambio que en realidad buscaba mantener el statu quo.
A continuación, se analizan algunos de los aspectos más relevantes de esta situación
En primer lugar, apoyan una reforma a la salud, pero una que no cambiara la corrupta intermediación financiera de las EPS. La solución para ellos es seguir girando recursos indefinidamente para tapar los faltantes que las EPS desvían para otros fines, en lugar de utilizarlos para lo que realmente son: la atención de los pacientes.
Esta postura ha perpetuado un sistema ineficiente y corrupto que no garantiza el acceso a una atención de calidad para todos los ciudadanos.
En el ámbito laboral y pensional, apoyan una reforma, pero una que mantuviera el sistema tal como está. Esto significa que los asalariados que ganan menos de cuatro salarios mínimos no podrán pensionarse jamás, y no se reconocerán – por ley – ayudas a los adultos mayores.
Además, para los tibios lo ideal es que los fondos privados sigan manejando las utilidades del sistema, mientras que los afiliados asumirán las pérdidas. Esta situación – ideal para los tibios – perpetúa la desigualdad y la falta de protección social para los trabajadores más vulnerables.
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En cuanto al manejo del medio ambiente, votaron por un cambio, pero uno que no implicara renunciar a las economías extractivas ni a los contratos de exploración petrolera.
Para la centro derecha en Colombia la industria petrolera debe seguir marcando el rumbo de la economía del país, a pesar de los graves impactos ambientales y sociales que genera. Esta postura demuestra una falta de compromiso con la sostenibilidad y la protección del medio ambiente.
En el ámbito educativo, votaron por un cambio para apoyar el fortalecimiento de la educación en el país, pero ese cambio para los tibios debe ser solo en el sector privado.
Esto ha llevado a que reclamen el fortalecimiento de los abusos financieros del ICETEX y de programas como «Ser Pilo Paga«, que solo benefician a un pequeño grupo de estudiantes y destinan grandes sumas de dinero a entidades privadas en detrimento de la educación pública.
Esta situación perpetúa la desigualdad en el acceso a la educación y limita las oportunidades para los estudiantes de bajos recursos.
En cuanto a la paz total, no creen en ella y no apoyan ninguna reforma del gobierno. Se han aliado con la oposición de ultraderecha, alegando asuntos meramente cosméticos y de forma.
En el fondo, lo que realmente los motiva a ser opositores, a pesar de haber votado por el cambio que ofrecía el progresismo, es la similitud con los modelos de la derecha.
Esta postura ha dificultado la implementación de políticas que buscan la reconciliación y la construcción de una paz duradera en el país.
Los tibios terminaron siendo de derecha
En resumen, la llegada al poder de Gustavo Petro ha dejado en evidencia las grandes similitudes que tienen los tibios con la derecha recalcitrante y el modelo neoliberal que ha azotado al país durante 30 años.
Este modelo ha aumentado las brechas sociales, la violencia y el narcotráfico, y ha perpetuado un sistema económico y político que beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría.
La postura de los tibios ha sido oponerse a todo por lo que votaron, dejando claro que su verdadero objetivo es mantener el statu quo y proteger sus propios intereses.
La situación actual plantea la necesidad de un cambio profundo en el país, que vaya más allá de las apariencias y aborde de manera efectiva los problemas estructurales que afectan a la sociedad colombiana.
Esto implica la implementación de reformas que garanticen la transparencia y la eficiencia en el manejo de los recursos públicos, la protección de los derechos laborales y sociales, la sostenibilidad ambiental y el acceso equitativo a la educación. Solo así se podrá construir un país más justo y equitativo para todos sus ciudadanos.