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Todos harina del mismo costal 

Las verdaderas transformaciones no pueden venir de quienes, en diferentes etapas, fueron cómplices de la crisis. Por eso, es fundamental reconocer que estas fuerzas no ofrecen una alternativa, sino la perpetuación de un sistema que Colombia ya no puede seguir sosteniendo.

La política en Colombia ha estado marcada durante décadas por un entramado de intereses cruzados que, pese a las aparentes diferencias ideológicas, revelan una preocupante similitud (harina del mismo costal) entre quienes tradicionalmente han detentado el poder. 

Esta coalición de politiqueros, que hoy se alza como un frente único contra el gobierno progresista, representa un bloque que no busca el bienestar colectivo, sino perpetuar un modelo económico y social que beneficia exclusivamente a las élites tradicionales. 

Se les acusa de ser “harina del mismo costal”, ya que las diferencias que exhiben son únicamente cosméticas; en el fondo, sus políticas y acciones históricas han sido uniformes en mantener un sistema desigual y excluyente.

Defensores de las corruptas EPS 

Un punto crítico de esta coalición es su defensa a ultranza de la intermediación financiera de las EPS, perpetuando un modelo de salud que pone las ganancias por encima de la vida. 

Durante décadas, las EPS han acumulado denuncias por corrupción, negligencia y deshumanización del sistema de salud, mientras las fuerzas políticas que hoy se oponen al cambio han sido cómplices o indiferentes a estas prácticas. 

En vez de buscar soluciones estructurales, su estrategia ha sido el continuismo, dejando a millones de colombianos en una situación de precariedad sanitaria.

El abuso del ICETEX es otro símbolo del fracaso de estas élites. 

En lugar de garantizar una educación accesible y de calidad, promovieron un sistema basado en endeudamiento, ahogando a generaciones de jóvenes que aspiraban a una mejor calidad de vida. 

Este modelo no solo limita el acceso a la educación superior, sino que perpetúa el círculo de pobreza, ya que los altos intereses de los créditos educativos terminan beneficiando a los privados en lugar de a los estudiantes. Sin embargo, estas políticas no han sido cuestionadas por los opositores de hoy cuando estuvieron en el poder; al contrario, las fortalecieron.

La dependencia del petróleo y las energías extractivas es otro pilar de este modelo que los unifica

Mientras el mundo avanza hacia energías renovables, estas fuerzas políticas han mantenido un esquema económico basado en la extracción y exportación de recursos, ignorando los impactos ambientales y sociales. 

Su oposición a las propuestas de transición energética del gobierno progresista es un intento por mantener un sistema obsoleto y dañino que solo favorece a unos pocos, dejando a comunidades enteras en la pobreza y destruyendo ecosistemas.

Objetivo común: impedir los cambios 

En términos generales, esta coalición está unida no por principios ideológicos claros, sino por un objetivo común: impedir los cambios reales que puedan transformar las bases de la sociedad colombiana. 

Alegan que las reformas propuestas “no sirven”, pero cuando tuvieron la oportunidad de gobernar, lo único que hicieron fue aumentar la desigualdad, perpetuar la pobreza y profundizar la corrupción. 

Ninguno de estos actores puede reivindicarse como alternativa real, ya que sus gestiones estuvieron marcadas por el fracaso en abordar las grandes problemáticas nacionales.

Bajo su mandato, reformas esenciales en salud, educación y pensiones quedaron relegadas. La violencia, tanto paramilitar como guerrillera, encontró terreno fértil en la falta de estrategias reales para construir paz. 

Estas élites políticas no buscaron soluciones estructurales ni apostaron por la reconciliación nacional; en cambio, fomentaron un clima de militarización y represión que agravó la situación del país.

Encubridores y alcahuetas de la corrupción y la parapolítica 

Además, el encubrimiento de la corrupción y la parapolítica es un capítulo oscuro de su historia. Durante años, estas fuerzas han co-gobernado, permitiendo y normalizando la captura del Estado por intereses privados y mafias políticas. 

Hoy, al alzarse como supuestos “redentores” del país, es evidente su hipocresía, pues su historial los condena como responsables directos de las desigualdades que ahora dicen querer solucionar.

El momento actual exige claridad. 

Mientras el gobierno progresista busca reformas que beneficien a las mayorías y que aborden problemas históricos como la inequidad y la exclusión, esta coalición de opositores se presenta como una fuerza de resistencia al cambio. 

Sin embargo, su falta de credibilidad y sus antecedentes evidencian que no representan el interés del pueblo, sino el deseo de mantener intactos los privilegios de una minoría.

La sociedad colombiana debe ser crítica frente a quienes, tras décadas de fracaso, pretenden bloquear los avances en nombre de una supuesta defensa del país. 

Las verdaderas transformaciones no pueden venir de quienes, en diferentes etapas, fueron cómplices de la crisis. Por eso, es fundamental reconocer que estas fuerzas no ofrecen una alternativa, sino la perpetuación de un sistema que Colombia ya no puede seguir sosteniendo.


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