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La claro-oscura entrevista de Mario Mendoza en la Revista Cambio

Desestimar el poder de las fuerzas opositoras, ya sea desde las instituciones, el poder económico o los medios de comunicación, podría implicar una visión incompleta de la realidad política actual del país.

FotoMontaje: Escritor Mario Mendoza, Daniel Coronel director de Revista Cambio y Gustavo Petro presidente de Colombia

En una reciente entrevista con la Revista Cambio, – la cual pareció más bien propaganda opositora al gobierno – el destacado escritor Mario Mendoza expresó su pesimismo respecto al futuro del país bajo el liderazgo del presidente Gustavo Petro.

Sin embargo, sorprende que, en su análisis, Mendoza omita referencias clave al papel crucial de los actores que, en la actualidad, representan los verdaderos focos de resistencia frente al gobierno progresista.

Esta omisión resulta llamativa, dado que el escritor, en otras ocasiones, ha demostrado un agudo sentido crítico frente a las dinámicas de poder en Colombia.

Una de las ausencias más notables en su entrevista es la falta de mención al Congreso de la República y las Cortes, dos instituciones que históricamente han jugado un rol central en el contrapeso del poder ejecutivo.

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Estos organismos no solo encarnan uno de los pilares de la democracia, sino que también, bajo el gobierno actual, han sido fuertes opositores en varios frentes.

El Congreso, dominado en buena parte por fuerzas políticas adversas a Petro, ha entorpecido varias de las reformas propuestas, como la reforma laboral y la reforma a la salud, pilares fundamentales del programa de gobierno de la «Colombia Humana«.

Por su parte, las Cortes han demostrado su independencia al revisar y, en algunos casos, frenar iniciativas del Ejecutivo que consideran contrarias a la constitución o los principios del Estado de derecho.

Esta omisión de Mendoza puede interpretarse como una subestimación de la influencia y poder que estas instituciones ejercen.

No reconocer el papel del Congreso y las Cortes en la oposición al gobierno podría dar la impresión de que el escritor no viera – o se hace el que no ve – en  ellos una amenaza significativa para el proceso de cambio que propone el gobierno y que el hoy critica.

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Sin embargo, el poder que tienen estos entes para frenar o redirigir las políticas de la administración de Petro no puede ser subestimado.

Ignorar su relevancia es, en cierta medida, ignorar uno de los mayores obstáculos con los que se enfrenta cualquier gobierno que busque implementar reformas estructurales en Colombia.

Además de no hacer mención a estos contrapesos institucionales, Mendoza también omite hablar de la calidad de los «enemigos» con los que lidia este gobierno.

El uso de la palabra «enemigos» en este contexto es clave, ya que no solo se refiere a los opositores políticos, sino a un entramado más amplio que involucra sectores del poder económico y social.

A pesar de la transición hacia un gobierno progresista, muchos de estos sectores conservan una influencia considerable y trabajan activamente para frenar cualquier cambio que consideren perjudicial para sus intereses.

Este poder oculto, que muchas veces no se expresa de manera directa, sigue controlando grandes porciones de la economía y tiene una influencia significativa en las narrativas políticas del país.

El poder económico en Colombia, concentrado en pocas manos, ha mantenido su fuerza incluso bajo la administración de Gustavo Petro.

Como mencionó recientemente un analista político, el verdadero “contrapoder” en Colombia sigue siendo Gustavo Petro mismo, dado que el gran poder político y económico permanece prácticamente intacto.

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Mientras que el gobierno busca implementar cambios estructurales, las fuerzas opositoras no solo resisten desde las instituciones formales, sino también desde los medios de comunicación y otros espacios que controlan.

Esta realidad muestra que el proceso de cambio en Colombia enfrenta retos monumentales, y no reconocer estos poderes implica subestimar las dificultades que el gobierno tiene que sortear para avanzar.

En la entrevista, Mendoza menciona con esperanza que soñaba con un país capaz de “salir del analfabetismo funcional al cual nos había condenado una derecha mafiosa e ignorante”.

Este anhelo refleja su confianza en que el cambio es posible, pero también podría estar nublando su juicio sobre los obstáculos que se interponen en el camino.

El poder mediático, por ejemplo, ha sido un aliado constante de los sectores conservadores. Los medios de comunicación opositores han demostrado su capacidad para influir en la opinión pública, en ocasiones sembrando cizaña y distorsionando la realidad para socavar la legitimidad del gobierno.

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Al no mencionar este aspecto en su entrevista, Mendoza parece subestimar la influencia que estos medios tienen en la construcción de una narrativa adversa hacia el gobierno progresista.

Aunque Mario Mendoza voto por una visión esperanzadora sobre el futuro de Colombia bajo el liderazgo de Gustavo Petro, su entrevista con la Revista Cambio presenta omisiones importantes.

Al no hacer referencia al rol del Congreso y las Cortes, ni a la calidad de los enemigos a los que se enfrenta el gobierno, deja fuera del análisis elementos clave que explican la magnitud de la resistencia al proceso de cambio.

Si bien su desesperanza es comprensible, desestimar el poder de las fuerzas opositoras, ya sea desde las instituciones, el poder económico o los medios de comunicación, podría implicar una visión incompleta de la realidad política actual del país.


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