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El cambio que no fue – Editorial

Estos cuatro años de gobierno no encarnaron innovación o creatividad, fueron solo un destemplado espectáculo de retórica vacía que realmente no marcó el anunciado cambio. Mientras tanto el sí tradicional fandango se diluye en el olvido, la negligencia y el desdén.

Hace 4 años Barrancabermeja estaba llena de expectativas frente al gobierno de Alfonso Eljach que estaba a punto de empezar. 

El alcalde electo hizo campaña sobre su propuesta de cambio, decía impulsar la innovación y la creatividad, todo para transformar la ciudad. Y aunque de entrada se enfrentó con la pandemia, desde ese mismo momento la ciudadanía se dio cuenta que en esta oportunidad no habría cambio.

La decepción empezó con las personas nombradas en cargos directivos, y siguió con el festín de creación de cargos sin considerar los gastos y la feria de nombramientos, que finalizando periodo de gobierno no se detiene. 

Pero no se detuvo ahí, las presuntas dudas e inquietudes sobre actuaciones contractuales han salpicado de manera permanente el ejercicio de gobierno. 

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Y los escándalos no han faltado, así como las quejas por decisiones que se toman sin tener en cuenta a personas y grupos. Algunos dirán que eso sucede en todos los gobiernos, que no se puede tener contento a todo el mundo, que hay decisiones que pisan callos pero son necesarias, todo eso es cierto pero el gobierno Eljach planteó en campaña que era el cambio, pero no fue así.

Y eso sucedió no solo en lo administrativo, en lo político fue más de lo mismo, y el tan anunciado cambio nunca llegó. 

Las relaciones con el concejo oscilaron entre la absoluta sumisión hasta la abierta rebeldía, y se generó todo un espectáculo político que sorprendió a una ciudad que no esperaba semejante estado de cosas. 

Fueron años de críticas y alabanzas, motines y subordinación, con escaso control y mucha complacencia que dejaron al concejo con un alto desgaste y desprestigio, como se pudo apreciar en el resultado de las pasadas elecciones. 

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Pero eso no fue todo, las sospechas y los rumores estuvieron presentes en el proceso para elegir senado y cámara, y presuntas simulaciones e insinuaciones intentaban ocultar lo que se sabía a viva voz en las calles. 

Y luego en las elecciones de octubre pasado se repitió la misma historia pero esta vez agrandada, otro supuesto teatro más voluminoso se armó buscando disimular lo que otra vez toda la ciudad conocía a la perfección. 

Primero fueron todo apariencias y mojigaterías, pero luego no se pudo aguantar más la representación y todo fue descaro y desfachatez. Y la constante fue otra vez un cambio que no fue.

El concierto de cierre

Y el cierre de esta frustración colectiva, de retórica de campaña que se olvidó en el discurso de gobierno llegó con el concierto de cierre, esa oportunidad para distraer con grandilocuencia y dejar en la retina la persuasiva y seductora imagen de fiesta pública y entrenamiento regalado. 

Queda una comunidad encantada y alegre con la diversión. Mientras tanto el sí tradicional fandango se diluye en el olvido, la negligencia y el desdén.

Estos cuatro años de gobierno no encarnaron innovación o creatividad, fueron solo un destemplado espectáculo de retórica vacía que realmente no marcó el anunciado cambio. 

Es cierto que se hicieron inversiones importantes y obras necesarias, como en todo gobierno, pero más allá de las ejecuciones la decepción del discurso es grande, se esperaba que se construyera una visión de ciudad pero se quedó en mera palabrería.


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