En la protesta social que se le reventó en las manos al gobierno de Iván Duque en Colombia, el accionar de los llamados “vándalos” genera más dudas que certezas.
Luego de 8 días de protesta social en nuestro país, la situación del gobierno es quizás la peor que ha tenido cualquier gobierno colombiano en los últimos 60 años, los niveles de rechazo dentro de la población han alcanzado índices muy altos, lo que hoy, prácticamente, los tiene al borde del colapso, sin ninguna posibilidad real de manejar los graves problemas del país.
Así las cosas, la protesta consiguió en pocos días tumbar al ex ministro Carrasquilla, autor de la nefasta reforma tributaria y —al menos por ahora— a la misma reforma como tal, lo que significó un avance de los manifestantes en las luchas que se proponían con el paro, sin embargo hay varias reforma —tan tenebrosas y malas como la tributaria— que siguen haciendo curso en el Congreso, asunto que no ha permito que las marchas y protestas finalicen por ahora.
La situación del gobierno no puede ser peor, las posibilidades de maniobrar la crisis son casi nulas, ya que lo que pide y exige el pueblo choca de frente con la estructura ideológica y de principios del partido Centro Democrático, debido a que el gobierno insiste en resolver los problemas por la fuerza, ayudando a los más pudiente (los banqueros) a costa del bolsillo de los que menos tienen, mientras la gente piensa todo lo contrario.
En ese esquema tan complicado el gobierno escoge la peor de las opciones para salir de la crisis, prefiere «satanizar» las marchas y las protestas tras los daños que se registran a la infraestructura de las ciudades y saca debajo de la manga el término “vándalos”, para condenar a quienes apoyan el paro.
De inmediato los grandes medios de comunicación, aliados al gobierno, toman esa bandera para «equilibrar la balanza» en términos de daños y perversamente ponen en la misma balanza y le dan el mismo valor a la muerte de 20 personas, todas opositoras, frente a los daños en unas sucursales bancarias.
Por su parte los seguidores del gobierno, enemigos de las protestas, comienzan la difusión de estos mensajes confusos, equiparando la brutalidad policíaca que mata gente y asombra al mundo, a acciones de destrucción de bienes, que no se sabe quien en el fondo las ejecuta. Algo totalmente injusto y desproporcionado, pero así funciona la propaganda del gobierno en Colombia.
En esta línea editorial, ajenos totalmente al control de la organización de las protestas, nos hacemos las siguientes preguntas
— ¿A quiénes termina beneficiando esos actos vandálicos?
— ¿Con los actos vandálicos se pierde el sentido original de las marchas?
— ¿Pierde apoyo internacional la protesta a causa de los actos vandálicos?
— ¿Es cierto que la fuerza pública infiltra en ocasiones las marchas?
— ¿Habiendo tanta delincuencia común en las calles de las ciudades en Colombia, se puede responsabilizar, sin mayor investigación previa, a los manifestantes de los saqueos a negocios comerciales y bancarios?
— ¿Será cierta la queja de los manifestantes en el sentido que mientras el ESMAD no llega, las marchas se mantienen pacíficas?
Por esto y mucho más pensamos que los actos vandálicos dentro de la protesta social generan más dudas que certezas.
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