Una de las preguntas más frecuentes que se hace la comunidad de Barrancabermeja cuando ven como los problemas públicos no se resuelven y antes se ven agravados es ¿Dónde están los concejales?
Frente a un creciente descontento y un aumento de la desconfianza de la ciudadanía hacia sus instituciones políticas, y en este contexto la ausencia de una entidad como el Concejo no hace sino ahondar el escepticismo social.
Y todo se hace más grave por la pandemia de covid 19, que ha aumentado el estado de vulnerabilidad económica de la sociedad y ha requerido mayores resultados de las instituciones de gobierno.
Frente a una comunidad que demanda gestión efectiva de la administración distrital, el Concejo se destaca por su precario papel, pues ha sido incapaz de asumir el liderazgo político e incidir en la gestión de la situación social y económica por la que atraviesa el distrito.
Es necesario señalar que la débil gestión del Concejo no es algo nuevo, desde hace décadas se puede ver como esa institución viene debilitándose paulatinamente, con un papel político cada vez más frágil y con una labor de control a la administración local limitada, respondiendo más a intereses particulares que respondiendo a las necesidades sociales.
Es así que se ha convertido en una entidad clientelista profundamente fragmentada, conformada por una diversidad de microempresas electorales que solo buscan hacerse elegir y mantenerse en la corporación, sin objetivos políticos o programáticos de largo plazo y con una base electoral cambiante, que se ajusta de acuerdo a las dinámicas clientelares de cada corporado.
En este contexto las relaciones entre Concejo y gobierno distrital pasan por un juego de alianzas, donde el interés de los concejales es integrar la coalición de gobierno para obtener beneficios clientelares, las labores de control político pasan a un segundo plano y la gestión misma del Concejo se ve debilitada en función de su subordinación a la administración municipal y a los acuerdos políticos, más que programáticos o de gestión, que han realizado.
En estas condiciones la comunidad ve como el papel de los concejales es nulo y ante las crecientes necesidades de la gente ven como el Concejo no logra incidir en la gestión de la administración distrital, ni a través del control político ni a través de procesos de concertación con el gobierno local.
Así que la ciudadanía se encuentra huérfana, sin el cuerpo político elegido para representar los intereses de la población. Así es que el Concejo es cada vez más un convidado de piedra en la discusión de los asuntos claves del distrito.
Temas urgentes como las ayudas a la población vulnerable en medio de la pandemia, medidas para reactivar la economía local o la aprobación del POT, entre otros, no están siendo abordados desde el Concejo con la premura que ameritan, a pesar de ser fundamentales para Barrancabermeja.
Frente a una situación económica y social muy difícil, la población no entiende la pasividad de los concejales y la falta de control político, de construcción de propuestas, de generación de consensos con la administración distrital para encontrar soluciones a los problemas públicos.
Para terminar de agravar la situación, el verdadero foco de preocupación del Concejo son sus enredos legales.
En los últimos años se ha vuelto común las demandas contra concejales y las sentencias en contra de los corporados, la perdida de investidura de los integrantes de la institución, la inestabilidad en su conformación y las controversias entorno a la elección de personero y contralor distrital.
Los procesos judiciales y las preocupaciones legales, sobre las decisiones y actuación de los concejales, se han convertido en un verdadero dolor de cabeza para la entidad pues los corporados viven en un permanente estado de preocupación frente a la legalidad o ilegalidad de sus actuaciones y las posibles consecuencias judiciales de los mismos.
Así es que el Concejo está más preocupado por sus asuntos internos que por lo que sucede en el distrito.
Este panorama no es nada esperanzador para la comunidad, que ve como una institución clave para el desarrollo distrital naufraga en sus propias cuestiones y se desentiende de la realidad local y las necesidades de la población.
Lo que se puede prever es que esta situación no cambiara en este periodo y los concejales seguirán ausentes en lo que le interesa a Barrancabermeja, sin ejercer control político al gobierno ni mucho menos siendo un espacio de construcción de soluciones a los problemas públicos.
Su fiscalización a los órganos de control seguirá siendo un formalismo mientras esas entidades mantienen su bajo perfil y nula incidencia.
Es por esto que si se quiere un Concejo diferente se hace indispensable elegir distinto, conformar esa institución con otro perfil de integrantes y cambiar la entidad desde su interior, de lo contrario se mantendrá este estado de cosas, inútil y estéril para el distrito.
Así que la ciudadanía debe asumir la responsabilidad de votar más concienzudamente, con mayor juicio y cuidado, para evitar mantener la orfandad política y cívica que se tiene desde el Concejo.
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