“Barrrancabermeja por su expresión demográfica es una síntesis afortunada de la patria, es como un gigante crisol en donde se purifica gloriosamente la nacencia de una nueva raza que lleva en sus entrañas todas las virtudes de las gentes de Colombia” (RAFAEL NUÑEZ OSPINO).
Lo que siento por Barrancabermeja
El primer amor nunca se olvida, especialmente el de la familia.
La casa en el barrio Buenos Aires, llena de colores, solar, pino a la entrada, patio, y garaje, donde con mi hermana vendíamos los mangos traídos de El Centro sobrevivientes al limón y sal.
El bus que me recogía en la esquina para ir a estudiar en las Escuelas de Ecopetrol. Las pescas con mi Padre en el Rio Magdalena. El pato salvaje y negro proveniente de las múltiples ciénagas que me esperaba al regreso de clases. El azulejo que no dejé matar con las caucheras de mis amigos. Mi perro, gigante pastor alemán amarillo llamado Romel como el zorro del desierto. Las celebraciones y decoraciones grupales barriales de diciembre, la solidaridad de los vecinos, los sancochos en donde todos ponían algo, el chisme, la brujería vecinal que infructuosa se sospechaba acuciosa cómplice de la envidia a nuestra armonía familiar. Los juegos barriales que como niño asmático los recuerdos como un “crisol purificador”. La unidad cívica total ante el llamado sindical por la defensa social y de derechos, la valentía, la alegría, la ribera, el pescado, los raspados de hielo, la cañanga, el porro, el vallenato, la salsa, el rock. El caminar con amigos y novias largos trayectos en búsqueda del mejor baile, los vals de quinceñeras, la empresa petrolera cercana, parte y naciente, colaboradora, novia de todos, patrocinadora en clubes fantasiosos, de grandes orquestas mundiales para juventudes privilegiadas sin privilegios. Esto y más guardo en mi corazón, de la tierrita la cual un cierto día dejé, embarcándome en la incertidumbre del destino.
Lo que Barrancabermeja representa en mi vida
Nadie es profeta en su tierra, pero nadie puede olvidarla y regresará así no sea físicamente. Pero en mi caso lo he hecho varias veces, mi familia, esposa e hijas estuvieron en este barco, trabajamos, disfrutamos sus amaneceres, conocimos a esa «nueva-vieja» que ahora se mostraba diferente.
99 años es mucho tiempo para un ser humano pero muy poco para una tierrita perenne.
Mis amigos de Colegio me recuerdan ahora el afán que siempre teníamos de regresar durante las vacaciones de universidad. Unos a pintar la casa familiar, otros a ayudar en los quehaceres, otros a visitar los abuelos o simplemente “regresar a la casa por el camino viejo”. ¿Por qué nos «jalaba» tanto la tierrita si el destino ya era otro? … porque el amor siempre será así … hay mucho por hacer por la tierrita y me gustaría hacerlo, si Dios me lo permite.
¿Cómo veo el presente y futuro de la tierrita?
Desde los años 80 todo cambió, lo que se avizoraba como un posible milagro regional, “la Houston de Colombia”, “la capital natural del Magdalena Medio”, aquella con varias universidades, en donde todo el mundo estudia algo y toda la subregión va por servicios económicos, educativos, salud y otros, se detuvo por múltiples razones.
La ciudad intermedia con uno de los mayores recursos económicos del país poco avanzó.
Achacamos esto a la alta población flotante petrolera, la baja vocación industrial no petrolera, el desarraigo, las invasiones barriales provocadas políticamente, el dominio violento turnado por las fuerzas no oficiales, la rampante y monstruosa corrupción, el multifacetismo regional, el capital golondrina aquel que no se queda en casa, la transformación petrolera especialmente su internacionalización, el pensamiento arcaico ideológico que se quedó en el pasado siempre tratando de cerrar la tierrita, sin observar que el mundo cambió.
De repente más del 50 % quedó en línea de pobreza, casi toda en informalidad laboral, con escasas oportunidades hicieron carrera, los «príncipes nefastos» de la sociedad corrompiendo, negando valores, y lo más grave haciendo ver como «normal», «aceptable» y «aplaudido» el «avivateismo», el «dinero fácil», el «camino corto», el «saltarse la fila», la «inmoralidad».
En el futuro no muy lejano —digamos inmediato— pueden pasar (2) dos cosas entre otras catalizadas por la pandemia que nos agobia y que afectó, tanto a ricos como a pobres, la cual se metió al rancho, a la cocina, en la mente, entonces obligará al de a pie, al líder comunal, a todos a pensar en si lo que está eligiendo es lo mejor para si mismo y su familia, el individualismo será vencido por sustracción de materia, porque 50 mil pesos no sirven para nada cuando no se puede respirar, cuando no se tiene nada para comer durante mucho tiempo, entonces cambiará su proceder, dándole paso a propuestas serias, honestas, colectivas, democráticas que permitan el desarrollo que —entre otras cosas— es fácil de hacer en el corto plazo para vivir feliz en Barrancabermeja: con solo vencer la corrupción bastaría.
O lo contrario el conformismo se incrementará, la dependencia asistida en la desesperanza generará familias que aceptan los monstruos y se acomodan en detrimento de la economía general. Creo que esto último no sucederá porque veo una empresa petrolera cambiando, volviendo a ser la novia de Barrancabermeja, veo a una juventud estudiosa, inquieta, rebelde, participativa, a un desafio de líderes que están enfrentando a empresarios jugándosela a muerte con sus socios y trabajadores por sobrevivir, y si algo tenemos en común en el ser ribereños es precisamente en algo que se llama Dignidad.
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ALFREDO BENAVIDES CASTILLEJO, Ingeniero industrial, gestor de proyectos y negocios, calidad, productividad y confiabilidad. Ex alcalde local en Bogotá, ex director ejecutivo del Clúster del Petróleo y Gas en B/bermeja, gerente en el sector oil & gas y profesor universitario.
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