Algo muy malo pasa con algunos ‘pastorcitos evangélicos’, quienes a pesar de las múltiples evidencias negativas que se notan hasta la saciedad, insisten en hacer política a favor de políticos cuestionados que —según estos pastorcitos — defienden lo que ellos llaman “la agenda de los cristianos”.
La «tal agenda» trata básicamente sobre 3 temas: el aborto (los «próvida» se hacen llamar), el homosexualismo y últimamente la lucha contra el comunismo.
Así las cosas, estos tres temas han sido audazmente acaparados por los grupos de extrema derecha, en especial los que lideran personajes tan cuestionados como Donald Trump, Jair Bolsonaro y en Colombia, Álvaro Uribe Vélez.
Lo paradójico del asunto es que estos «próvida» terminaron apoyando de manera decidida —casi idolatrando— a estos personajes que solo se preocupan por la vida «pre-natal», ya que todas sus políticas «post natales» son contrarias a la conservación de la vida que ellos mismos dicen defender.
Estados Unidos, primera potencia mundial, hoy ocupa el deshonroso primer puesto en casos de contagio por Covid-19 con más de 8 millones, la gran mayoría ocasionados por las políticas erradas en el manejo de la epidemia desde la presidencia del «provida» Donald Trump.
Lo mismo sucede con Brasil y nuestra Colombia —que jamás ocupa un lugar de privilegio en nada bueno— sobresalimos por ser quintos a nivel mundial en contagios, otros dos presidentes (Brasil y Colombia) hipócritamente «próvidas».
Como si fuera poco, la «agenda cristiana» de estos pastores siglo 21 apoya ciegamente los recortes en beneficios de salud a la población más vulnerable que genera miles de muertes, son indiferentes ante las denuncias de masacres como en el caso de Colombia, apoyan el lenguaje de la violencia, el miedo, el racismo y la discriminación que lideran estos líderes en sus respectivos países.
La receta sencilla para atacar a los contradictores
La estrategia consiste en señalarlos de «comunistas» sin tener argumentos ciertos ni reales —así como sucede actualmente en el proceso electoral de Estados Unidos— que acusan al candidato demócrata de «promover los abortos» cuando en realidad lo que se promueve es la libertad que tienen las mujeres para elegir entre abortar o no y evitar que por las prohibiciones se practique clandestinamente, ese si de un grave peligro.
De otro lado acusarlos de «apoyar la agenda LGTBI» y de incitar a nuestros niños a «volverse homosexuales», cuando en realidad el tema es de libertad y de derechos que la gente debe tener para tomar sus propias decisiones.
Al relacionar a sus contradictores con el comunismo, automáticamente los relacionan con regímenes dictatoriales, expropiadores que acaban con la riqueza de un país y con las libertades, cuando en realidad los únicos que pretenden con su “agenda” recortar libertades y de paso imponer cosas, son estos mismos pastores ultra conservadores que se escudan en la Biblia para hacer la politiquería que a ellos les gusta.
Se trata de una politiquería tan baja que en Colombia —en el referendo por los acuerdos de La Habana— los pastorcitos mentirosos les dijeron a los feligreses que dentro de los acuerdos con la guerrilla había un «pacto para homosexuliazar» a nuestros niños.
La grave del asunto es que para convencer a sus seguidores de toda esta mentira calumniosa, utilizan estrategias de comunicaciones poco éticas, como cadenas de WhatsApp que por lo general dicen mentiras o verdades a medias.
Se inventan extrañas campañas conspiradoras en contra de las vacunas, en contra de la ciencia, no creen en el coronavirus ni en el calentamiento global —con sus gravísimas consecuencias— complicando el accionar médico y científico y aumentando el contagio de Covid-19 y la contaminación del planeta.
Los pastorcitos mentirosos todo lo hacen por imponer sus tesis
Las tesis son sencillas y se resumen en recortar beneficios a las personas para favorecer a los grandes empresarios, reducir la protesta social a su mínima expresión, «satanizándola con el tema del comunismo», mientras se apoderan de todas los poderes del Estado, controlando el ejecutivo, el legislativo y el judicial, al mejor estilo de un «dictador bananero». No es sino ver las artimañas que está usando Trump para buscar el reemplazo de la fallecida jueza Ruth Bader Ginsburg y poner una de su corriente política.
Es típico escuchar de estos líderes extremistas que «de perder las elecciones no acataran los resultados», que «las cortes son corruptas» (cuando los fallos no le son favorables), incluso en una democracia tan fuerte como la norteamericana, el presidente Trump —siendo presidente en ejercicio— no cree en el servicio postal del gobierno de su gobierno, que en el pasado reciente era uno de los orgullos más grandes de la sociedad norteamericana.
Trump no confía en el conteo de los votos
Además el mismo Trump no confía en el conteo de los votos —tan solo porque las encuestas no le son favorables— generando un alto grado de desconfianza en el mercado y la democracia más poderosa del mundo, solo por perpetuarse en el poder.
Dice en un editorial del periódico The New York Times sobre el presidente Trump: “Es un demagogo racista que preside un país cada vez más diverso; un showman que siempre se jacta de cosas que nunca ha hecho y promete cosas que nunca hará”. Lo peor es que eso lo saben perfectamente los pastores evangélicos, pero no les importa.
El solo calentamiento global —del cual estos líderes no creen— de no tomarse las medidas necesarias para detenerlo, podría acabar con la vida en el planeta, o al menos la vida como la conocemos actualmente. Desde luego esto a los pastores próvida, no les importa.
La grave del asunto es que la doctrina cristiana —ya sea evangélica o católica— se basa exclusivamente en la fe, que es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Nadie ha regresado del mas allá para decirnos si es verdad o no todo lo que se predica, todo lo creemos por FE.
Así las cosas, unos «pastorcitos mentirosos» regando información falsa por internet, defendiendo líderes cuestionados por cosas tan graves y anti bíblicas como las masacres, violencia, xenofobia, racismo y discriminación le están haciendo un daño enorme a la misión de Cristo en la tierra.
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