La cuarentena ha afectado de muchas formas e intensidades a toda la población.
La gente sin distingo está sufriendo los efectos perjudiciales de aislarse y suspender la mayor parte de las actividades productivas y comerciales.
El aislamiento no distingue a un abogado, un contador, un comerciante, de un vendedor ambulante o un emprendedor.
Todos por igual sufren afujías y están cada vez más sumidos en la incertidumbre. Y lo peor del asunto es que del gobierno nacional, y de las entidades financieras, no hay verdaderas acciones que ayuden a generar confianza y tranquilidad frente a lo que está pasando y sus efectos futuros.
Cuando todos esperan acciones radicales y de fondo, la gente solo escucha hablar de préstamos, créditos, prorrogas, y cosas similares. Igual los intereses y moras siguen corriendo. Y cada vez hay menos recursos para la alimentación.
En estas circunstancias el tiempo es fundamental.
Si los ingresos caen, se recortan los gastos, y solo se paga lo básico para sobrevivir. Y cada día que pasa se agrava la situación, pues si no se logra conseguir verdaderos alivios, el presente y el futuro se hace más difícil.
Es una carrera contra el tiempo, que ahora está concentrada en sobrevivir el presente, conseguir el mínimo vital, pero tendrá efectos en el futuro cuando gradualmente se normalice la situación, y se tenga que afrontar los pagos atrasados y los intereses que los acompañan.
Y el tiempo corre junto con la deuda y el servicio de esta. Las empresas de servicios públicos, proveedores, entidades financieras y crediticias, etc., no esperan ni dan mayores alivios.
El Estado tampoco reacciona de fondo ni entiende que la economía colombiana en su amplia mayoría es de micro y pequeños empresarios y comerciantes, que están a merced de semejante desbarajuste del mercado, y de la caída de la demanda.
Solo la producción, transporte y distribución de alimentos y productos farmacéuticos se mantiene activa, el resto está detenido. Las familias priorizan el gasto en alimentación y aplazan cualquier otro tipo de consumo.
Así que es tiempo que el Estado tome decisiones rápidas y efectivas que protejan a los micro y pequeños empresarios y emprendedores, y no es con más créditos, es con inversión en compra de cartera, pago de nóminas, reasegurar créditos y préstamos, subsidiar servicios públicos, parafiscales y seguridad social, entre otras cosas.
Eso requerirá una importante inversión del Estado, pero también es aquí donde el sector financiero deberá aportar al país y asumir su cuota de sacrificio en la crisis.
Esas decisiones no pueden esperar, se necesitan con urgencia y contundencia, pensando en el bienestar de la gran mayoría de colombianos y en la recuperación económica del país.
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