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La ministra se queda – Por: Cecilia López M

La ministra se quedaLa vicepresidenta impone el nombramiento de Mabel Torres, ignorando las profundas dudas que gracias a sus palabras y a su misma trayectoria han surgido en la comunidad científica.

 

La vicepresidenta Marta Lucía Ramírez no ha logrado entender que ocupar ese alto cargo en el Estado colombiano no le da patente de corso para hacer su parecer.

 

No mide definitivamente las consecuencias de actuar de manera autoritaria en un país que ya perdió el miedo que tuvo durante el conflicto armado, a expresar su desacuerdo con las decisiones de quienes fueron elegidos para ostentar cargos de poder.

 

El nombramiento de Mabel Torres como primera ministra de Ciencia en Colombia, nos alegró mucho. Su experiencia en el campo, el hecho de ser mujer y de pertenecer a la población afrodescendiente lo interpretamos como muestras de inclusión social y de equidad de género.

 

Pero así mismo muchos nos desilusionamos cuando leímos la entrevista de El Espectador no solo por lo que allí se mencionó sino por las mismas palabras de la ministra.

 

La llegada a semejante cargo fundamental para encargarse de una de las áreas más atrasadas, pero absolutamente prioritarias en este país, de una persona que desconoce públicamente los procedimientos científicos como ella lo afirmó con sus propias palabras, desinfló totalmente las expectativas positivas sobre su nombramiento. Más aún, las declaraciones de reconocidos científicos que descalificaron su posición llenaron de preocupación a amplios sectores del país.

 

Pero obviamente era necesario esperar que decían los miembros de la Comisión de Sabios y conocer cuál sería la reacción del gobierno frente a este sin fin de dudas sobre la posible gestión de la nueva ministra.

 

Me perdonará la señora ministra, pero excusarse de sus declaraciones en la consabida y manida frase de que «la sacaron de contexto» cuando sus palabras fueron absolutamente claras, es subestimar la inteligencia de quienes no podían creer que usted hiciera esas afirmaciones de desprecio por los largos métodos científicos, que son como lo afirmó Eduardo Díaz, director del Instituto de Bioética de la Universidad Javeriana, los que precisamente protegen a las personas.

 

No todos los miembros de la Misión de Sabios asistieron a la reunión convocada, pero varios de los que acudieron cuestionaron sus argumentos y plantearon claras dudas «por tener como representante de la ciencia del país a alguien que, si bien tiene un doctorado en la Universidad de Guadalajara de acuerdo con su hoja de vida, sus investigaciones no han seguido los protocolos internacionales de la ciencia».

 

“El espíritu general de la comunidad científica es de una gran preocupación”, dijo otro de los comisionados. ¡Qué tal! Pero las protestas continúan y lo que está por verse es hasta donde resiste el gobierno en su obstinación de mantener en esa posición a la cuestionada ministra.

 

El director científico de la Liga contra el cáncer, Carlos Castro, advirtió en un comunicado oficial que las recomendaciones de la ministra de usar un hongo para curar el cáncer no tienen sustento científico.

 

Para completar, la brillante idea de que la ministra contrate a alguien que le ayude a manejar su imagen es el colmo de los colmos. ¿Sería idea de la vicepresidenta? Imposible que sea tan ligera.

 

Quienes están desconcertados con este nombramiento han señalado explícitamente que no se trata de críticas por ser mujer ni por el color de su piel. Por el contrario, esas características de la ministra fueron las que nos ilusionaron a quienes luchamos por la igualdad en este país.

 

Pero eso no justifica ignorar las profundas dudas que gracias a sus palabras y a su misma trayectoria han surgido en la comunidad científica.

 

Los que no pertenecemos a ese grupo sí les creemos porque se han ganado un prestigio reconocido precisamente en el campo de la ciencia. Pero como la vice cree que Colombia le pertenece, se atreve a imponer este nombramiento como si ella no fuera la vicepresidente de un país democrático sino la virreina de un condado del siglo XIII.

 

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