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¿Qué pasaría si a Colombia le “faltara” Uribe? – Por: Jorge Gomez Pinilla

¿Qué pasaría si a Colombia le “faltara” Uribe? – Por: Jorge Gomez PinillaLa última columna que en 2019 publicó el escritor William Ospina, El asombro, estuvo dedicada a los 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges y trajo una frase clarividente, demoledora: “Cuando Hitler fue derrotado, (Borges) advirtió con extrañeza que los que parecían más felices con esa derrota eran sus partidarios.

 

Comprendió que a menudo los fanáticos de una causa horrible son los que están más aterrorizados. Probablemente los que conciben a Dios como un verdugo sólo lo aman por miedo, porque no se atreven a rechazarlo”. (Ver columna).

 

 

De inmediato, por asociación de ideas, hube de imaginar lo que ocurriría en Colombia si por algún motivo -y el día esté cercano- Álvaro Uribe desapareciera de la escena política, no necesariamente porque decidiera renunciar al Senado y marginarse de la actividad política (un imposible, como se verá más adelante), ni porque sufriera una muerte repentina (el hombre en apariencia goza de buena salud), mucho menos porque  fuera derrotado del modo que le ocurrió a Hitler (según la versión oficial se envenenó con cianuro en compañía de su amante Eva Braun y ambos cuerpos fueron cremados), sino por lo que pinta como la eventualidad más cercana a la realidad: que la Corte Suprema actuando en Derecho le dictara al expresidente la orden de detención que lo pusiera a buen recaudo, como corresponde.

 

Retomando la cita borgeana de Ospina, los más aliviados con su salida definitiva serían los mismos uribistas, en consideración a que “a menudo los fanáticos de una causa horrible son los que están más aterrorizados”.

 

Horrible debe ser -ciertamente- la tensión psicológica permanente que deben vivir muchos uribistas forzados desde el empíreo a seguir la línea oficial para que no les pase lo que a la primípara ministra de Ciencia y Tecnología, Mabel Torres, quien por manifestarse contraria al fracking acaba de ser sometida a feroz matoneo mediático por parte de los tres más fieles esbirros del caudillo: Rafael Nieto, Ernesto Yamhure y José Obdulio Gaviria. (Ver noticia).

 

Horrible es a su vez la palabra que mejor define la situación que vive Colombia desde que Uribe asumió su tercer periodo presidencial mediante persona interpuesta, con una exacerbación de la violencia y la criminalidad a todo nivel, como nunca se había visto, del mismo modo que la palabra que mejor define el ambiente que comenzaría a regir tras su retirada sería “alivio”. Un alivio generalizado.

 

El primer resultado en lo social se vería plasmado en que Colombia retomaría la senda de la paz y la reconciliación, y la JEP dejaría de ser torpedeada por el Gobierno, tendría más libertad para actuar y se conocerían escabrosas verdades y nuevas fosas comunes; y en lo militar sería posible depurar la tan cuestionada cúpula actual, uribista hasta el tuétano, tropera y de claro sello ‘pinochetista’.

 

En lo político, los partidos sufrirían un verdadero remezón ideológico: Alianza Verde perdería preminencia -o al menos se vería muy competida- porque al centro regresarían los partidos Liberal, Cambio Radical y La U, antes “enmermelados” por la derecha en el poder; y habría dos partidos conservadores, el así llamado y el Centro Democrático. Pero este último se iría extinguiendo paulatinamente, pues su única razón de ser hasta hoy ha sido mantener vigente el nombre del patrón para sacar adelante el perverso propósito que los inspira: ensuciar el agua donde todos nos bañamos para que no se note lo cochinos que ellos están, incluido el que los puso ahí.

 

Y en lo gubernamental, habría un resultado casi de Perogrullo: Iván Duque dejaría de ser el subpresidente y quizás hasta pudiera hacer un buen gobierno, mediante el desarrollo y ejecución de su propio proyecto, no el que le dicta su jefe desde la trastienda y él debe obedecer a pie juntillas.

 

Por todo lo anterior, mi mayor deseo para 2020 es que Colombia pueda por fin desembarazarse de ese tumor canceroso que tanto daño le hace a la salud nacional, llamado Álvaro Uribe Vélez.

 

¿Alguien sabe por qué ese señor no ha querido retirarse definitivamente de la política, como muchos le han pedido, incluso equivocados de buena fe cercanos a él? Les tengo la respuesta, sin temor a equivocarme: porque primero necesita incendiar el país y armar la hecatombe que le garantice impunidad jurídica a perpetuidad. He ahí el meollo del quid que resuelve el intríngulis.

 

 

 

Tomado de El Espectador

 

 

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