El día que mataron a Cayetano Domínguez fue el sabado 3 de febrero de 1990. Ese doloroso acontecimiento lo recuerdo perfectamente porque yo trabajaba de animador en una taberna en el parque Infantil conocida como El Portón 16 y teníamos un conjunto musical llamado Grupo Latino. Era un sábado, recuerdo que me enteré por la tarde de la horrible noticia.
Ya en la noche, cuando terminó mi turno de animador a las 3 de la mañana del domingo, la muy querida cantante barranqueña, Rochy Álvarez, entrañable amiga, quien hacía parte del show musical, me acompañó hasta la Funeraria Foronda, a solo una cuadra de distancia del sitio donde trabajábamos y aún con el uniforme del grupo puesto y acabando de salir del frenesí generado por las fiestas que allí se organizaban, entramos a la funeraria, nos acercamos al féretro y con mucho respeto y en absoluto silencio nos quedamos mirando —sorprendidos y absortos— el cadáver de don Cayetano, quien ya estaba embalsamado con una camisa blanca manga larga y una corbata roja.
Como eran las 3 de la mañana, la sala de velación estaba totalmente vacía, no había una sola persona y solo su hijo Frank se hallaba en el lugar, con los ojos hinchados de tanto llorar y sentado en una banca de cemento que tenían dispuesta allí en las afueras de la funeraria. «Lo siento mucho», fue lo único que pude decirle a Frank en ese momento. De inmediato me fui con Rochy rápidamente del lugar.
Cayetano Domínguez vivió en la Barrancabermeja de mitad de siglo pasado, muy reconocido en su época, pero que con el correr del tiempo —ese tiempo que pasa inexorablemente sin que exista un remedio para evitarlo— hoy ya nadie lo recuerda. Me refiero al fotógrafo más exitoso que haya tenido Barrancabermeja en sus 100 años de vida institucional.
Cayetano —oriundo del municipio de Sutamarchán, que se encuentra situado sobre el ramal de la cordillera oriental de los Andes, al occidente del Departamento de Boyacá, provincia del Alto Ricaurte— llega a Barrancabermeja, como todo el que por aquellos tiempos arribaba al puerto petrolero, atraído por «la fiebre del oro negro».
A mediados de los años 50, Colombia vivía la llamada «época de la violencia partidista» que produjo un gran desplazamiento humano a lo largo y ancho del país. Boyacá no fue la excepción, donde debido a la violencia partidista entre liberales y conservadores y a la pobreza en general, una gran parte de los boyacenses se desplazaron hacia diversas partes del país, entre ellos Cayetano Domínguez quien llegó a Barrancabermeja en 1958.
Dicen quienes lo conocieron en esa época, que Cayetano arribó como fotógrafo reportero, instalado un pequeño local, en sociedad comercial con un fotógrafo de nombre Hernando Vásquez (especializado en labores de revelado en blanco y negro) y en compañía de la que fue su esposa, Amparito García, empezaron a trabajar arduamente el arte de la fotografía, desde muy temprano en la mañana hasta bien entrada la noche, de domingo a domingo, en un local que arrendaron por la avenida Santander, exactamente por donde hoy funciona el Banco Davivienda.
Cayetano, como un buen representante del departamento de Boyacá, tenía unas actitudes particulares propias del boyacense: era absolutamente individualista, introvertido, algo tímido, parco, pero especialmente adicto al trabajo y obsesionado por el ahorro. Así, en esa dinámica, su sociedad con Hernando Vásquez duró poco y continuó —solo con su esposa— la dirección del más importante y representativo almacén fotográfico de Barrancabermeja: Foto Estudios Amparito.
La fotografía —tal como se conocía en el siglo XX— era un negocio muy rentable porque casi nadie tenía cámaras fotográficas de alta gama. Tener una cámara fotográfica en esa época era un lujo y el proceso de revelado salía barato por lo que los márgenes de rentabilidad del negocio eran altos. A lo todo lo anterior, Cayetano hizo buenas relaciones con Ecopetrol y obtuvo muchos contratos por el revelado y ampliación de miles de fotografías industriales, de los montajes que hacía la empresa en las ampliaciones que se llevaban a cabo la refinería en los años 60.
Cayetano también usó una estrategia de “gancho publicitario” que consistió en registrar fotográficamente los acontecimientos noticiosos más importantes ocurridos en Barrancabermeja y exhibir las fotos en carteleras que el mismo diseñaba, donde las colgaba a la vista de todo el que pasaba.
En el año 1964, Cayetano traslada la Foto Amparito a calle 49 # 8-26, donde aún hoy, después de 60 años, sigue funcionando.
Imágenes de las Fiestas del Petróleo en los años 60, de accidentes automovilísticos, incendios y voladuras de pozos petroleros, de crímenes muy sonados en la ciudad, la toma de San Pablo (Bolívar) por parte del ELN y cuanto tema de interés público apasionara a la gente, Cayetano las exhibía a la vista de toda Barrancabermeja, lo que —sin duda— atraía la curiosidad de la gente y más clientes al negocio.
Horacio Serpa, aún joven, con apenas 25 años de edad, cuando caminaba por esa concurrida calle y miraba hacia el interior de Foto Amparito, vio por primera vez, en una monumental fotografía que se alcanzaba a divisar desde la calle, la bella estampa de la reina del Club Cardales de aquellos tiempos, Rosita Moncada Ruiz, de quien se enamoró a primera vista. «Quiero conocer a esa bella mujer», le dijo el entonces joven Serpa a doña Amparito García, esposa y socia de Cayetano en el negocio.
Ese registro diario fotográfico del acontecer barranqueño le hizo a Foto Estudios Amparito merecedor de un eslogan que aún conserva en la actualidad: «El álbum social de los barranqueños» lo que derivó para Cayetano —a mediados de los años 60 y parte del 70— el periódico El Tiempo lo contratara como corresponsal de esa casa periodística para que cubriera los acontecimientos noticiosos más importantes de la ciudad y la región y además que lo invitaran a formar parte de CIPERBA (Círculo de Periodistas de Barrancabermeja), la primera organización de periodistas que tuvo la ciudad en los años 70.
Sin embargo, lo que más hizo popular a Foto Estudios Amparito, era la abnegada y especial atención que le profesaba a su clientela de aquellos tiempos. Tomarse una fotografía en Foto Amparito era todo un rito de «aspiración a lo perfecto». Mientras en los otros negocios al cliente lo sentaban a las carreras en una butaca y la foto era tomada rápidamente y sin ninguna atención, Cayetano y sus empleados preparaban meticulosamente al cliente, le secaban el sudor de la cara, lo peinaban cuidadosamente y era sometido a varias tomas, hasta que le “cuadraban” la foto perfecta.
No satisfecho aún con todas esas atenciones, doña Amparito, su esposa, se había especializado en “retocar” los retratos de los clientes de una manera magistral.
Desde el nacimiento de la misma fotografía, los profesionales de este medio ya retocaban las imágenes bien para hacer retoque, o para pulir sus imperfecciones. La señora Amparito usaba un lápiz especial para perfeccionar las imágenes y esa técnica le hizo ganar una buena reputación como fotógrafa en la ciudad. Eso le gustaba a la gente, a tal punto que mientras Foto Amparito se veía atiborrada de clientes, los otros negocios no tenían ni el 10% de la clientela que poseía Cayetano.
Lo que era en muchas ocasiones un rostro feo y sin gracia, terminaba por convertirse en toda una obra de arte y eso, por supuesto, estimulaba en los clientes sus percepciones, pensamientos y sentimientos sobre ellos mismos.
Yo me imagino que haber complacido la vanidad de la gente y dejarlos a gusto en algo tan íntimo y personal como la “perfección facial” le significó la gratitud de sus clientes, a tal punto que Foto Amparito —aún hoy en manos de Gonzalo Ruiz Meneses (su actual propietario y quien terminó por modernizar el negocio) — ha sabido sobrevivir a tres generaciones de barranqueños como ningún otro almacén en su ramo ha logrado esa hazaña en Barranca.
La marca «Amparito» en Barrancabermeja quedó tan encajada en el imaginario colectivo de los barranqueños, que ni aún Foto Japón —una poderosa competencia en el ramo de la fotografía, que lleva 30 años en el mercado, con alrededor de 100 puntos de venta en todo el territorio nacional y que acabó con muchos negocios tradicionales de la fotografía en las principales ciudades del país— pudo en Barrancabermeja competirle a Foto Estudios Amparito que todavía sigue vigente en pleno sector comercial de la ciudad.
De aquellos tiempos —me refiero a la época dorada de Foto Estudios Amparito en los años 60— sobresalieron varios fotógrafos que, sin duda, fueron el soporte del éxito comercial del negocio más importante de la fotografía en Barrancabermeja, entre ellos: Omar Giraldo Valenzuela, Nahúm Ríos, Francisco Ayazos (reportero y laboratorista), Cándido Ortega y Joaquín Emilio Ortiz. También muchos recuerdan a doña Araceli Díaz (Chelita) asesora de ventas, quien durante muchos años formó parte del almacén atendiendo directamente a los clientes.
«De Cayetano Domínguez puedo decir fue quien me formó el carácter de hombre de negocios. Me inculcó la responsabilidad y la disciplina en el trabajo», dice hoy Joaquín Emilio Ortiz, al recordar hace 60 años su incursión al mundo de los negocios.
Así eran las instalaciones de Foto Estudios Amparito hace 50 años En la caja registradora aparece la señora Amparito García, esposa de Cayetano Domínguez También aparecen entre otros, «Chela» Díaz y Joaquín Emilio Ortiz, empleados. pic.twitter.com/ktdUfSHwdz
— Barrancaberm Virtual (@BcaVirtual) August 27, 2019
Cayetano Domínguez y su incursión en la radio barranqueña
Corría el año 1974, y don Sergio Aristizábal Ramírez, el propietario de Emisora Barrancabermeja, había tomado la decisión de irse definitivamente de nuestra ciudad.
Luís Ángel Chávez, el popular locutor barranqueño, venía administrando la emisora que por esa época estaba ubicada en el barrio El Campestre, (exactamente por la vía que de Barrancabermeja conduce a Bucaramanga y en donde actualmente funciona la Unidad Pedagógica Bilingüe Pierre de Fermat).
Chávez sabía que Sergio Aristizábal se marchaba definitivamente de Barranca y también sabía que Cayetano Domínguez estaba muy interesado en comprar esa estación radial. De esa forma, el veterano locutor hizo el contacto entre los dos comerciantes y a mediados de 1974, Cayetano Domínguez se hizo a la propiedad de Emisora Barrancabermeja, la primera emisora fundada legalmente en la ciudad con licencia del Ministerio de Comunicaciones (porque se sabe que en Barranca existió una emisora desde antes del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, pero no registrada oficialmente ante el gobierno nacional).
Debo ser sincero, pero Sergio Aristizábal —hombre cívico por excelencia, pese haber sido el fundador de la Emisora Barrancabermeja en 1955 y ser uno de los íconos más sobresalientes en la organización de las primeras Fiestas del Petróleo que se llevaron a cabo en la ciudad en los años 60— tenía muy abandonada la emisora y en esa época era urgente su modernización.
Ya en manos de Cayetano Domínguez, se trasladaron de inmediato los estudios de la emisora al sector comercial, en el Edificio Gila (las iniciales de su constructor el comerciante Gilberto Arias), Calle 49 # 8-52 (Piso 3) donde posteriormente —11 años después, a partir de 1985— funcionaría, allí mismo, la emisora Yariguies Stereo.
Recuerdo perfectamente que Emisora Barrancabermeja —bajo la administración de su nuevo propietario— sufrió una total transformación en sus equipos de transmisión y para esa faena fue contratado desde Bucaramanga un joven técnico electrónico radiodifusor, llamado Ernesto Blanco, hijo de don Jesús Blanco también un reconocido ensamblador de equipos de radio en la capital del departamento. Ernesto se encargó de instalar el nuevo transmisor de 5 kilovatios en amplitud modulada.
Cayetano le cambió la cara a la Emisora Barrancabermeja dándole un giro de 180 grados a toda su infraestructura técnica. La consola, los tornamesas, las cartucheras para emitir las propagandas, los micrófonos y hasta sus instalaciones, ahora con aire acondicionado e impecablemente presentadas, más una camioneta marca Ford Ranger de la época a la que le instaló un equipo para transmisiones por fuera del estudio, eran la nueva carta de presentación de la emisora.
Recuerdo que Cayetano fue muy cuidadoso con toda la inversión que hizo en la emisora. Los equipos fueron forrados con plástico y los operadores de sonido estaban obligados a manipularlos con «guantes», un protocolo de mantenimiento que yo jamás volví a ver en ninguna emisora en más de 40 años de experiencia que tengo de estar en la radio.
El temperamento de Cayetano —fuerte, disciplinado, estricto y obsesivo con sus normas— lo llevó a no tener muy buenas relaciones con algunos periodistas y locutores de la época. Aun así, contó con un grupo de trabajadores de la radio que siempre lo respetaron y reconocieron como a todo un señor empresario de las comunicaciones, entre ellos Raúl Meneses Monsalve (locutor ya fallecido) y quien en los años 70 y parte de los 80 se constituyó en un símbolo de la Emisora, por cuenta de la lectura de noticias de dos radio periódicos que hicieron historia en la ciudad: «Barrancabermeja en Marcha» (bajo la dirección del propio Cayetano) y el inolvidable «Impacto Informativo» la tribuna radial política de Horacio Serpa Uribe, coordinada por Jorge Enrique Yépez Atencio, por donde Serpa emitía sus notas editoriales e impartía sus directrices políticas a los seguidores de su Frente de Izquierda Liberal Auténtico FILA, con gran sintonía entre los liberales serpistas de la época.
Otros periodistas y locutores muy allegados a Cayetano Domínguez fueron: Gilberto Jiménez Taborda (actualmente pastor cristiano de una comunidad evangélica), Julio Mejía López, Carmelo Angarita Hernández, Luís Jesús Rodríguez, Luís Francisco Herreño (quien hizo un programa muy popular llamado «De brazo por los barrios») Edgar Murcia Gómez, Jorge Davidson Gallego, Edgar Molina Velásquez, Alfonso Batista Jiménez, Steven Valderrama, Mario Mejía, Leomar Dávila Vides, entre muchos otros compañeros que transitaron por esa estación radial.
Entre todos sus colaboradores, es importante resultar la activa participación de tres mujeres que fueron claves en el éxito empresarial de Cayetano Domínguez, su primera esposa Amparito García en Foto Estudios Amparito, su nuera doña Cecilia Carvajal Figueroa (esposa de su hijo el ingeniero de sistemas, Henry Domínguez García) quien fue la administradora de la emisora durante muchos años y doña Orfenia Pérez Pico, su segunda esposa, quien acompañó a Cayetano hasta el final de sus días.
A Cayetano lo conocí y traté personalmente porque durante un año, en 1981, formé parte del equipo de locutores que tuvo Emisora Barrancabermeja. Fue una experiencia profesional muy positiva porque fue allí donde hice mis primeras prácticas de periodismo, al lado del veterano comunicador Jorge Enrique Yépez Atencio, cuando yo regresaba de vacaciones procedente de Bogotá.
Como locutor recuerdo que animaba programas dedicados a lo que en esa época llamaban «música de antaño» y me tocó adentrarme en lo más selecto del cancionero gaucho de la vieja guardia, por lo que me familiaricé con las estrellas rutilantes del tango argentino como Carlos Gardel, Oscar Larroca, Libertad Lamarque, Julio Sosa, Roberto Goyeneche y Alberto Castillo entre otros.
Aún hoy, después de más de 40 años, cuando oigo la canción «muñeca de losa» de Pepe Aguirre, mi mente se traslada a aquella época en que me hice popular con los viejos taxistas barranqueños de los años 60, que en las noches llegaban a tomarse un tinto en un kiosco ubicado en donde hoy está la Plazoleta de la Constitución (o parque de las palomas como muchos lo llaman) y se armaban unas tertulias que duraban hasta el amanecer, por supuesto, en sintonía de Emisora Barrancabermeja, la «emisora don Cayetano».
Las animaciones eran impecables, no nos podíamos salir del libreto, éramos locutores «relojeros» y nos tocaba anunciar, canción tras canción en tono sereno, de absoluto respeto con la audiencia. Salirnos de ese libreto era contrariar la voluntad de Cayetano quien a todo le imponía seriedad y disciplina, lo que se reflejaba en la programación diaria de la emisora. Me retiré porque me trasladé para Bogotá.
Muchos años después, en hechos confusos, el sábado 03 de febrero de 1990, un sicario puso fin a sus días, dejando de luto a la radio barranqueña. Nunca más Emisora Barrancabermeja volvió a ser la misma y a los pocos años el propio Ministerio de Comunicaciones no le renovó la licencia a la emisora lo que derivó en su cierre definitivo.
Hoy —después de 30 años— veo en todo esto un «teatro de lo absurdo» que muchas veces rodea la historia de nuestra querida Barrancabermeja. Es casi imposible, por ejemplo, conseguir una fotografía de don Cayetano a quien muchos consideraron el fotógrafo más exitoso de Barrancabermeja del siglo pasado, es decir «en casa de herrero azadón de palo». Pero peor aún, es que hoy no podamos disfrutar de todo ese inmenso material fotográfico que nos dejó en su época Foto Estudios Amparito «El álbum social de los barranqueños».
Es la incoherencia, el disparate y lo ilógico de una ciudad que tuvo un «álbum social» tan hermoso y lleno de recuerdos como el de Foto Amparito y que hoy esa misma ciudad —en el preámbulo de sus 100 años de vida institucional— no pueda disfrutar, por cosas del destino, de esas imágenes del recuerdo.
Sin embargo, en medio de esa nostalgia queda algo muy positivo para resaltar y es el reconocimiento que a don Cayetano aún le hacen muchos de quienes fueron sus colaboradores, entre ellos Joaquín Emilio Ortiz en el campo de la fotografía y Edgar Molina Velásquez en el campo de la radio: «Cayetano fue quien nos formó el carácter de hombres responsables, con Cayetano aprendimos a formarnos en disciplina», dicen estos amigos que lo conocieron y trabajaron largos años con él.
30 años después de su muerte, Cayetano Domínguez sigue siendo recordado por quienes le reconocen su responsabilidad y disciplina que —a propósito— emprendedores de su talla, es de lo que más necesita Barrancabermeja, hoy en pleno siglo 21, para la generación de empleos, que tanto claman hoy las nuevas generaciones de barranqueños.
De las pocas imágenes que se conservan de don Cayetano Domínguez es esta en la que aparece al lado de (2) de operadores de sonido de la época de Emisora Barrancabermeja en los años 80, Steven Valderrama y Edgar Molina Velásquez pic.twitter.com/ZzapWsH5V3
— Barrancaberm Virtual (@BcaVirtual) August 27, 2019
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