Por: Julio César Londoño
La consulta liberal de mañana es inoportuna porque no hay ambiente para elecciones. Nadie quiere saber de candidatos ni de magistrados ni de nada.
Y como las consultas nunca han sido muy populares, es probable que la abstención supere todos los registros y ambos, Juan Fernando Cristo y Humberto de la Calle, sufran quemaduras definitivas.
Con todo, es una consulta válida porque ambos tienen credenciales de peso para aspirar a la candidatura del Partido Liberal y porque son, de la baraja de precandidatos, y junto con Timochenko, los más comprometidos con el proceso de paz.
Cristo es coautor de la Ley de Víctimas y logró sacar adelante batallas claves para la suerte del proceso de paz.
Humberto de la Calle soportó en una isla cinco años con paciencia benedictina la retórica fariana, y los torpedos que los guerreristas lanzaban desde el continente; y lejos de suicidarse o abrazar el credo krisna, sacó adelante un acuerdo que recibió el aplauso del mundo y el Nobel noruego.
Contra Cristo juegan su filiación samperista, la sombra ominosa del proceso 8.000 y el hecho de ser el animal político por excelencia, fauna poco apreciada por estos días.
Por su cercanía con César Gaviria, a De la Calle muchos lo tildan de neoliberal. Y de enmermelado por su cercanía con Santos.
En realidad, es un socialdemócrata. Los analistas anotan que le falta maquinaria para las elecciones presidenciales de mayo, pero recordemos que en este tipo de comicios el voto de opinión pesa más que las maquinarias, que ya estarán exhaustas por el esfuerzo de las elecciones parlamentarias de marzo.
Son notables la coherencia, la fuerza y la poesía de sus discursos. De la Calle tiene dos virtudes escasas, imaginación y probidad.
En un país donde los funcionarios se atornillan al cargo sin pudor alguno, él renunció a la Vicepresidencia por dignidad. Aquí, donde líderes cargan prontuarios surtidos, es uno de los pocos que puede exhibir un pasado judicial sin tacha.
Un país necesita un aglutinante poderoso, un sueño compartido, un proyecto nacional. Después de decenios de seguir un anti proyecto, la guerra, al fin encontramos uno noble, la paz.
Si la vida es el mayor bien, la guerra es el peor mal. Por fin lo estamos entendiendo. De todos los candidatos, Humberto de la Calle es el más comprometido con este proceso y tiene la ecuanimidad necesaria para superar la fratricida polarización que padecemos.
Tiene la menor imagen negativa y goza del respeto general. Por esto, es el hombre indicado para liderar los enormes retos que plantea la fase del posacuerdo.
Muchos dicen que no votarán por él porque apenas puntúa un discreto 9 % en las encuestas. Un nueve no es un mal punto de partida, pienso yo. Además, es muy temprano para hablar de encuestas; y es cobarde apostarles solo a los punteros, como si los ciudadanos tomáramos decisiones tan cruciales con los mezquinos cálculos de los cacaos y los contratistas.
Si mañana Cristo y De la Calle, hombres de paz, suman una votación importante, el país le estará mandando un mensaje claro al mundo y a los guerreristas criollos, a los de “la paz sí, pero no así… ni asá”.
Ojalá la votación sea contundente y triunfe De la Calle para que él sea en mayo el candidato de los colombianos que quieren dejar atrás las infamias de la guerra y de la corrupción y el estigma de la sangre.
O, si las circunstancias políticas definen otra cosa, para que De la Calle se sume a una convergencia nacional que derrote a los vampiros de la guerra.
La consulta de mañana es un referendo por la paz. Por desgracia, los colombianos no lo han advertido.
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Tomado de El Espectador.com