Por: Edwin Palma Egea.
El pasado 1 de mayo volvimos a ver en los noticieros y en las calles, las marchas y los discursos de los trabajadores por el Día Internacional del Trabajo. El único día de fiesta planetario y laico conmemora la muerte de los mártires de Chicago ejecutados tras las protestas en el Haymarket de esa ciudad norteamericana en 1886. Ellos participaban de una campaña mundial, de las primeras, para lograr 8 horas diarias de trabajo.
En los últimos seis años, la crisis económica que sufre el planeta ha intentado resolverse destruyendo empleo formal, disminuyendo salarios, arrinconando al sindicalismo, reduciendo el gasto público. Se sigue falseando la realidad diciendo que el mercado lleva a esas decisiones cuando realmente son decisiones políticas, el resultado de elecciones humanas.
El valor y la forma en la que se realiza el trabajo, aquí o en otras naciones son definiciones políticas que dependen de las tendencias o las decisiones globales y de los intereses que representan quienes nos gobiernan.
Argentina y Brasil pueden ser dos ejemplos. Las dos naciones han tenido gobiernos que en la última década decidieron aumentar de manera importante el gasto social con impactos positivos en la disminución de la desigualdad y la pobreza. Diseñaron también reformas sociales que beneficiaron a las mayorías trabajadoras y sus organizaciones.
Hace un año y por distinto camino, elecciones y golpe de estado, Argentina y Brasil giraron de nuevo a la derecha. En Argentina, Mauricio Macri ha profundizado la lucha contra los trabajadores a través de la reducción del gasto público y la devaluación con la consecuencia del empobrecimiento general y fuerte malestar social. Y aspira a realizar una radical reforma laboral y sindical. En Brasil, Temer y sus golpistas han congelado el gasto social por 20 años, han destruido la estabilidad laboral y han declarado la guerra al movimiento sindical.
Por eso, Mauricio Macri, el pasado 6 de abril sintió la primera huelga general durante su gobierno en la que se reclamaban mejores salarios, generación de empleo y se rechazaban los despidos masivos, los aumentos de los precios de los productos básicos y de las tarifas de los servicios públicos. El pasado 28 de abril los brasileros hicieron lo propio, una huelga general, la primera desde 1996, convocada por las centrales sindicales contra las reformas laborales y pensionales propuestas por Temer, y que las organizaciones sindicales, consideran un grave “retroceso social“.
En Colombia no hay ni partidos políticos que representen a los que trabajamos ni hay organizaciones sindicales de peso. Más allá de algunos esfuerzos del Polo Democrático Alternativo, los políticos y partidos tradicionales existen para representar a otros sectores, generalmente empresarios y grupos económicos que financian sus campañas.
A finales del año pasado la ministra de Trabajo propuso una serie de reformas laborales que permitirían mejorar condiciones laborales y a las organizaciones sindicales operar en el país sin restricciones, pero no ha habido poder humano (ni político) que permita avanzar en esa agenda. La misma ministra ha señalado que todo se detiene por la “fuerte presión de los empresarios” y son esos empresarios, los que con un fuerte lobby legislativo, hacen que los proyectos de ley que benefician a los trabajadores, terminen engavetados sin nadie que los defienda.
Por eso, seguramente ni habrá ley de huelga, ni de abolición de pactos colectivos, ni de negociación colectiva por rama, ni prohibición de la tercerización. Lo que los empresarios quieren (y lo piden sin sonrojarse) es total flexibilidad laboral, que se derogue el artículo 63 de la ley 1429 de 2010, que se acabe la estabilidad laboral reforzada y que se impida la negociación colectiva. Esa es la agenda que seguro se impondrá en los años venideros si seguimos eligiendo a quienes no representan los intereses de los trabajadores.
Un modelo político y económico pro-ricos lo que genera es desigualdad, exclusión e inestabilidad. Según la Escuela Nacional Sindical (ENS), para el 2016 el coeficiente de Gini se ubicó en 0.517 ubicando al país como uno de los más desiguales de la región. Más del 28 % de los colombianos son pobres y sin contar que esa pobreza en el área rural es del 38,6 %. Para el primer trimestre de 2016 sólo el 53,8% decoeficient Gini Colombia los ocupados manifestó tener un contrato de trabajo. De cada 100 ocupados 49 eran asalariados y 51 no lo eran. Así mismo, el 73,8 % del total de ocupados tenía empleo precario, esto es, sin contrato o con contrato a término fijo o vinculados por empresas de servicios temporales, falsos contratos sindicales y cooperativas de trabajo asociado.
Las condiciones laborales de los trabajadores en el país no cambiarán mientras persista esta hegemonía indisputable entre partidos políticos conservadores y corruptos y ricos que no les huele feo una alianza de ese tipo. Los trabajadores y los sindicatos no podemos seguir apoyando a nuestros verdugos, debemos ponernos en la primera fila de las transformaciones democráticas y para ello necesitamos vincularnos más a la acción política local y regional para avanzar hacia el poder nacional.
Necesitamos un partido de los trabajadores y para los trabajadores, es hora de que empecemos a pensar en eso, de lo contrario, toda la vida nos la pasaremos quejándonos de la condición de trabajador y de nuestro mal designio en manos del empresariado y de los políticos tradicionales desinteresados de los temas laborales y sociales, pero fuertemente populistas en sus discursos, en los que la mayoría, terminan creyendo.
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EDWIN PALMA EGEA es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL. Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected] Consulte el Blog de Edwin Palma en: http://laboralistapalma.blogspot.com/