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Vocablos típicos barranqueños – Por: Alfonso Torres Duarte

Vocablos típicos barranqueños
Plaza de mercado central en Barrancabermeja – Foto: Internet

Tal vez esto no le guste mucho a los defensores del uso tradicional del lenguaje, pero bueno, ahí están estas expresiones del vocabulario de las gentes barranqueñas, las cuales no podemos desconocer porque constituyen parte del componente folclórico de nuestro pueblo.

Los siguientes son algunos ejemplos:

Caimán: Es una especie animal en vía extinción, que hoy muy poco se ve arrastrándose por las playas arenosas o enlodadas de los ríos o ciénagas que ya casi no existen, y en cambio sí, se ha desarrollado y reproducido de él un subgénero que ha tomado como hábitat las tapias y los tejados, en donde ya no solo se arrastra, sino que salta y hace cabriolas para alcanzar a sus presas. En Barrancabermeja ha sido inmortalizado para la historia, por el célebre “Cartel de los adúlteros”.

Machín: Aparatejo que succiona el petróleo crudo de las entrañas de la madre tierra y que se reconoce en nuestro pueblo como el símbolo de la fidelidad, por aquello de que están siempre “en el mismo lugar y en el mismo hueco”.

Campamentos: En Barrancabermeja no se le asocia como el acampadero rural de beligerantes de todas las extremas. Para muchos barranqueños es el espacio vital en donde crecieron y se criaron.

Burro: No es solo el semoviente y bien formado galán de las equinas. El que aquí se conoce es un ser dos patas que no come pasto verde sino que se lo fuma seco.

Pelar el bollo: Viajar al otro mundo, que muy tristemente poco se hace hoy de manera natural.

Jopo: Desde su programa radial Emeterio Rivas alguna vez, en una salida en falso, puso en entredicho la pureza de ese adminículo de Pedro Severiche. Pedro se defendió diciendo que el suyo era puro y casto como el de un niñito recién nacido.

Se le moja la canoa: Condición humana de debilidad varonil que tiene mucha gente en todas las esferas de la sociedad, y de manera especial, en los más encumbrados estratos gubernamentales.

Patevaca: Esquirol y lambón de jefes.

Le patina el coco: Orate, ido, loco.

Coya: Dicen algunos historiadores que es la más antigua profesión de la humanidad.

Comisariato: Es el supermercado de los trabajadores petroleros.

Ñoña: Abono orgánico humano o animal que es suministrado a la naturaleza por el más injustamente difamado órgano del cuerpo de los seres vivientes.

A la jura: Tirar al aire, por ejemplo el alcalde, algunos contratos de bordillos, tramos de alcantarillado, puestos de escobitas u otros de menor cuantía, para que la gente se revuelque en el piso tratando de coger al menos uno.

Chucha: No es el mal olor de las axilas como significa en otras regiones del País, sino el objeto de sueños e inspiraciones del género humano masculino.

Cuadro: No se identifica en nuestra comarca como la convencional figura geométrica, sino que aquí se llama así a cualquier persona: “oye cuadro, ven acá”.

Gorroplo: Es un banano grande y el apodo de algunos hombres con características biológicas muy particulares.

Lonche: El porta con las viandas que se lleva al trabajo.

A ñoñi: Es un sí, bien reafirmado.

Mepea: Cabeza. “Tengo dolor de mepea”.

Botica: La droguería de los trabajadores petroleros.

Gallo: No solo es el amo emplumado y montador absoluto de los gallineros, sino cualquier objeto de segunda que se adquiere porque no hay plata para comprarlo nuevo, y que por lo general se ensambla con piezas importadas de las “ollas” de rateros. “Le compro el gallo”, me gritan en la calle cuando me ven rodando por la calle en mi vieja bicicleta.

Tronco: El carísimo profesor el “Loco Suárez”, cuando los pelados se rajaban en sus previas, les sacudía la conciencia diciéndoles: “Ustedes son unos troncos”, y los remataba recordándoles toda la flora maderera que hay registrada en los textos de botánica: “robles, ceibas, bambúes, mangos, abetos, guayacanes, abetos, pinos, almendros, cipreses…

Catapila: Así le decimos los barranqueños a la motoniveladora, y así también apodamos a las personas con dentadura prominente. Por fuera de la ciudad nos dicen que el color de piel de los barranqueños es “amarillo catapila”.

Cabrear: “Se cabrea hasta un poste”, decimos los barranqueños cuando vemos que alguien hace cosas que nos perjudican a todos, por ejemplo, nombrar en la alcaldía a secretarios de despacho de la santandereanidad para que manejen los asuntos de nuestro pueblo.


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ALFONSO TORRES DUARTE es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL.  Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]

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