Por: Dario Echeverry Jr.
Podríamos decir que estamos en una época para el país donde es indispensable que los ciudadanos piensen su futuro en esta nación en términos de proporcionalidad, es decir que consideren hasta qué punto la necesidad de justicia deba ser limitado por el propósito de fortalecer la democracia y hacer viable en su conjunto el proyecto de país.
No es fácil pretender que muchos renuncien o vean restringidos sus derechos con el ánimo de que toda la nación, un concepto difuso e intangible, pueda afianzarse y superar problemas históricos, de los que no son responsables ni causantes sino víctimas, pero que lamentablemente va a resultar siendo indispensable.
El conflicto armado colombiano de larga duración, compleja evolución e impredecible desenlace ha entrado, como en otras oportunidades, en una etapa donde es posible avanzar seriamente hacia su final pero que necesariamente para llegar a este punto se necesitara que la ciudadanía en su conjunto, o al menos en su gran mayoría, logre construir consensos en torno a lo que se debe ceder y hasta renunciar para lograr la culminación de la violencia.
Es indispensable que se construya una real conciencia acerca de que se deben hacer concesiones para avanzar en la reconciliación, y los consensos ciudadanos que se construyan deben constituirse precisamente sobre los contenidos, alcances y consecuencias de las concesiones que la sociedad misma debe afrontar.
El principio de la paz en este país, que puede ser el final del conflicto armado, debe partir finalmente de una ciudadanía comprometida con no solo lo que puede ganar sino en lo que debe ceder, este es el verdadero reto del gobierno nacional, pues debe con si liderazgo señalarle el camino a la sociedad para que tenga las herramientas necesarias para afrontar el comienzo de la paz en el país.
La cuestión en relación con el proceso de paz que actualmente se viene desarrollando en el país no es su conveniencia u oportunidad, sino la capacidad de una sociedad cada vez mas informada de superar las divergencias discursivas para que se pueda discutir los problemas de fondo, relacionados con un proceso de reconciliación en donde se privilegia la verdad, la justicia y la reparación no en términos absolutos pero si en unos alcances que sean aceptados por la mayoría de los ciudadanos, a partir de unos consensos sociales sobre esos temas, que realmente le den sustento real a los posibles acuerdos que se logren en el marco del proceso de negociación actual.