Por: Darío Echeverry Jr.
El desorden es propio de todos los seres humanos, y en la medida en que más personas viven juntas las posibilidades de desorden aumentan, y sin reglas y controles este se dispara hasta el caos, o mejor hasta ese “estado de naturaleza” donde domina la ley del más fuerte. Esta pareciera ser cada vez más la situación de Barrancabermeja, y las calles son el ejemplo más visible. Y esto no es exagerado, andar por las calles de Barrancabermeja es situarse en el estado de naturaleza, la ley del más fuerte, donde compiten motocicletas, buses, busetas, microbuses, colectivos, vehículos privados, taxis, bicicletas, peatones, por circular por pequeñas calles, en mal estado, ocupadas por vehículos o suministros o residuos de construcción.
Y empecemos por revisar la formación de los conductores, pues pareciera que en la mayoría de los casos con el solo hecho de poner en funcionamiento un vehículo las personas estuvieran habilitados para conducirlos en las calles, lo que genera los habituales casos de impericia e imprudencia que generan toda clase de percances y accidentes, tan comunes que se han hecho parte de la cotidianidad citadina y que han conducido a la insensibilidad ciudadana, a pesar de las lamentables tragedias que se presentan.
Otro elemento es la infraestructura vial, que por diversa y variada es de complejo análisis. Pero de todas formas se pueden señalar algunos elementos del desorden, por ejemplo, las vías carecen de una adecuada señalización y demarcación, así como de un buen funcionamiento de semáforos, o el estado mismo de las calles, unas deterioradas por el tiempo o el abuso, otras por obras publicas a medio hacer, y otras simplemente por la falta de control sobre construcciones privadas.
Hay que añadir los problemas propios de la administración pública, como la deficiente gestión reflejada en la falta de una política pública local de movilidad y tránsito, el problema del transporte ilegal en motocicleta, la alta accidentalidad, la falta de evaluación de la gestión de los agentes de tránsito, la falta de ampliación de la red vial urbana y rural, la ausencia de formación en cultura ciudadana y vial.
Es claro que esta situación es el resultado de muchos años de malos gobiernos, nacionales, departamentales y locales, pero en años recientes no se han enviado señales que indiquen que ha cambiado la situación, y ha tendido más bien a empeorar, sumiendo a esta ciudad cada vez más en el desorden actual.