Por Horacio Serpa Uribe
El 5 de Febrero de 1991 se iniciaron las deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente, el más importante acontecimiento político del Siglo XX. ¿Por qué? Por su cometido. Nada menos que el de darle a Colombia una nueva Constitución.
La anterior Constituyente deliberó en Bogotá en el año de 1.886, durante el mandato de Rafael Núñez. El Siglo XIX fue el de las Constituciones. Se expidieron en 1.821, 1.830, 1.843, 1.853, 1.858 y en 1863 la famosa de Rionegro, durante uno de los gobiernos del General Mosquera. Del 86 al 91 del siguiente Siglo pasaron 105 años. Imagínense la expectativa que existía.
Los menores de 35 años, que son la mitad de los Colombianos de hoy, no vivieron ese histórico momento. Tal vez muchos no se hayan percatado de su importancia. Por eso resulta trascendente aprovechar el aniversario de la actual Constitución para recordarle al país como surgió el proceso, cuales las razones que lo motivaron y de que manera transcurrieron los debates constitucionales que se dieron durante 5 intensos meses de discusión. El 4 de Junio de 1.991 se sancionó la actual Carta Fundamental.
Debe recordarse que al comenzar la última década de la anterior centuria vivíamos una época de violencia enorme. Había guerrilla, paramilitarismo, narcotráfico, delincuencia, pobreza extrema, corrupción. Durante la campaña presidencial que se adelantó para elegir al sucesor del doctor Virgilio Barco, fueron asesinados 4 candidatos: Pardo Leal y Jaramillo de la Unión Patriótica, Galán del Partido Liberal y Pizarro del M-19.
La elección de los Constituyentes se hizo por circunscripción nacional, fórmula inédita hasta ese momento. Fuimos elegidos 70 asambleístas, de distintos partidos, de diversas regiones, de las más disímiles características, orígenes e intereses. Nadie creía que de ese “sancocho” de pareceres pudiera salir un solo convenio. Pero lo que se produjo fue casi un milagro, que comenzó con la elección de una presidencia colegiada, sin antecedente en la historia de las corporaciones públicas. Tres personas ejercieron al mismo tiempo tan difícil labor.
Las discusiones a lo largo de los 150 días de sesiones fueron agudas, intensas, interesantes, pero respetuosas y tranquilas. Con el discurrir de los análisis y las propuestas se fue creando un ambiente de cordialidad, de buen ánimo, de entendimiento, que produjo consensos a granel bajo el único compromiso de servir bien los superiores intereses del País.
Al final se logró la aprobación de una obra que permite alcanzar la estabilidad institucional y la convivencia que reclamaban a gritos los colombianos. Facilitar el logro de la paz fue la consigna unánime de los constituyentes. No la hemos alcanzado, por mala fortuna, pero seguimos avanzando hacia situaciones de entendimiento en mejores climas de democracia, respeto a los derechos humanos, participación y bienestar.
En tan grato aniversario debemos ratificar el compromiso social del 91. Hay que aprovechar este año para deliberar con ánimo constructivo sobre la Colombia que deseamos, convivente, pacífica, justa, incluyente, productiva, respetable y libre, como lo señalan las jóvenes normas de nuestra Constitución Nacional.