Por Horacio serpa
Golpe a golpe se van desmoronando las Farc. Las últimas acciones de la Fuerza Pública han sido tan contundentes y limpias que no queda duda de que a esa organización armada le llegó la hora de decidir si prefiere una tumba en las montañas o una paz digna con las Instituciones. La muerte del Mono Jojoy es la prueba reina de que también perdieron la guerra en el campo militar. Y no parece que puedan recuperarse de tan demoledora acción.
Los golpes contra ese guerrilla han demostrado tal superioridad militar y estratégica del Estado que nadie puede suponer que se trata de buena suerte. Detrás del abatimiento del Mono Jojoy se aprecia un trabajo de filigrana de una fuerza pública decida a destruir una estructura militar que se creía imbatible.
El conflicto colombiano avanza hacia un desenlace esquivo durante los últimos 50 años, que debiera ser el de la salida política. Las guerras internas de El Salvador y Guatemala terminaron cuando la insurgencia comprendió que no tenían capacidad para derrotar al Estado y que les era más rentable la paz que la guerra. Igual sucedió en Colombia con los grupos desmovilizados del M-19, EPL, Quintín Lame, CRS y PRT.
La diferencia en este caso es que después de burlar la confianza nacional e internacional en El Caguán, las Farc se han desvertebrado en medio de la esquizofrenia, situación agravada por la ausencia de liderazgos ciertos y de espacios políticos.
Las Farc han perdido más de la mitad de su tropa, el apoyo popular y la credibilidad. Están aisladas internacionalmente y sus aliados les han volteado la espalda. Y como los malos de las películas, cuando caen en desgracia ya no asustan a nadie.
A pesar de los significativos avances de las tropas, que bajo la dirección del Presidente Santos avanzan hacia la victoria, no es humano desear que todo se resuelva en un mar de sangre, en un espectáculo de exhibición de cabezas humanas aplastadas. Ojalá se pueda alcanzar un fin civilizado, un novedoso proceso de terminación del conflicto armado que nos ahorre el mayor número de muertos y de terror.
¿Cómo lograrlo? ¿Tendrán poder los jefes de las Farc para dar el paso y enviar señales contundentes de que son capaces de privilegiar la razón a la fuerza?
El Presidente ha sido generoso en la victoria. Esta golpeando al enemigo y al mismo tiempo le esta abriendo la puerta del diálogo, que a estas alturas no puede ser incondicional. La palabra la tienen las Farc. Todos esperamos que sean valientes para entender que están aislados y que solo les queda buscar entendimientos. Para demostrarlo, pueden comenzar con acciones concretas, como liberar a los secuestrados y acogerse al DIH.
No es mucho pedir. Si las Farc no dan el primer paso, quizás la única paz que puedan alcanzar sea la de los sepulcros. Es una desgracia, pero es la ley de la guerra.
Bucaramanga, 28 de Septiembre, 2010