Por: Heyner Mancera Rincón
Las Naciones Unidas acaban de declarar en su asamblea por Bolivia, que el agua es un derecho humano fundamental. Es un importante logro pero en la práctica es como tener la mamá pero muerta. Lo digo porque desde que Estados Unidos invadió Irak en contra de las recomendaciones pacifistas y mediadoras de Kofi Annan, mi fe en las Naciones Unidas disminuyó sustancialmente. Esta declaración sobre el agua no obliga a nada ni compromete a nadie. Es como cuando el Papa el führer Benedicto XVI hace un llamado al cese de la guerra en el mundo. ¿Alguien hace caso?
Soy un hombre que cree en las instituciones y por supuesto en las personas, pero mientras no exista verdadera VOLUNTAD POLITICA todo lo demás será letra muerta. Pienso que, saber que la falta de agua potable, mata al año más niños menores de 5 años que todas las guerras actuales, debería suponer un compromiso irreductible con la superación de este enorme problema, pero aun así es uno de los puntos más atrasados en la agenda de los Objetivos del Milenio trazada por las Naciones Unidas para 2015.
Los políticos hablan y hablan demasiado y les encantan este tipo de cumbres para regodearse en sus discursos pomposos pero la realidad es más asombrosa que la ficción.
Los derechos fundamentales consagrados constitucionalmente como la vida, las libertades, la intimidad, la honra, la paz, etc, deberían ser inviolables y protegidos por el manto de la justicia, pero no es así. El mundo tiene el conocimiento y los recursos necesarios para solventar muchas de las dificultades que viven países pobres como Haiti ó Somalia, pero la realidad es que el dinero se va en guerra y oprobios. Es el mundo al revés.
El derecho al agua potable (no consagrado en la constitución) y el derecho a un ambiente sano (Art. 79 CPN) son prerrequisitos indispensables para el disfrute del derecho a una vida saludable, en paz, libre, etc. Como debe ser. Por esta razón la declaración de las naciones unidas será estéril mientras no se dé un compromiso ejemplar de gobiernos y se cumpla con las metas de reducción de pobreza y mejoramiento de acceso a servicios básicos de la población más vulnerable del mundo.
En Colombia desde hace 5 años se viene trabajando con relativo éxito, la idea de incluir en la constitución política, el derecho humano fundamental del agua, de modo que la declaración de las Naciones Unidas es un gran espaldarazo al proceso. Pero insisto, que sin la voluntad de los que toman las decisiones, será como pasar el “Niágara en Bicicleta”.