Por: Horacio Serpa Uribe.
Definida la candidatura azul, comenzó la carrera por la Presidencia de la República. Es una jornada dificilísima, intensa, saturada de sobresaltos, imprevisible. Solo apropiada para valientes. Quienes participan merecen admiración y respeto por medírsele a una prueba tan exigente. Los pronósticos van y vienen, al igual que las encuestas y las especulaciones. Cualquiera puede ganar. En política lo único cierto es lo que ya pasó.
Transcurridos estos quince días de calentamiento, viene la Semana Santa, para reflexionar y pulir la estrategia. La de Pascua será decisiva para entrar “a tierra derecha” con velocidad, mucho empuje y todos los atributos.
Solo serán siete semanas de campaña en las que el país aspira a que se examinen de fondo los grandes asuntos nacionales. Para eso son las campañas presidenciales. Para estudiar, controvertir y proponer. La gente espera novedades, aún de los candidatos oficialistas que estarán alabando a la Seguridad Democrática y mostrándose como los mejores amigos del Presidente.
Así merezca elogios, se requiere salir de la monotemática. Hay demasiados aspectos que requieren aclaración, información, controversia, planteamientos distintos, innovación, genialidades. Por ejemplo, los Derechos Humanos a la luz de lo que todos vivimos y de los últimos informes internacionales. La descentralización exige análisis y reformas para volverla compromiso de vanguardia. La concentración de la riqueza y del ingreso merece capítulo especial. Las relaciones internacionales. El empleo. ¿Cómo no tratar a fondo la relación entre seguridad, tranquilidad y convivencia, y la necesidad de la paz? Lo de salud no puede quedar en punta.
Ojala la campaña no se vaya en discusiones banales y en marketing publicitario. Ni se cometa la equivocación de pasarse los dos próximos meses echándole la culpa al Registrador de las demoras en el conteo de los votos, cuando lo malo de las pasadas elecciones estuvo en otros inconvenientes. Lo actual es abrirle camino a una intensa discusión sobre el país, lo bueno y lo malo, lo que ha pasado de conveniente pero también lo inapropiado, lo que se hizo y lo que se dejó de hacer, para que la gente pueda votar a conciencia.
Nuestro mundo colombiano no es una maravilla. Lo de que somos el país más feliz del mundo no es el resultado de una encuesta sino un sarcasmo. Desigualdad, corrupción, narcotráfico, guerrilla, renovado paramilitarismo, impunidad, precario crecimiento económico, desempleo, en fin, tristezas.
La oportunidad es magnífica. Los colombianos están abriendo los ojos para encontrarse con unas indeseables realidades que pensaban superadas. Están ahí, a pesar de los muertos, de los procesos de reinserción, de las delaciones, de las capturas, de que se pueda ir a la finca o de vacaciones por carretera, lo cual es bueno. Lo malo es que lo otro no se acabó.
La ocasión es de primera línea para que se luzcan las candidaturas. Hay temas y esperanzas. Bienvenidos los debates, las réplicas, los análisis, las propuestas, y con ellas ojala compromisos con lo social y con la verdad. Que así sea.