Cada emisión, artículo o post sensacionalista que la Revista Semana publica a través de cualquiera de sus canales en medios digitales y en redes sociales, no deja de generar la sospecha (al menos en mí caso) de un entuerto en contra de la democracia y de la cabeza de este gobierno, el primero de izquierda en Colombia.
Pero los otros medios tampoco se quedan atrás, unos más que otros, coincidiendo en el mismo relato periodístico por razón de transitar en la misma dirección y en el mismo carril político.
Muchos ni siquiera disimulan su intención de desinformar y de cubrirse los unos a los otros.
¿Acaso esto es control político? Parece más un complot contra el gobierno.
Todos los dueños de estos medios tienen conflictos de intereses y por eso invierten en medios, que si no dan plata, sí dan poder, y el poder devuelve con réditos su inversión inicial y mucho más.
Aún hay periodistas rebeldes, pero cada vez son más pocos y desafortunadamente terminan sacrificando o la calidad de lo que pretenden informar o lo peor de todo, renuncian a la ética profesional porque al final son los dueños de los medios para los que trabajan quienes pagan sus salarios u honorarios.
El dueño de Semana, Gabriel Gilinski, como buen hijo de un pulpo financiero, va por la adquisición de la mayor parte de los principales medios regionales que logre comprar, dejando como casa matriz de su naciente emporio criollo mediático a la revista Semana.
De esta manera impondrá, hegemónicamente, la versión de los hechos que más le convenga a sus intereses políticos y económicos y por supuesto a los de la derecha colombiana.
¡Pobre de mi Colombia! con millones de incautos lectores que por no tener con qué pagar una suscripción a un medio con más calidad, al menos en su estilo y redacción, solo recurren a medios que publican en forma gratuita la mayoría de sus primicias, como por ejemplo Semana, en busca de información sobre el acontecer regional, nacional e internacional.
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Ahora sí que nos llevó el diablo o mejor dicho, el tigre de Álvaro Uribe Vélez que no sabemos cuando lo sacará a la arena del circo político colombiano.
Cuando Semana publica un caso de corrupción que ocurre en cualquier entidad durante el período de este gobierno progresista, que también los hay porque desafortunadamente este mal es inherente a cualquier tipo de colectividad política, humana o de agremiación, recurren a la manipulación, edición y vaya uno a saber si a la IA para crear en la opinión pública la versión amoldada que ellos quieren imponer.
Da temor pensar a qué otro tipo de instrumentos o fuentes (orgánicas o no) están recurriendo para crear otra dimensión contaminada de los hechos o inducir a que ocurran.
Ejemplos los hay (y de sobra) de relatos que la revista ha hecho de sucesos que no se ajustan, al menos en gran parte, a la verdad y donde hasta recurren a la escenificación histriónica de sucesos.
Veamos algunos:
El caso de las maletas de Laura Sarabia: No eran 5 maletas como aseguró la revista que habían ingresado al apartamento de la ex jefa del Despacho de la Presidencia. Era solo una (¿Ya rectificaron?).
EL LAPSUS DE VICKY FÁBULA:
— Esperancita Uribe (@EsperancitaUrib) October 25, 2024
LAS MALETAS
Era solo una maleta de Laura Sarabia, no cinco.
Eran cinco las maletas de Walfa Téllez que sacó a dar la vuelta bien adentrada la noche.
Ahora dirán que hubo un cambiazo de meletas 🤔. pic.twitter.com/zpWPo8iobc
Otro caso que también está en relación con el anterior tiene que ver con la fotografía del subintendente Osmán Javier Galeano derrumbado al pie de la camioneta en que transportaba al Coronel Óscar Dávila (q.e.p.d,) el día que tomó la decisión de suicidarse en frente a la portería de ingreso al lugar de su residencia y de la tienda a donde envió a su conductor a comprar una soda.
La revista Semana no solo se limitó a publicar esa fotografía en específico como primicia noticiosa, sino que la distribuyó a otros medios. Sin embargo, olvidó editar el video donde aparecen otras fotografías que permitirían evidenciar que dicha escena es un montaje.
HABLANDO DE DELITO Y DE PERIODISMO
— Esperancita Uribe (@EsperancitaUrib) November 9, 2024
Tengo algunas inquietudes que me han generado algunos de los 'extraordinarios' cubrimientos de hechos que son noticia y que hace la revista Semana, como el que cubrió el caso de la muerte del Coronel Óscar Dávila (q.e.p.d.) desde el allanamiento… https://t.co/tFm2jU2k4i pic.twitter.com/nj3n6GgkU9
Quizás uno de todos los ejemplos más agraviantes, también relacionado con los dos anteriores, tiene que ver con la prueba de polígrafo practicada a la señora Marelbys Meza, niñera de Laura Sarabia, por el caso del robo de un dinero que se encontraba en una maleta, la misma que Semana, con un acto de prestidigitación convirtió en cinco.
Pues la revista se encargó de publicar extractos del video, enfatizando que fue «secuestrada y coaccionada».
No obstante, el diario El País de España publicó el video completo y mostró cómo la señora Meza «fue tratada con amabilidad y le informan hasta en cuatro ocasiones de que la prueba era voluntaria. Le toman una huella y le piden que estampe su firma en un documento».
Y saber que a causa de esta versión, mediáticamente esparcida por la revista Semana, el Coronel Dávila cayó en un estado de profunda ansiedad y depresión que lo llevaron a tener que ingerir un fuerte ansiolítico que potencia deseos suicidas de solo pensar que iba a ser acusado de secuestro.
¿A cuántas personas no inducen a cometer suicidio ante una situación como ésta?
Yo creo que la revista Semana tendrá que ser sometida a constantes pruebas de polígrafo cada vez que publique sus primicias y relatos periodísticos.
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