Con curiosidad desbordada sumergió su existencia en la filosofía, las ciencias, la economía, la investigación, la literatura y la academia para tener la autoridad de formular políticas públicas, acrisoló sus convicciones en el estudio de grandes pensadores y encontró el solaz en la poesía.
Asumiendo defectos, ha buscado el encuentro consigo mismo y con su sociedad mediante largas y profundas reflexiones, algunas de ellas consignadas en sus escritos y en sus libros.
Sufrió la violencia de los ochenta y estuvo por primera vez al borde de la muerte, que luego le tocó a la puerta por segunda vez, debido a un cáncer del cual salió airoso.
Es un hombre que respeta la diferencia y privilegia el diálogo, ajeno a las armas innobles de la política como son la calumnia y la injuria, está comprometido hasta el tuétano en la defensa de las libertades individuales y afirma enfrentar las amenazas a la democracia con más democracia.
Consciente del riesgo de extinción de la humanidad, propone sumar saberes y modificar los modelos económicos avanzando en equidad, y de manera urgente, en educación y en salud, fortaleciendo el derecho fundamental a ella.
El candidato se la juega por la ciencia, la innovación, la investigación y el desarrollo, contando con el sector privado, pero rompiendo las estructuras oligopólicas presentes en nuestra economía.
Propone moralizar la política en cambio de politizar la moral.
Encuentra en la equidad de género un atributo de una sociedad justa, y acostumbrado a vivir entre jóvenes, apuesta su pellejo para un mejor futuro de ellos. Comprometido con la paz, más allá de la fuerza y la extinción del mal llamado enemigo interno, plantea la presencia de todas las capacidades del Estado en las regiones, creando legitimidad y confianza.
Ese Alejandro es el que aspira a la presidencia, afirmando mantenerse leal a sus principios, comprometido con lograr más bienes para más personas y conservando idealismo y espiritualidad para enfrentar los afanes cotidianos.
Así leí algunos puntos del ideario de quien encaja bien en la narrativa de la composición vallenata de Centeno y Urbina: buen amigo, buen hermano y buen papá. Añadiría, buen esposo y buen hijo.
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